Fiesta
en el Palacio
El
escenario convocaba al optimismo. El precioso Palacio Duhau tiene
un encanto que alegra a aquellos que admiran no la riqueza monetaria
que refleja, sino la arquitectónica que fascina. En ese ambiente
apacible, Horace Woody Brock, con cinco grados académicos
y especializado en Economía de la Incertidumbre desarrolló
su receta para que un país crezca y sea exitoso. En dos mediodías
seguidos, invitado por Juan Navarro, titular del Grupo Exxel, Brock
explicó ante un selecto auditorio que el impresionante crecimiento
de Estados Unidos se debe a la flexibilización laboral, la
desregulación del mercado de capitales y su posición
dominante en la denominada nueva economía, que
le permitió un fuerte aumento de la productividad. Y agregó
otro elemento que para él es fundamental para entender los
ocho años de avance arrollador de la locomotora americana:
se necesitan líderes optimistas que contagien ese estado
de ánimo a la sociedad. Resulta imposible no relacionarlo
a la Argentina ante el actual estado depresivo que enfrenta el Gobierno
de Fernando de la Rúa. Brock puso como ejemplo Japón,
que salvando las obvias diferencias con Argentina, también
está sumergido en una recesión que lleva años.
Vale la pena conocer cómo piensa Brock que Japón podría
dar el puntapié inicial para comenzar a crecer en forma sostenida:
Yo le recomendaría al emperador de Japón que
abra el Palacio Imperial al público, puesto que hoy está
vedado su ingreso. Organizaría una gran fiesta, monumental,
con muchas luces, música y adornos. Invitaría a las
600 personalidades más importantes del mundo de todas las
áreas, desde la artística, científica, política
hasta deportiva. También, y fundamental, convocaría
a los más destacados japoneses, pero con una sola restricción:
que no superen los 30 años y estén trabajando en actividades
vinculadas a la nueva economía. Les puedo asegurar que con
ese mensaje cambiará el humor de los japoneses y su economía
empezará a crecer rápidamente. Se trata, en definitiva,
de la estrategia win-win (ganar y ganar).
Si no fuera que hay que entender que los americanos están
viviendo una envidiable burbuja de prosperidad y, por lo tanto,
hay que rendirse ante la soberbia que emana de una sociedad que
nunca antes había vivido una fiesta de consumo y crecimiento
como la actual, resultaría fácil ridiculizar su propuesta.
Pero ante el profundo pesimismo que invade a los argentinos y no
sólo a los marginados del sistema, sino también a
sus beneficiarios, sería interesante, al menos, que el Gobierno
y su séquito de economistas con José Luis Machinea
a la cabeza dejen de lado la estrategia que tienen para mejorar
el humor de la gente.
Las políticas que elogia Brock son discutibles. La Alianza
defiende algunas y trata de imponerlas. También se puede
abrir el debate sobre el modelo y el 1 a 1. Y polemizar sobre estrategias
impositivas, industriales y de política económica
en general. Pero lo que a esta altura resulta increíble es
que Machinea aspire a salir de la recesión recreando un círculo
virtuoso de crecimiento, que necesariamente debe ser impulsado por
el consumo doméstico, con baja salarial, suba de impuestos
y recortes del gasto público. Y si todo esto fuera poco en
ese objetivo de mejorar el estado de ánimo de la gente, al
equipo económico no se le ocurrió mejor idea que impulsar
un proyecto de ley de poda de las jubilaciones superiores a los
800 pesos, adelantado el jueves pasado por Página/12.
Se sabe que los ministros de Economía no aspiran a ser populares.
Y mucho menos si se trata de ejercer ese trabajo en Argentina. Pero
Machinea parece que quiere marcar el record con esa idea de recortar
jubilaciones. Si Brock tiene razón, no sería mejor
pensar otras ideas para cambiar el humor de la gente para que la
economía pueda salir del pozo. ¿La propuesta de la
CTA de un seguro de empleo y formación para los jefes de
hogar desocupados de 380 pesos no podría tener el mismo efecto
que supone Woody Brock provocaría en los japoneses
una fiesta en el Palacio Imperial?
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