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ECONOMíA EN PAGINA/12 WEB
20 AGOSTO 2000








 BUENA MONEDA
 por Alfredo Zaiat


De vendetta y omertà

Omertà: “Código de honor siciliano, que prohíbe informar sobre los delitos considerados asuntos que incumben a las personas implicadas” (Word Book Diccionary), en Omertà, de Mario Puzo, ediciones B Grupo Zeta.

La Alianza recibió una pesada herencia del gobierno de Carlos Menem. No sería justo culparla de todos los males que padece la economía, con su elevado desempleo, fragilidad social y dificultades fiscales. En esa línea, José Luis Machinea no se cansa de mencionar el descontrol de las cuentas públicas dejado por Roque Fernández. En estos días se conoció que el déficit fiscal del año pasado había alcanzado los 8485 millones de pesos. Ante semejante regalo, el ministro puso toda su energía, con una vocación fiscalista desconocida en él, para reducir ese desequilibrio. Pero no es la única herencia que arrastra la mochila dejada por Menem. También existen otras herencias que no deberían ser ignoradas. En caso contrario, si sobre lo único que actúa Economía es sobre el legado fiscal, lo de la herencia se convierte solamente en una excusa para aplicar, en realidad, un fortísimo ajuste sin ánimo de examinar el inventario. Y lo más asombroso es observar cómo tratan de convencerse de que ése es el camino del progresismo hoy en Argentina. En última instancia, sería un debate posible si al mismo tiempo la Alianza hubiera actuado con tanto vigor sobre otras herencias que condicionan tanto o más a la economía como el déficit fiscal. Y una de ellas es el nicho de privilegio de las privatizadas.
Se puede pecar de ingenuo, pero no deja de sorprender cuando desde el equipo económico se sostiene que se trata de una política de “vendetta” afectar los beneficios extraordinarios de las privatizadas (Pablo Gerchunoff, jefe de asesores del ministro de Economía, “Competencia o ‘vendetta’”, Suplemento económico de Clarín, del 13 de agosto pasado). Esas increíbles utilidades (en total, unos 16 mil millones de dólares desde 1991) fueron obtenidas por esas compañías al operar en mercados monopólicos y al enfrentarse con órganos de control dominados por la corrupción. También porque pudieron indexar sus tarifas por la inflación de Estados Unidos, definir en negociaciones turbias modificaciones en los contratos y, en algunos casos, incumplir con las metas de inversión comprometidas. Además, esas ganancias fueron engordadas al no respetar el principio de neutralidad tributaria dispuesto en los marcos regulatorios, que establecía que las variaciones de la carga impositiva debían ser trasladadas a las tarifas.
Revisar esa herencia, que ha afectado y afecta la competitividad de la economía, implica un acto de justicia ante una sociedad empobrecida que padece las elevadas tarifas. Y esto no es una “vendetta”.
La cuestión, en definitiva, es que Machinea no sólo no actúa sobre esa herencia, sin incluir en la discusión la corrupción asociada a los procesos de enajenación de las empresas públicas, sino que tampoco avanza con éxito en la política que dice tener para las privatizadas: inyectar competencia para que bajen las tarifas en favor del conjunto de la sociedad.
La corta experiencia que ha tenido el equipo económico negociando con las privatizadas ha sido frustrante, en cuanto beneficio para el consumidor. El acuerdo con las gasíferas, autorizando un aumento total del 5 por ciento en pleno invierno polar, ha sido lamentable por las expectativas que habían generado. El convenio para la baja de las comisiones de las AFJP se ha convertido en una broma de mal gusto para los afiliados. Los legisladores de la Alianza que quieren impulsar un proyecto para eliminar la indexación de las tarifas por la inflación de EE.UU. se encuentran con la oposición de Economía. Y la desregulación telefónica tal como ha sido estructurada favorecerá a las corporaciones y a los sectores de más altos ingresos, efectos admitidos por el ministro de Infraestructura, Nicolás Gallo, y el secretario de Comunicaciones, Henoch Aguiar, en sendos reportajes a Página/12 la semana pasada.
De ese modo, sin que nada se haya hecho de lo que Gerchunoff piensa que sería una “vendetta” y sin progresos en introducir competencia en mercados monopólicos, el camino que han elegido, voluntaria o involuntariamente, ha sido el del “omertà”.