De
vendetta y omertà
Omertà:
Código de honor siciliano, que prohíbe informar
sobre los delitos considerados asuntos que incumben a las personas
implicadas (Word Book Diccionary), en Omertà, de Mario
Puzo, ediciones B Grupo Zeta.
La Alianza recibió una pesada herencia del gobierno de Carlos
Menem. No sería justo culparla de todos los males que padece
la economía, con su elevado desempleo, fragilidad social
y dificultades fiscales. En esa línea, José Luis Machinea
no se cansa de mencionar el descontrol de las cuentas públicas
dejado por Roque Fernández. En estos días se conoció
que el déficit fiscal del año pasado había
alcanzado los 8485 millones de pesos. Ante semejante regalo, el
ministro puso toda su energía, con una vocación fiscalista
desconocida en él, para reducir ese desequilibrio. Pero no
es la única herencia que arrastra la mochila dejada por Menem.
También existen otras herencias que no deberían ser
ignoradas. En caso contrario, si sobre lo único que actúa
Economía es sobre el legado fiscal, lo de la herencia se
convierte solamente en una excusa para aplicar, en realidad, un
fortísimo ajuste sin ánimo de examinar el inventario.
Y lo más asombroso es observar cómo tratan de convencerse
de que ése es el camino del progresismo hoy en Argentina.
En última instancia, sería un debate posible si al
mismo tiempo la Alianza hubiera actuado con tanto vigor sobre otras
herencias que condicionan tanto o más a la economía
como el déficit fiscal. Y una de ellas es el nicho de privilegio
de las privatizadas.
Se puede pecar de ingenuo, pero no deja de sorprender cuando desde
el equipo económico se sostiene que se trata de una política
de vendetta afectar los beneficios extraordinarios de
las privatizadas (Pablo Gerchunoff, jefe de asesores del ministro
de Economía, Competencia o vendetta,
Suplemento económico de Clarín, del 13 de agosto pasado).
Esas increíbles utilidades (en total, unos 16 mil millones
de dólares desde 1991) fueron obtenidas por esas compañías
al operar en mercados monopólicos y al enfrentarse con órganos
de control dominados por la corrupción. También porque
pudieron indexar sus tarifas por la inflación de Estados
Unidos, definir en negociaciones turbias modificaciones en los contratos
y, en algunos casos, incumplir con las metas de inversión
comprometidas. Además, esas ganancias fueron engordadas al
no respetar el principio de neutralidad tributaria dispuesto en
los marcos regulatorios, que establecía que las variaciones
de la carga impositiva debían ser trasladadas a las tarifas.
Revisar esa herencia, que ha afectado y afecta la competitividad
de la economía, implica un acto de justicia ante una sociedad
empobrecida que padece las elevadas tarifas. Y esto no es una vendetta.
La cuestión, en definitiva, es que Machinea no sólo
no actúa sobre esa herencia, sin incluir en la discusión
la corrupción asociada a los procesos de enajenación
de las empresas públicas, sino que tampoco avanza con éxito
en la política que dice tener para las privatizadas: inyectar
competencia para que bajen las tarifas en favor del conjunto de
la sociedad.
La corta experiencia que ha tenido el equipo económico negociando
con las privatizadas ha sido frustrante, en cuanto beneficio para
el consumidor. El acuerdo con las gasíferas, autorizando
un aumento total del 5 por ciento en pleno invierno polar, ha sido
lamentable por las expectativas que habían generado. El convenio
para la baja de las comisiones de las AFJP se ha convertido en una
broma de mal gusto para los afiliados. Los legisladores de la Alianza
que quieren impulsar un proyecto para eliminar la indexación
de las tarifas por la inflación de EE.UU. se encuentran con
la oposición de Economía. Y la desregulación
telefónica tal como ha sido estructurada favorecerá
a las corporaciones y a los sectores de más altos ingresos,
efectos admitidos por el ministro de Infraestructura, Nicolás
Gallo, y el secretario de Comunicaciones, Henoch Aguiar, en sendos
reportajes a Página/12 la semana pasada.
De ese modo, sin que nada se haya hecho de lo que Gerchunoff piensa
que sería una vendetta y sin progresos en introducir
competencia en mercados monopólicos, el camino que han elegido,
voluntaria o involuntariamente, ha sido el del omertà.
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