El descontrol
Por
Raúl Dellatorre
Los
países exportadores de petróleo sacan cuentas sobre
cuánto aumentará su renta por el aumento del precio
del crudo y empiezan a imaginar cómo aplicarán esos
fondos. Unos los destinarán a achicar el peso de su deuda
externa. Otros, como Venezuela, anticipan que destinarán
los recursos extra a salud y educación. Los que hasta hace
pocos semanas preveían un déficit en sus cuentas públicas,
hoy se encuentran con que el balance fiscal del año cerrará
con superávit. Por el lado de los países importadores,
los gobiernos están echando mano a medidas regulatorias para
contener el alza del crudo y evitar que ésta se vuelque sobre
los precios de los combustibles; recurren a reservas estratégicas
o a sus fondos anticíclicos, siempre evitando el impacto
sobre sus costos de producción. La situación de la
Argentina y la política que aplica el Gobierno frente a la
emergencia, ¿en cuál de los dos campos la ubica?
Se podrá decir de la globalización que interconecta
los mercados del mundo de una forma tal que ninguno puede permanecer
al margen de lo que suceda en el resto. Lo que difícilmente
pueda demostrarse es que estos efectos son homogéneos en
todas partes o que haya una única forma de responderlos,
desde los gobiernos. Con resignación, el gobierno argentino
asegura que nada puede hacer frente al incremento del crudo y que
será el mercado el que defina los precios. No es eso lo que
parece pensar el resto del mundo, ni siquiera los socios comerciales
más cercanos, como Uruguay, Chile o Brasil en los que, pese
a la dependencia de la importación, cada gobierno tiene incidencia
en la definición de los valores en surtidor.
La opción adoptada por el gobierno de la Alianza ha sido
la de aceptar, pasivamente, como herencia recibida el esquema de
una inexistente libre competencia en el mercado de combustibles
líquidos. Tres empresas, la estatal YPF y las privadas Shell
y Esso controlaban en 1989, antes de la desregulación, el
96,5 por ciento de la elaboración de productos refinados
y el 93 por ciento de las ventas al consumidor de naftas y gasoil.
Diez años después, las privadas Repsol YPF (con Eg3
como controlada), Shell y Esso mantenían un control de mercado
apenas inferior: 92,5 por ciento de la refinación y 89 por
ciento de las ventas finales. Un monopolio que también se
refleja en el alineamiento de precios de las empresas que operan
localmente entre sí, pero con un absoluto divorcio de la
evolución de los precios internacionales cuando éstos
bajan, y un acompañamiento inmediato cuando suben.
En paralelo, producto de una política impositiva que castigó
a los combustibles livianos (naftas) y benefició a los intermedios
(gasoil), pero sin control sobre el destino de estos últimos,
el mercado se dieselizó: sustituyó la
nafta por el gasoil no sólo en el autotransporte y vehículos
de carga, sino también en las versiones más modernas
de automóviles particulares. En 1989, el país consumía
5 millones de m3 de naftas y 7,5 millones de m3 de gas oil. En 1998,
las naftas habían crecido a 5,6 millones pero las ventas
de gasoil las habían más que duplicado: 11,8 millones.
La dispar evolución no podía ser acompañada
por la producción en refinería, sin posibilidad de
adaptación al nuevo perfil de demanda. Así, el país
se ha convertido en un exportador de petróleo crudo e importador
de gasoil (y de motores diesel).
Pero el hecho de ser productor excedente y exportador de la materia
prima (el crudo) parece no dejarle al país los mismos beneficios
que a otros oferentes en el mercado mundial. La privatización
de las áreas de producción y del manejo de la refinación
dejó al Gobierno y a la sociedad en su conjunto sin participación
en la renta excedente. La desregulación total de la comercialización
deja a los consumidores a expensas de la fijación de precios
por parte de las tres empresas dominantes, dispuestas a reflejar
en los surtidores la suba del crudo internacional. Sin los beneficios
de país exportador, Argentina, como sociedad, paga todos
los costos de país importador. El mercado del petróleo
y sus derivados es esencialmente oligopólico desde su primera
etapa. Los países exportadores, agrupados en la OPEP, deciden
la cuota del producto que liberarán al mercado en cada período
señalando la franja de precios pretendida y la política
de producción que se darán para sostenerla. Las potencias
consumidoras, Estados Unidos, la Unión Europea y Japón,
reconocen esa situación y negocian directamente con la OPEP,
de gobierno a gobierno, cuando reclaman mayor producción.
