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ECONOMíA EN PAGINA/12 WEB
17 SEPTIEMBRE 2000









El descontrol

Por Raúl Dellatorre

Los países exportadores de petróleo sacan cuentas sobre cuánto aumentará su renta por el aumento del precio del crudo y empiezan a imaginar cómo aplicarán esos fondos. Unos los destinarán a achicar el peso de su deuda externa. Otros, como Venezuela, anticipan que destinarán los recursos extra a salud y educación. Los que hasta hace pocos semanas preveían un déficit en sus cuentas públicas, hoy se encuentran con que el balance fiscal del año cerrará con superávit. Por el lado de los países importadores, los gobiernos están echando mano a medidas regulatorias para contener el alza del crudo y evitar que ésta se vuelque sobre los precios de los combustibles; recurren a reservas estratégicas o a sus fondos anticíclicos, siempre evitando el impacto sobre sus costos de producción. La situación de la Argentina y la política que aplica el Gobierno frente a la emergencia, ¿en cuál de los dos campos la ubica?
Se podrá decir de la globalización que interconecta los mercados del mundo de una forma tal que ninguno puede permanecer al margen de lo que suceda en el resto. Lo que difícilmente pueda demostrarse es que estos efectos son homogéneos en todas partes o que haya una única forma de responderlos, desde los gobiernos. Con resignación, el gobierno argentino asegura que nada puede hacer frente al incremento del crudo y que será el mercado el que defina los precios. No es eso lo que parece pensar el resto del mundo, ni siquiera los socios comerciales más cercanos, como Uruguay, Chile o Brasil en los que, pese a la dependencia de la importación, cada gobierno tiene incidencia en la definición de los valores en surtidor.
La opción adoptada por el gobierno de la Alianza ha sido la de aceptar, pasivamente, como herencia recibida el esquema de una inexistente “libre competencia” en el mercado de combustibles líquidos. Tres empresas, la estatal YPF y las privadas Shell y Esso controlaban en 1989, antes de la desregulación, el 96,5 por ciento de la elaboración de productos refinados y el 93 por ciento de las ventas al consumidor de naftas y gasoil. Diez años después, las privadas Repsol YPF (con Eg3 como controlada), Shell y Esso mantenían un control de mercado apenas inferior: 92,5 por ciento de la refinación y 89 por ciento de las ventas finales. Un monopolio que también se refleja en el alineamiento de precios de las empresas que operan localmente entre sí, pero con un absoluto divorcio de la evolución de los precios internacionales cuando éstos bajan, y un acompañamiento inmediato cuando suben.
En paralelo, producto de una política impositiva que castigó a los combustibles livianos (naftas) y benefició a los intermedios (gasoil), pero sin control sobre el destino de estos últimos, el mercado se “dieselizó”: sustituyó la nafta por el gasoil no sólo en el autotransporte y vehículos de carga, sino también en las versiones más modernas de automóviles particulares. En 1989, el país consumía 5 millones de m3 de naftas y 7,5 millones de m3 de gas oil. En 1998, las naftas habían crecido a 5,6 millones pero las ventas de gasoil las habían más que duplicado: 11,8 millones. La dispar evolución no podía ser acompañada por la producción en refinería, sin posibilidad de adaptación al nuevo perfil de demanda. Así, el país se ha convertido en un exportador de petróleo crudo e importador de gasoil (y de motores diesel).
Pero el hecho de ser productor excedente y exportador de la materia prima (el crudo) parece no dejarle al país los mismos beneficios que a otros oferentes en el mercado mundial. La privatización de las áreas de producción y del manejo de la refinación dejó al Gobierno y a la sociedad en su conjunto sin participación en la renta excedente. La desregulación total de la comercialización deja a los consumidores a expensas de la fijación de precios por parte de las tres empresas dominantes, dispuestas a reflejar en los surtidores la suba del crudo internacional. Sin los beneficios de país exportador, Argentina, como sociedad, paga todos los costos de país importador. El mercado del petróleo y sus derivados es esencialmente oligopólico desde su primera etapa. Los países exportadores, agrupados en la OPEP, deciden la cuota del producto que liberarán al mercado en cada período señalando la franja de precios pretendida y la política de producción que se darán para sostenerla. Las potencias consumidoras, Estados Unidos, la Unión Europea y Japón, reconocen esa situación y negocian directamente con la OPEP, de gobierno a gobierno, cuando reclaman mayor producción. Y controlan desde el plano oficial sus propios stocks de reservas y las políticas de precios internos y de reducción de consumo. Parecería obvio explicarlo, pero es una realidad que no es tenida en cuenta por los funcionarios argentinos –ni del actual ni del anterior gobierno–, cuando aluden a los precios internacionales como “decisiones de mercado” y asumen como mala palabra la “intervención” oficial en la propia casa.
Argentina exporta crudo pero no pertenece a la OPEP. No sólo por una cuestión de volúmenes o de alineamiento político, sino porque aunque quisiera y su producción excedente se equiparara a la de Venezuela, su aporte sería nulo. ¿Podría comprometer cuotas de producción o de exportación, cuando dejó el manejo de las mismas en manos de un puñado de empresas privadas? La renuncia del Gobierno al manejo, al control y a la más mínima forma de regulación de los mercados petroleros y de combustibles locales es una patética imagen del Estado bobo: confía en los mecanismos de un mercado libre que, en este sector, nadie cree ni practica.


