La
cuadratura del círculo
A Domingo Cavallo
le salió bien en el 91. A Roque Fernández también
en el 97. José Luis Machinea no tuvo la misma suerte.
Lo que parecía una receta sencilla, simple, hasta mágica,
esta vez no dio resultado. El tan publicitado círculo virtuoso
de la economía disparado por un ajuste fiscal no ha empezado
a rodar. El ingrediente básico recomendado por aquellos que
miran el mundo desde la city consistía en cerrar la brecha
fiscal con la baja del gasto público y, si no fuera suficiente,
con un aumento de impuestos. Esa iniciativa provocaría un
shock de confianza en los inversores que, atraídos por la
promesa de cuentas en orden, ingresarían capitales al país,
flujo indispensable para sostener un esquema cambiario tan rígido
como la convertibilidad. Esos capitales provocarían una baja
de la tasa de interés que reactivaría la economía,
lo que derivaría en una suba de la recaudación, y
así el Estado recuperaría solvencia fiscal para asegurar
el cumplimiento de sus compromisos. Todos contentos, entonces, prometen
los economistas ortodoxos. Pero no necesariamente lo que es bueno
una vez, lo sea en una segunda y ni que hablar en una tercera. Todo
sería más fácil si la economía y su
dinamismo fueran tan elementales de predecir. Sin embargo, los dogmas,
y en especial los económicos, no ayudan nada para poder salir
de una crisis.
El equipo de Machinea compró a libro cerrado lo del círculo
virtuoso, apostando a ganarse el apoyo del establishment empresario
y financiero, sin ponerse a pensar que algo ha cambiado en Argentina
y en el mundo. Y que el actual escenario económico no es
el mismo de Cavallo o de Roque. Vale la pena detallar esos cambios
para comprender lo que está padeciendo Machinea en su conversión
fiscalista. Y las razones de su fracaso, que no ha sido el aumento
de impuestos, para recrear el mágico círculo virtuoso.
1. Ya no hay activos estatales por vender. Las privatizaciones durante
la gestión Cavallo fueron la principal fuente de ingresos
de capitales y de recreación de expectativas favorables en
la city. Incluso durante el período de Roque, aunque en menor
intensidad, se liquidaron importantes empresas públicas (Hipotecario,
PCS y el resto de YPF).
2. Ya casi no hay grandes compañías en manos locales
que interesen a multinacionales. Otra vía de entrada de capitales
se ha secado.
3. El mercado bursátil se está extinguiendo. No hay
nuevas empresas que salgan a cotizar; las compradas por multinacionales
han sido retiradas del recinto; y las importantes que quedan están
listadas en Nueva York, donde se concentra el grueso de las operaciones.
Otra puerta de convocatoria de dinero caliente se ha cerrado.
4. Argentina dejó de ser un polo de atracción para
inversiones productivas pensadas para un mercado ampliado como el
Mercosur. Brasil ocupó ese lugar después de devaluar
su moneda.
5. También las devaluaciones en muchos de los países
emergentes dejaron a la economía argentina en una posición
de competitividad muy débil.
6. Además, el retorno en dólares de inversiones productivas
es mucho más bajo que en otros países, puesto que
instalar una planta aquí requiere de muchísimos más
dólares que el necesario en otros países que ajustaron
sus monedas.
7. Y si todo eso fuera poco, a diferencia de la década del
90, la tasa de interés internacional tiene una tendencia
marcadamente al alza, actuando de aspiradora de capitales hacia
Estados Unidos.
Como se decía más arriba, sin ingreso de capitales
no hay convertibilidad que funcione ni ajuste fiscal que alcance.
Si el escenario ha cambiado, otra debería ser la receta,
en el caso de que la hubiera dentro del actual modelo, para disparar
un proceso de crecimiento sostenido. Puede ser que, finalmente,
se llegue a la conclusión que Argentina, privatizado todo
y vendidas todas sus empresas, no tiene nada que ofrecer y dejó
de ser interesante para los capitales extranjeros. Y entonces, ¿qué
se hace?
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