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ECONOMíA EN PAGINA/12 WEB
27 AGOSTO 2000









Poco para muchos

Por Fernando Krakowiak

En el país hay 4 millones de desocupados y subocupados sin contar a los desalentados que ni siquiera buscan trabajo. Sin embargo, cobran el seguro de desempleo apenas 122.059 personas. La falta de recursos para ampliar la cobertura del subsidio y profundizar políticas orientadas a la capacitación y a la reinserción laboral de los desempleados ha sido una constante durante los últimos diez años. La Central de los Trabajadores Argentinos encendió el debate al solicitar la implementación de un Seguro de Empleo y Formación que incluya a todos los jefes de hogar desocupados. El secretario de Empleo, Horacio Viqueira, reconoció ante Cash que “los recursos son insuficientes”, pero agregó que “sin crecimiento no se pueden generar puestos de trabajo ni sostener a un mayor número de desempleados”.
Los requisitos para obtener el seguro de desempleo vigente aparecen como un obstáculo difícil de sortear en una economía sumergida en un proceso de desindustrialización, donde se acrecienta cada vez más la destrucción de puestos de trabajo formales. Los interesados deben acreditar haber sido empleados bajo la Ley de Contrato de Trabajo y justificar un período mínimo de 12 meses con cotización al Fondo Nacional de Empleo. Por lo tanto, quienes trabajaron en negro y los jóvenes que buscan ocupación por primera vez y no la encuentran son los más perjudicados por ese sistema que excluye, entre otros, a los trabajadores agrarios, de la construcción y del servicio doméstico, debido a que en algunos casos tienen regímenes especiales.

