Urby
et orbe
En su carta (Cash
Nº 525) Urby nos dice: Al lado de un gran hombre también
suele haber una gran mujer. Como economista, tomo su afirmación
como formada por variables que pueden tomar otros valores, como
intentaré mostrar e indico entre paréntesis: al
lado (delante, atrás), gran (pequeño/a,
común), hombre (mujer), también
(nunca, siempre), suele (en cada caso, en algún
caso). No siempre hay una gran mujer, sino simplemente una mujer
y ella puede ser la madre, como en los casos de Adam Smith y John
M. Keynes. En el primero, Smith nunca conoció a su padre,
y tuvo por su madre un afecto tan grande como el que no pudo ofrecer
a otra mujer o que, en todo caso, se lo brindó a David Hume.
En el segundo, conocemos la vida de Keynes por las cartas a su madre
(nunca a su padre) y sus afectos fueron más que hacia mujeres
hacia amigos, como Litton Strachey; describía su enlace con
Lidia como fruto de una decisión obnubilada por el alcohol:
si no hubiera bebido tanto champán, comentaba.
En ciertos casos, una gran obra económica se produce al lado
de una mujer no compatible con el autor, como ocurrió con
Pareto, Von Neumann y Schumpeter, quienes debieron buscar otras
compañeras. En unos casos, la ayuda femenina es también
intelectual. Hicks dio el último adiós a Ursula agradeciéndole
haberlo ayudado en más de un sentido. En otros
casos, la ayuda que recibió un hombre genial provino tanto
de sus amigos como de las mujeres de su vida: David Ricardo y James
Mill se casaron y tuvieron ambos numerosos hijos con sus respectivas
esposas, pero Mill sin Bentham o Ricardo no hubiera llegado lejos,
y Ricardo era consciente de sus limitaciones como escritor, y sin
la insistencia de Mill nunca habría producido la obra maestra
que fue su libro de 1817. Marx no sólo fue un rendido amante
de Jenny von Westphalen, sino también de su criada, Helen
Demuth, y su producción intelectual debe mucho también
a sus hijas, Jenny, Laura y Eleanor. Marx fue marido de Jenny casi
tanto tiempo como fue amigo de Engels, y a ambos les debió
mucho, pero en distintos órdenes. ¿Seguimos? Podemos
seguir hasta el infinito, y sólo hallaremos lo obvio: el
orbe, Urby, está lleno de mujeres y hombres; y que todos
ellos son distintos, de modo que la posibilidad de combinarse de
a dos o más es tan variada como puede serlo cada experiencia
humana; pero que de ello resulte una obra genial es otro tema. Gracias
Urby por su ayuda.
La
globalización... promesas
Si
hoy viviera Ortega y Gasset podría suscribir algún
ensayo con este título, como hizo 71 años atrás
con La pampa... promesas. Y de nuevo su conclusión
sería pesimista. En nombre de la globalización se
eliminaron aranceles a las importaciones; en nombre de una mayor
eficacia de gestión se permitió que empresas comerciales
e industriales fueran transferidas a empresas extranjeras; para
alentar la entrada del codiciado capital extranjero se lo liberó
de impuestos, de registros y de restricciones a su movilidad; en
nombre de la solidez financiera se permitió que la casi totalidad
de la banca pasase al control extranjero; y en fin, en nombre de
la eficiencia de la empresa privada competitiva y la búsqueda
de la ganancia como incentivo para el mejoramiento, se entregó
la totalidad de empresas del Estado a otras empresas estatales,
pero extranjeras, en condiciones monopólicas con mercados
cautivos y no pocas veces con garantía estatal de una ganancia
mínima. Se prometía no poco: que los países
se acercarían, que el desarrollo de los países ricos
con el tiempo llenaría la copa y ésta derramaría
sobre los países pobres, llevando a todos a un mundo de menor
inequidad; al acceso de todos, tanto a otras culturas como a los
nuevos frutos de la civilización tecnológica; la posibilidad
de llegar todos a los mercados del mundo, sin moverse de su aldea
y sin importar su tamaño económico. ¿Con qué
resultados? Vinieron capitales, pero su rapidez de desplazamiento
le permitió pasar rápido de la producción a
la especulación, convirtiendo la economía nacional
en caja de resonancia de crisis internacionales: reapareció
el ciclo económico. La protección al trabajador y
al económicamente débil, se convirtió en protección
a la toma de recursos por capitales extranjeros: se suprimieron
aportes patronales al sistema de seguridad social, se crearon las
AFJP con necesaria participación de capital exterior, y ello
creó al Estado fuentes de déficit de ingresos e incremento
en la transferencia de divisas al exterior, hoy de 20 mil millones
de dólares al año, obligándolo a renovar e
incrementar sin fin su deuda externa. Privatizar empresas y servicios
llevó a la exclusión sin retorno al mercado a gran
parte de la población, como desempleados estructurales, que
nunca hallarán empleo, parias que ni alcanzan la condición
de esclavos, porque no tienen amo que los necesite.
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