TABU I
En respuesta a la incredulidad expresada por el lector Mario D.
La Gatto, en Cash del domingo 10 de setiembre pasado, por la prolongación
de la no devaluación, tengo mi opinión
particular. Creo que ningún economista bienintencionado
rebatiría los argumentos por él descriptos. Personalmente
creo que todo esto fue concebido para matar a la industria argentina,
fuente de bienestar de nuestra población. No descarto que
la hiperinflación haya sido el primer paso. No soy experto
en el tema, lo cual no quita que aplique el sentido común,
previendo cuál sería el resultado de la política
desde su comienzo. Hoy estoy comprobando, lamentablemente, que
no estaba equivocado. A los resultados me remito. Tampoco soy
experto en criminología, pero no puedo dejar de hacer un
paralelo con una situación imaginaria: si ante innumerables
testigos, alguien de un equipo de expertos neurólogos cargara
un arma de fuego, apoyara el caño en la cabeza de una persona
medianamente sana, le quitara el seguro y tirara del gatillo,
disparando, ¿quedaría alguna duda de su intención
de asesinato? Ni siquiera, si los mismos médicos lo internaran
en una dudosa sala de terapia intensiva. Mucho menos si los mismos
testigos estuvieran presenciando nuevos disparos con la misma
arma. Eso sí; los nuevos disparos van intercalados de dosis
de aspirinas y acompañados de discursos geniales como Hemos
implementado todos los recursos a nuestro alcance, para la recuperación
de este paciente. Cientos de economistas me cuestionarán
y me explicarán que Mario, yo y otros tantos estamos equivocados,
pero no somos obstinados, y a lo único que nos remitimos
es a las pruebas.
Zohrab
Sagiryan
CI: 5.692.202
TABU
II
Profunda alegría me causó leer la carta del Sr.
La Gatto desde Brasil en el E-Cash del domingo 10 de setiembre
pasado. Allí trata de desmitificar el tema tabú
de los economistas de moda: la devaluación. Eso me decidió
a escribir mi parecer que, desde hace mucho, vengo mascullando.
Creo que en la Argentina no se puede hablar de devaluación
simplemente porque eso entraría en conflicto con los capitales
extranjeros que han sido invertidos, sobre todo en la compra de
las empresas privatizadas. Subir el valor de las importaciones
implicaría una menor tasa de rentabilidad para este tipo
de empresas que, como se leyera en este suplemento, compran gran
volumen de sus insumos en sus países de origen. Sus secuaces
(léase economistas de moda o políticos lábiles)
les siguen el juego, quedando la discusión relegada a un
sector de supuestos delirantes que pretenden enterrar al
país en una profunda crisis. Pareciera ser que todos
los países del mundo excepto Argentina han caído
bajo los efectos de la psicosis y han acudido a ajustar sus monedas
acorde a sus respectivas variables. Digámoslo claro: al
cambio fijo lo están soportando las clases bajas y medias
del país mediante reducciones salariales y desocupación.
Recurro al reportaje de este mismo suplemento del día 10
de setiembre a Sebastián Edwards, ex economista-jefe del
Banco Mundial. Allí él sentencia: ... con
un sistema de cambio fijo, la única forma de bajar la desocupación
es con más flexibilización laboral y salarial.
Por último: propongo a los lectores que dejen fluir sin
miedo sus opiniones acerca de este tema, para crear un reservorio
de opinión que combata la chatura y la complicidad de los
gurúes de turno.
Horacio
I. Cohen
[email protected]