Durante el año pasado el gobierno nacional destinó al pago del seguro 361,2 millones de pesos, y en lo que va del año el gasto mensual promedio se mantiene cercano a los 32 millones. El tiempo de la prestación está en relación con el período trabajado, pudiendo oscilar entre los 4 y los 12 meses. La remuneración se calcula sobre la base de los seis últimos sueldos y no puede superar los 300 pesos. Disminuye luego de la cuarta y de la octava cuota, pero siempre manteniéndose por encima del nivel mínimo de 150 pesos. La ley también prevé la modalidad de pago único de las prestaciones para aquellos trabajadores que se constituyan como asociados o miembros de cooperativas en actividades productivas. Sin embargo, la gerenta de Desempleo de la Administración Nacional de Seguridad Social, Ana Lía Dellepiane, afirmó a Cash que desde que asumió en su cargo a comienzos de año “hubo un solo caso en el que un grupo de trabajadores despedidos hizo uso de esta opción”.
Según la ley 24.013 las contribuciones patronales al Fondo Nacional de Empleo deben ser el 1,5 por ciento de las previstas para las Cajas de Asignaciones Familiares. Pero decretos posteriores fijaron una disminución del aporte de los empleadores según las distintas zonas económicas del país. Así es como la contribución promedio destinada al fondo alcanzó en noviembre de 1999 sólo el 0,92 por ciento.
Cuando se creó el sistema en 1991 la población en condiciones de cobrar el seguro representaba un 49 por ciento de los ocupados y un 76 por ciento de los asalariados. Sin embargo, el requisito de contribución a la seguridad social redujo este segmento, ya que por entonces existía un 27 por ciento de trabajadores en negro. La exclusión es mayor en el caso de las mujeres, ya que muchas se dedican a actividades no cubiertas por la prestación, como es el caso del servicio doméstico. Según las estadísticas de junio de este año suministradas por la Anses, sólo un 27,4 por ciento de los subsidios corresponde a mujeres.
La discusión en torno del rol que debe cumplir el seguro de desempleo en las sociedades modernas se viene dando desde hace varias décadas. Fundamentalmente en Europa donde este tipo de cobertura se desarrolló extensamente durante la posguerra. Los crecientes déficit fiscales y el aumento del desempleo estructural llevaron en la década del 80 a profundizar los debates sobre la incidencia del seguro en la productividad del trabajo y, finalmente, a realizar algunos recortes parciales en laprestación. Sin embargo, la cobertura promedio en estos países nunca estuvo por debajo del 50 por ciento de la población desocupada. Lo que se buscó fue tratar de orientar los subsidios al ámbito de las políticas activas con el objeto de no solamente sustituir ingresos perdidos sino también favorecer la búsqueda de empleo.
En América latina la situación ha sido completamente diferente. Los recursos destinados al seguro y a la capacitación laboral resultaron siempre escasos en relación con las crecientes necesidades de la población. En la Argentina, las personas que cobran el subsidio no reciben ninguna capacitación laboral ni son orientadas por el Estado en la búsqueda de empleo. Por lo tanto, en la mayoría de los casos una vez que la prestación se termina, se quedan sin seguro y sin trabajo. Para volver a cobrar la ayuda estatal la ley establece que el potencial beneficiario debe trabajar en blanco nuevamente y sus empleadores, realizar los aportes durante 12 meses como mínimo.
Desde la CTA afirman que el actual subsidio no sirve porque es una política de carácter exclusivamente compensatorio pensada al margen de cualquier estrategia redistributiva. Reclaman la implementación de un seguro de empleo y formación de 380 pesos a todos los jefes de hogar y una asignación de 60 pesos por hijo. Claudio Lozano, director del Instituto de Estudios sobre Estado y Participación de la CTA, señaló a Cash que “la propuesta apunta a lograr que ninguna familia argentina esté por debajo de la línea de pobreza”. Según Lozano la suma del seguro más la asignación por hijo requeriría un gasto de 9706 millones de pesos por año. La cifra fue calculada sobre la base de la última Encuesta Permanente de Hogares según la cual existen en la Argentina 722.400 jefes de hogar desocupados. Los dirigentes de la CTA afirman que los recursos se podrían obtener modificando el sistema impositivo. Para lo cual proponen una alternativa de recaudación que incluye la restitución de aportes patronales para las grandes empresas de bienes no transables, mayor presión tributaria al consumo superior y a las ganancias y reasignación de planes sociales. Esta suma de alternativas de financiamiento serviría para recolectar, según la CTA, un total cercano a los 17.500 millones de pesos.
En el Gobierno afirman que la propuesta es imposible de llevar a la práctica. Mientras tanto proponen esperar la llegada del crecimiento bajo la promesa de que esta vez el derrame alcanzara a los desocupados. Aseguran que no sucederá como en la década del 90 cuando las mejoras en el producto sirvieron para potenciar la rentabilidad de las principales empresas al tiempo que se fueron incrementando los niveles de pobreza y desocupación.


HORACIO VIQUEIRA secretario de Empleo

“El planteo de la CTA tiene poco sustento”

¿El Gobierno piensa extender la cobertura del seguro de desempleo?
–En este momento el sistema es deficitario. La posibilidad de crecimiento tiene que ver con la capacidad de recaudación del Estado y con la posibilidad de blanquear el trabajo de los millones de personas que trabajan en negro. En la medida en que sus empleadores tributen, se podrán incrementar los fondos y la cantidad de subsidios.
¿Las personas que cobran el seguro son capacitadas para que puedan reinsertarse en el mercado laboral?
–No hay recursos presupuestarios asignados específicamente a la recalificación de las personas desocupadas que están cobrando el seguro de desempleo. Tratamos de focalizar los programas en aquellos sectores que no tienen ningún beneficio, intentando cubrir las necesidades de los jefes de hogar desocupados para garantizar un ingreso mínimo a 350 mil familias.
La CTA reclama que se garantice un seguro de empleo y formación de 380 pesos para todos los jefes de hogar.
–El planteo tiene poco sustento desde el punto de vista fiscal. No creo que haya posibilidad de modificar los niveles de recaudación aumentando impuestos. La perspectiva de combatir la evasión es importante, pero tampoco alcanzaría. Además, los sueldos de una gran cantidad de trabajadores están muy por debajo de esos niveles salariales. Plantear que el Estado pueda garantizar ese piso no se condice con la realidad.
Pero con los recursos actuales pareciera no haber posibilidad de revertir los índices de desempleo.
–Me parece que tenemos que asumir la condición real en que está el Estado. Una situación perversa con un alto nivel de endeudamiento y una fuerte concentración del poder económico, de la cual no se sale sólo con una actitud voluntarista. Nosotros estamos planteando ampliar los recursos para el año próximo, pero el imperativo principal pasa por ver cómo se logra reactivar la economía. Pues sin crecimiento no se generan puestos de trabajo ni recursos para sostener a los desempleados.


