DEFICIT FISCAL, AJUSTE DEL GASTO Y ATRASO DEL
TIPO DE CAMBIO
Hay un problema de competitividad
Para
el economista jefe del Banco BBV-Francés, la Argentina tiene
un atraso del tipo de cambio real respecto de Brasil del 18%.
Frente
a la dura meta acordada con el FMI para el segundo trimestre, ¿el
nuevo corte en el gasto público revela un error de pronóstico
por parte del equipo económico?
No puede descartarse que el cumplimiento de la meta del
segundo trimestre requiera un ajuste adicional de gastos, al menos
un diferimiento, porque la velocidad de recuperación de la
economía es más lenta que la prevista. En el primer
trimestre el PBI habría crecido 2,8 por ciento respecto de
igual trimestre del año anterior, pero la serie desestacionalizada
no arroja aumentos con respecto al trimestre previo. Para este segundo
trimestre los resultados serían mejores, pero siempre mostrando
una lenta recuperación.
¿Qué es lo que falló?
Sería apresurado decir qué falló,
pero sí podemos afirmar que a corto plazo hay discrepancia
entre la mejora en la solvencia fiscal y la velocidad de recuperación
económica. Probablemente se deba a que con el correr del
tiempo tenga más peso la calidad del ajuste fiscal. Es decir,
que al basarse en suba de impuestos la población aumente
el pesimismo porque tiende a pensar que las autoridades siguen con
un poco más de lo mismo. Tampoco puede ignorarse
que la baja en el riesgo país, medida por la caída
del spread de los bonos soberanos, fue más rápida
que la baja de la tasa de interés para el sector privado.
En este marco, el Gobierno aprovechó mejor esta situación
porque se financia con bonos de mediano plazo, mientras que el fondeo
bancario descansa en depósitos a corto plazo, donde el piso
viene dado por la tasa Libor, que está subiendo. Esto refleja
la problemática de la tasa de interés en Estados Unidos:
a corto plazo la Reserva Federal la sube para eliminar el peligro
inflacionario de un alto crecimiento del PBI y una Bolsa sobrevaluada,
que recientemente mostró correcciones parciales, pero a largo
plazo las tasas caen porque el Tesoro dedica el superávit
fiscal a rescatar bonos.
¿No se crea un círculo vicioso de ajuste fiscal
y recesión (o no crecimiento), que aleja indefinidamente
la posibilidad del equilibrio?
Es cierto que el ajuste fiscal puede demorar el crecimiento
y provocar la necesidad de más ajuste, pero no necesariamente
nos alejamos cada vez más del equilibrio, porque otras variables
pueden actuar en la dirección contraria. Por ejemplo, el
aumento en los precios de exportación y el mayor crecimiento
mundial, principalmente la recuperación de Brasil, ya están
produciendo una mejora en nuestro sector externo. En consecuencia,
aunque el peso de las exportaciones en el PBI sea reducido y la
recuperación económica sea lenta, la entrada de capitales
puede verse favorecida porque mejora el sector externo, el punto
más débil de la Argentina a criterio de los analistas
del exterior. También es posible, siguiendo el tradicional
enfoque de la restricción externa, un equilibrio dentro de
la convertibilidad, pero con una menor tasa de crecimiento, al costo
de hacer más lenta la salida del desempleo.
¿Es correcto definir el déficit fiscal como endógeno
a este programa económico, en el sentido de que, a esta altura,
es una consecuencia inevitable de la convertibilidad y el retraso
cambiario, con su impacto sobre el nivel de actividad?
No comparto las visiones extremas: que la convertibilidad
nos conduce inexorablemente al infierno (atraso cambiario, falta
de crecimiento, déficit fiscal y más impuestos) o
al paraíso (mejora en la solvencia fiscal, baja del riesgo
país, entrada de capitales y mayor crecimiento), porque ambas
actitudes se basan en supuestos restrictivos que sesgan la conclusión.
Es indudable que tenemos un problema de competitividad. Así,
por ejemplo, si miramos el costo laboral unitario relativo entre
la Argentina y Brasil (comparando salarios en dólares ajustados
por productividad), la Argentina tiene un atraso del tipo de cambio
real respecto de Brasil del 18 por ciento, en relación con
el promedio histórico de la última década.
Lo relevante no es echarle la culpa a Brasil porque el año
pasado devaluó, ya que previamente nos beneficiamos de la
apreciación de su moneda, sino preguntarnos cómo podemos
resolver nuestra falta de competitividad. El camino de la devaluación
no es recomendable porque los costos (inflación, caída
inicial, menor salario real y probabilidad de default del sector
público) serían mayores que los beneficios de reducir
el déficit de la balanza comercial. La mayor dificultad de
la convertibilidad es que convive con el diagnóstico de que
el gasto público no puede ser reducido, sin cuestionar seriamente
por qué aumentó 10 mil millones, excluyendo intereses,
durante la convertibilidad. En mi opinión se requiere un
nuevo papel para la política fiscal: reemplazar la actual
ley que manda eliminar el déficit en el 2003 por una nueva
ley que obligue (al gobierno nacional y a las provincias) a reducir
en los próximos 3 años el gasto público consolidado
primario (excluyendo intereses) y simultáneamente bajar impuestos
por una suma equivalente. El ajuste requerido sería del orden
del 18 por ciento (18 mil millones de pesos en tres años),
similar a la actual brecha de competitividad que tenemos con Brasil.
Por el contrario, si aceptamos que el gasto público es inflexible
a la baja, el ajuste fiscal descansa en los extremos de seguir subiendo
impuestos (más economía en negro), o las nuevas voces
que piden reducir impuestos en el ámbito nacional, si-guiendo
el ejemplo reciente de Córdoba, con el peligro de deteriorar
la solvencia fiscal.
¿Cuál es el diagnóstico y el pronóstico
de ustedes sobre nivel de actividad y desempleo?
En el PBI el modelo de predicción, basado en dos escenarios
de menor riesgo país y mejoras de los términos del
intercambio y tipo de cambio real, arroja un crecimiento del 3,0
al 4,2 por ciento. Pero dada la demora en la recuperación,
antes comentada, vemos hasta ahora más probable el crecimiento
del 3,0 por ciento. En cuanto al desempleo, no prevemos grandes
mejoras este año, aun con la reforma laboral, y si se mantiene
la tasa de actividad, estimamos que caerá en promedio este
año un punto porcentual, bajando a 13,1 por ciento.
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