Ese producto masivo llamado voto
Sus asesores de imagen (los de Fernando de la Rúa)
creen que utilizando los mismos recursos que aplican para atraer
votantes van a poder seducir a los inversores en proyectos, que
son los verdaderos impulsores del cambio. El voto popular es un
producto de consumo masivo. La inversión en proyectos es
un producto de elite. Los enfoques son totalmente diferentes y
por lo tanto la estrategia de publicidad a aplicar tiene que pasar
por otros carriles.
Esto lo ha escrito Guillermo Carracedo, hoy dueño de la
consultora Cadec y en cuyo currículum figura haber sido
vicepresidente de Bunge & Born. Con esa reflexión comentaba
la instrucción dada por el Presidente a los miembros de
su gabinete para que contrarrestasen el malhumor del público
mediante la difusión de buenas noticias referidas a la
economía.
Como ex alto directivo de B&B, en la época en que este
holding todavía no se había desmembrado, Carracedo
sabe muy bien cómo venderle a la gente productos como el
aceite Cocinero o la harina Favorita, y está convencido
de que también el voto popular puede captarse con las técnicas
con que se atraen clientes para los fideos Matarazzo o la mayonesa
Ri-k. Los inversores en proyectos, en cambio, merecen otra apreciación
intelectual, como escribe el ex mano derecha de Jorge Born.
A ellos no se les puede vender cualquier buzón.
Lo característico del consumidor masivo es que se ve sometido
a comprar sin mayor idea del contenido, y es inducido por mensajes
publicitarios muchas veces engañosos, que le prometen satisfacciones
que casi nunca podrá proveerles el producto ofrecido. Alguien
puede inferir de esto que el público es tonto, pero lo
indiscutible es que las empresas ocultan y distorsionan la información
que necesitaría para decidir bien. Los políticos,
como alude Carracedo, hacen exactamente lo mismo con sus promesas
y sus slogans. Pero el actual consultor también sugiere
que cuando un empresario busca plata, el recurso de desinformar
y mentir no sirve.