ADRIANA MARSHALL del Conicet-Ides

“Es muy restrictivo”

¿Por qué son tan pocas las personas que cobran el seguro de desempleo?
–El seguro de desempleo en la Argentina fue pensado con un carácter muy restrictivo en cuanto al acceso para que no demandara un gran esfuerzo en términos presupuestarios. Históricamente representó el 0,1 del gasto en relación con el PBI mientras que en la mayoría de los países centrales oscila entre el 1 y el 3 por ciento. El sistema excluye por definición a un conjunto de trabajadores que están sobrerrepresentados en la población desocupada y eso hace que obtengan la prestación menos del 10 por ciento de los desempleados.
¿Cómo se podría hacer para extender la cobertura a los trabajadores informales?
–Muchas veces se pensó que la existencia de un seguro atado a la contribución de la seguridad social podría impulsar la formalización. Los trabajadores se avendrían menos a trabajar en negro para poder tener acceso al seguro de desempleo. Pero los altos niveles de desocupación hicieron fracasar este tipo de estímulo. La solución consiste en fiscalizar y penalizar a las empresas que contratan a trabajadores en negro.
¿La extensión del subsidio puede ayudar a reactivar la economía?
–Sin duda, el seguro es un instrumento muy importante de política macroeconómica que ha sido utilizado en algunos países para mantener el ingreso en los hogares, ampliar el consumo y reactivar la demanda agregada. Sin embargo, no creo que se adopte esta política en el actual contexto de restricción del gasto público.


CLAUDIO LOZANO De Idep-CTA

“Poner un piso a la degradación”

¿Qué características tiene el seguro de empleo y formación que propone la CTA?
–El seguro está pensado para intervenir sobre la población desocupada articulando la creación de circuitos económicos de emergencia a nivel local. Se diferencia del seguro de desempleo porque vincula fenómenos laborales y de capacitación sobre la población desocupada colocando al sector público en una estrategia de planificación de aquello que no resuelve el mercado. El objetivo es garantizar una renta mínima de 380 pesos por jefe de familia y una asignación de 60 pesos por hijo para que ningún hogar quede por debajo de la línea de pobreza.
En el Gobierno afirman que es una propuesta voluntarista porque carece de sustento fiscal.
–La lógica fiscal que no permite responder a esta propuesta está fuertemente desequilibrada ya que todos los procesos de ajuste y equilibrio recaen sobre el conjunto de la sociedad, ya sea porque los impuestos terminan cobrándoselos a las capas medias o porque la reducción del gasto en lugar de tocar subsidios termina restringiendo prestaciones esenciales. Dentro de esa lógica fiscal, el Gobierno no va a encontrar resolución a lo que nosotros planteamos.
¿Y cuál es la forma que ustedes proponen para financiar el seguro?
–El seguro requiere un financiamiento de 9700 millones que se pueden obtener incrementando la recaudación a partir de la expansión del consumo, restituyéndoles los aportes patronales a los grandes contribuyentes del sector de no transables (empresas privatizadas, bancos, hipermercados), eliminando las exenciones en el impuesto a las ganancias y generando una mayor presión impositiva sobre los consumos superiores. Además planteamos que hay 3700 millones de dólares destinados a planes sociales que tienen un efecto limitado en la lucha contra la pobreza porque no impactan sobre la causa del problema. Estos planes deberían ser reasignados en base a un único plan nacional de ejecución local que estuviera estructurado en torno del seguro de empleo. Pues si financiamos al jefe de hogar estaríamos poniéndole un piso a la degradación de la estructura ocupacional ya que el seguro se transformaría en el nuevo nombre del salario mínimo.

