Algo
huele mal
La debilidad
que muestra la recaudación impositiva tiene varias caras.
La economía que no crece; la poca eficacia de los responsables
de cobrar impuestos; los continuos cambios en el régimen
tributario que cansan a los contribuyentes; la deflación
de precios que disminuye los ingresos impositivos. Y la lista continúa.
Pero hay una cara que ayuda a entender qué pasa en la AFIP,
el organismo que reúne a la DGI y a la Aduana, que no es
tan comentada cuando se trata de explicar los magros resultados
de la recaudación. Ese rostro oculto, que permite comprender
muchas más cosas cuando se habla de evasión, impuestos,
recaudación, moratoria, tiene perfiles que resultan fáciles
de descubrir, aunque se intente maquillarlos. Se trata, en concreto,
de presiones políticas ejercidas sobre los encargados de
cobrar impuestos. Presiones que no provienen solamente de amigos
del poder, empresarios, banqueros, políticos en general,
sino que también llegan desde lo más alto del Gobierno.
Se sabe que las famosas listas de denuncias penales realizadas por
la AFIP contra evasores pasan por un previo filtro, que va retirando
de la difusión pública los casos que cuentan con un
padrino de peso que hace valer sus influencias. Es cierto que esas
operaciones oscuras no definen el rumbo que puede alcanzar la recaudación,
que tiene a la evolución del nivel de actividad económica
como su principal determinante, además de la eficiencia de
la administración tributaria. Pero como señal es pésima
tanto para los propios inspectores de la DGI, que descubren las
maniobras para eludir al fisco, como para los contribuyentes. Así
se consolida un sistema inequitativo, donde la evasión impositiva
pasa a ser una cuestión estructural con no-pagadores protegidos
por el poder.
De la década menemista varias son las investigaciones que
no prosperaron (Gatic, Grupo Yoma, entre muchas otras). Con el nuevo
gobierno se manifiesta una vocación más firme en perseguir
evasores o, al menos, de darlos a conocer. Pero, en algunos casos,
las mañas de ocultar, proteger e incluso de presionar a la
AFIP también se heredaron de la gestión anterior.
Dos de ellos sirven de muestra. Hace dos martes, Carlos Silvani,
titular de la AFIP, presentó otra lista con 35 denuncias
penales contra empresas evasoras. Enterado de esa iniciativa, y
antes de que se conocieran públicamente los nombres de las
compañías, un ex presidente de la Sociedad Rural se
interesó por la investigación ya avanzada sobre dos
AFJP. La acusación de Impositiva, que resulta el colmo de
una AFJP, es por evasión de aportes previsionales por un
total de unos 5 millones de pesos. La gestión del ruralista
tuvo éxito: las AFJP no aparecieron en el listado, siendo
reemplazadas por otras dos empresas también denunciadas.
El otro caso es más complejo. Hasta el mismísimo Fernando
de la Rúa consultó por la marcha de una de las pesquisas
realizadas por inspectores del Departamento de Inteligencia Fiscal.
La AFIP determinó que el empresario radical Norberto DElía
evadió el pago de impuestos por un monto superior a los 3
millones de pesos, por incumplimientos correspondientes a Ganancias,
IVA y Bienes Personales. Ese contribuyente ya fue oficialmente notificado
por Impositiva de la pretensión fiscal por esa evasión.
La importancia del caso se debe a que DElía fue uno
de los principales aportantes a la campaña de la fórmula
de la Alianza De la Rúa-Alvarez. Y el Presidente estuvo permanentemente
informado del avance de la investigación. El responsable
de descubrir esa evasión fue Carlos García Lorea,
director de la estratégica oficina Inteligencia Fiscal de
la DGI. Luego de que se conociera el caso DElía fue
ascendido al cargo de asesor, con menos poder que el que tenía.
Silvani le aseguró que el trabajo que inició no quedará
a mitad de camino.
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