UN MERCADO MONOPOLICO Y DE ESPALDAS AL PRECIO INTERNACIONAL

La competencia es sólo una quimera

Por R.D.

La crisis internacional del petróleo reavivó en Argentina un debate tan viejo como el aumento de la nafta: si el Gobierno está en condiciones de probar que el mercado de combustibles se maneja en condiciones monopólicas y, en consecuencia, sin competencia de precios. Es el paso previo a definir algún tipo de regulación oficial. Carlos Winograd, secretario de Defensa de la Competencia, aseguró en la última semana en una entrevista de Página/12 que no cuenta con recursos suficientes para apurar un estudio, que promete tener listo para fin de año. Pero si recurriera a los estudios hechos por institutos privados de investigación, incluso uno ligado al radicalismo, descubriría que el trabajo está hecho y sus conclusiones son contundentes: no hay condiciones de competencia, los precios en el mercado interno tienen un comportamiento absolutamente desconectado de la evolución de los precios internacionales, ubicándose siempre por arriba de esos valores de referencia (hasta duplicándolos). Como consecuencia, en los últimos ocho años se produjo una transferencia de los consumidores a la industria petrolera estimada en unos 4500 millones de dólares por el sobreprecio pagado.
Los tres secretarios anteriores de Energía (Alfredo Mirkin y César Mac Karthy con el menemismo, Daniel Montamat con la Alianza) prometieron estudiar el tema, pero nunca llegaron a conclusiones. La actual titular, Débora Giorgi, le pasa la responsabilidad a Defensa de la Competencia. Pero el “misterio” para los despachos oficiales ya fue resuelto por el Instituto Argentino de la Energía General Mosconi, que preside Jorge Lapeña (ex secretario del área en tiempos de Raúl Alfonsín). Dos elementos pueden servir para definir la estructura del mercado: la participación de cada empresa y la evolución de precios internos en relación con una paridad internacional. En refinación, Repsol YPF (sin Eg3, con un compromiso firmado de cesión a Petrobrás), Shell y Esso abarcan en conjunto el 85 por ciento del procesamiento local de derivados, sobre producción nacional e importada. En ventas al mercado, las mismas tres empresas tienen una participación del 80 por ciento aproximadamente en gasoil y 84 por ciento en naftas. El trabajo del Instituto Mosconi señala que entre 1990 y 1994 se observa “una apreciable disminución del grado de concentración”, que se revirtió a partir de 1996, observando que “se podría producir la situación indeseada de concentración creciente”.
En relación con los precios, el estudio realiza un seguimiento de los valores internos del gasoil, la nafta común y la súper a su salida de refinería (sin impuestos ni margen de comercialización y transporte) y los compara con los precios internacionales de productos homogéneos puestos en puerto (FOB) en Nueva York y con la cotización del crudo de referencia para la producción argentina (WTI mercado de Nueva York).
Durante el período analizado (enero ‘92 a diciembre ‘99), la evolución del precio en el mercado interno de los tres productos “no ha acompañado a los precios internacionales”, según demuestra el estudio. En efecto, el “apartamiento” del valor de la paridad internacional es mayor cuando los precios internacionales caen, como ocurrió entre noviembre de 1998 y febrero de 1999. En ese período, el sobreprecio local alcanzó al 100 por ciento en el caso del gasoil y al 200 por ciento en las naftas súper. A partir de entonces, los valores locales prácticamente no tuvieron variación mientras que en el mercado mundial cayó hasta setiembre y se recuperó en los meses posteriores. A fines de 1999, los precios locales de la súper mantenían un exceso sobre la paridad internacional superior al 50 por ciento.
Otro elemento a tener en cuenta para evaluar la estructura del mercado es la relación de precios entre distintas empresas. Observando las curvas de variación del valor de la súper de YPF (desde el ‘99, Repsol), Esso y Shell a lo largo del período, mes a mes, puede verificarse que prácticamente no hay diferencias entre sus trayectorias. Estas políticascoincidentes de precios les han permitido a las tres compañías mantener sus respectivas participaciones de mercado y, en conjunto, la posición dominante que todavía sustentan. Según expertos del sector, esta condición del mercado es la que desalentó el ingreso de otros operadores internacionales a la plaza local, como Texaco, y sólo da lugar al ingreso de nuevas empresas mediante acuerdo con las dominantes, como será el caso ahora de Petrobrás.
El estudio del Instituto Mosconi analiza las consecuencias de este comportamiento de los precios para el conjunto de la sociedad durante el período analizado, concluyendo que provocó “una transferencia de excedentes (sobre el precio de paridad internacional) de la sociedad a la industria petrolera del orden de los 4568 millones de dólares”.
Más del 40 por ciento de ese excedente (1915 millones de dólares) se obtuvo en los últimos dos años (98/99), período de “mayor apartamiento” de los precios internacionales. Tales son las consecuencias de “la inexistencia de condiciones de competencia y una evidente falta de conexión entre el mercado interno y el internacional”, según concluye el trabajo. Situación que, pese a lo verificado en el estudio, el Gobierno sigue dándose tiempo para analizarla.