 


Historias de desocupados con seguro

Delia Isabel Tevez, 39 años,
ex empleada de una empresa
alimenticia.
“Vivía en la fábrica”

“Cuando me echaron me quedé helada porque nunca había tenido problemas con nadie. En la fábrica me dijeron que existía el fondo de desempleo, llenaron los papeles y un mes después empecé a cobrar. Me pagan 300 pesos durante un año más 40 pesos de salario por mi hijo Matías. Pero me avisaron que después de la cuarta cuota te bajan el sueldo. Ahora estoy averiguando porque necesito trabajar para completar los aportes jubilatorios. Pero es muy difícil. Mi marido está sin trabajo. El está estudiando para maestro mayor de obra. El subsidio debería ser mayor porque trabajé 21 años y casi vivía en la fábrica. Entraba a las cinco de la mañana y me iba a las diez de la noche. Cobraba 350 por quincena y con las horas extras juntaba un poco más. Hice muchas tareas. Uno a veces se sorprende porque hace un montón de cosas para que no te despidan y resulta que te despiden igual. No me dieron motivo. Lo que pasa es que los dueños que me vieron crecer no están.”

Darío Capelli, 30 años,
ex empleado de una empresa de comunicaciones.
“Cobraba parte en negro”

“Me enteré de que existía el seguro de desempleo por un amigo que lo estaba cobrando. Así que a los pocos días que me despidieron inicié los trámites y un mes después me empezaron a pagar. Me hubieran correspondido 12 cuotas mensuales de 300 pesos porque trabajé cuatro años y tenía un sueldo de 1200. Pero resulta que solamente me asignaron 8 cuotas de 180 por mes porque en la Anses hicieron el cálculo tomando en cuenta los 445 pesos que cobraba en blanco ya que el resto de mis ingresos era en negro. Encima no me reconocieron dos años de antigüedad debido a que en el ‘98 la empresa de comunicaciones en la que trabajaba cambió de razón social. Lo que sí recibo es una asignación familiar de 80 pesos por Camilo y Ludmila, mis hijos de 4 y 3 años, que cobro todos los meses en el Banco Nación junto con el resto del seguro. Ahora estoy tratando de rendir las dos últimas materias que me faltan para recibirme de sociólogo en la Universidad de Buenos Aires.”

Andrés Guzmán, 27 años,
ex empleado de una fábrica
de perfumes.
“La plata no alcanza”

“Trabajé durante seis años en una fábrica de perfumes hasta noviembre del año pasado. Cuando me despidieron, en la empresa me informaron que me correspondía pedir el subsidio por un año porque habían estado haciendo los aportes al fondo de desempleo. Así que realicé los trámites y desde diciembre empecé a cobrar 340 pesos por mes. Mientras tuve trabajo en la fábrica ganaba 800 pesos y nos arreglábamos bastante bien. Pero ahora salgo siempre a ver si consigo algo porque la plata no nos alcanza y la situación está cada vez más complicada. Vivo con mi señora y mis dos hijos en una casa que alquilamos junto con mis viejos y mis dos hermanos en Loma Hermosa. Hace un tiempo llamaron del Ministerio de Trabajo para preguntarme cómo hacía para buscar empleo. Pero nunca me convocaron a participar en cursos de capacitación laboral ni me ofrecieron ningún trabajo. Sin embargo, tampoco me puedo quejar porque el subsidio es una ayuda muy importante.”