¿Barril de petróleo o de pólvora?
Cada estadounidense consume en promedio casi 25 barriles de petróleo
por año (dato de 1999). Esto puede llevar a pensar en un
terrible impacto de la escalada del crudo sobre la economía
norteamericana, pero sería una exageración relativa.
Aunque el alto nivel de vida, el enorme parque automotor y las
grandes distancias explican ese desaforado consumo del estadounidense
medio, como máquina productiva Estados Unidos depende cada
vez menos del petróleo, hasta casos de ínfima dependencia,
como el de la informática y las comunicaciones. América
latina está en una situación muy diferente, dejando
de lado que contiene algunos países exportadores, entre
ellos la Argentina. El consumo latinoamericano por habitante fue
el año pasado de 4,1 barriles, apenas un sexto del estadounidense.
Sin embargo, en la medida en que la región se concentra
en la producción de commodities, su demanda de energía
es proporcionalmente alta, con lo que el encarecimiento afecta
los márgenes de crecimiento, salvo que disponga de otras
fuentes (como es parcialmente el caso argentino).
Mientras los países más desarrollados (excluyendo
Estados Unidos) rondan un consumo per cápita de 15 barriles/año,
los asiáticos emergentes no pasan de 1,4. Tal vez sea porque
las bicicletas son aún tracción a sangre. Carentes
de pozos propios, verían triplicar su factura petrolera
si osaran simplemente alcanzar a los latinoamericanos. Esto hace
pensar que el aumento de la riqueza no podrá regirse en
esos países por el modelo occidental.
En un mundo habituado al abaratamiento secular de las commodities,
que además están atravesando unos años muy
pálidos, el comportamiento del precio cartelizado del petróleo
provoca ganadores y perdedores entre las economías nacionales
y dentro de éstas, frente a lo cual cada Estado debería
tomar medidas equilibradoras. El argentino algo hizo respecto
del agro, pero hasta ahora básicamente se desentendió
del problema. No es seguro que pueda mantener esta no-política.