Y controlan desde el plano oficial sus propios stocks de reservas
y las políticas de precios internos y de reducción
de consumo. Parecería obvio explicarlo, pero es una realidad
que no es tenida en cuenta por los funcionarios argentinos ni
del actual ni del anterior gobierno, cuando aluden a los precios
internacionales como decisiones de mercado y asumen
como mala palabra la intervención oficial en
la propia casa.
Argentina exporta crudo pero no pertenece a la OPEP. No sólo
por una cuestión de volúmenes o de alineamiento político,
sino porque aunque quisiera y su producción excedente se
equiparara a la de Venezuela, su aporte sería nulo. ¿Podría
comprometer cuotas de producción o de exportación,
cuando dejó el manejo de las mismas en manos de un puñado
de empresas privadas? La renuncia del Gobierno al manejo, al control
y a la más mínima forma de regulación de los
mercados petroleros y de combustibles locales es una patética
imagen del Estado bobo: confía en los mecanismos de un mercado
libre que, en este sector, nadie cree ni practica.
UN
MERCADO MONOPOLICO Y DE ESPALDAS AL PRECIO INTERNACIONAL
La competencia es sólo una quimera
Por
R.D.
La
crisis internacional del petróleo reavivó en Argentina
un debate tan viejo como el aumento de la nafta: si el Gobierno
está en condiciones de probar que el mercado de combustibles
se maneja en condiciones monopólicas y, en consecuencia,
sin competencia de precios. Es el paso previo a definir algún
tipo de regulación oficial. Carlos Winograd, secretario de
Defensa de la Competencia, aseguró en la última semana
en una entrevista de Página/12 que no cuenta con recursos
suficientes para apurar un estudio, que promete tener listo para
fin de año. Pero si recurriera a los estudios hechos por
institutos privados de investigación, incluso uno ligado
al radicalismo, descubriría que el trabajo está hecho
y sus conclusiones son contundentes: no hay condiciones de competencia,
los precios en el mercado interno tienen un comportamiento absolutamente
desconectado de la evolución de los precios internacionales,
ubicándose siempre por arriba de esos valores de referencia
(hasta duplicándolos). Como consecuencia, en los últimos
ocho años se produjo una transferencia de los consumidores
a la industria petrolera estimada en unos 4500 millones de dólares
por el sobreprecio pagado.
Los tres secretarios anteriores de Energía (Alfredo Mirkin
y César Mac Karthy con el menemismo, Daniel Montamat con
la Alianza) prometieron estudiar el tema, pero nunca llegaron a
conclusiones. La actual titular, Débora Giorgi, le pasa la
responsabilidad a Defensa de la Competencia. Pero el misterio
para los despachos oficiales ya fue resuelto por el Instituto Argentino
de la Energía General Mosconi, que preside Jorge Lapeña
(ex secretario del área en tiempos de Raúl Alfonsín).
Dos elementos pueden servir para definir la estructura del mercado:
la participación de cada empresa y la evolución de
precios internos en relación con una paridad internacional.
En refinación, Repsol YPF (sin Eg3, con un compromiso firmado
de cesión a Petrobrás), Shell y Esso abarcan en conjunto
el 85 por ciento del procesamiento local de derivados, sobre producción
nacional e importada. En ventas al mercado, las mismas tres empresas
tienen una participación del 80 por ciento aproximadamente
en gasoil y 84 por ciento en naftas. El trabajo del Instituto Mosconi
señala que entre 1990 y 1994 se observa una apreciable
disminución del grado de concentración, que
se revirtió a partir de 1996, observando que se podría
producir la situación indeseada de concentración creciente.
En relación con los precios, el estudio realiza un seguimiento
de los valores internos del gasoil, la nafta común y la súper
a su salida de refinería (sin impuestos ni margen de comercialización
y transporte) y los compara con los precios internacionales de productos
homogéneos puestos en puerto (FOB) en Nueva York y con la
cotización del crudo de referencia para la producción
argentina (WTI mercado de Nueva York).
Durante el período analizado (enero 92 a diciembre
99), la evolución del precio en el mercado interno
de los tres productos no ha acompañado a los precios
internacionales, según demuestra el estudio. En efecto,
el apartamiento del valor de la paridad internacional
es mayor cuando los precios internacionales caen, como ocurrió
entre noviembre de 1998 y febrero de 1999. En ese período,
el sobreprecio local alcanzó al 100 por ciento en el caso
del gasoil y al 200 por ciento en las naftas súper. A partir
de entonces, los valores locales prácticamente no tuvieron
variación mientras que en el mercado mundial cayó
hasta setiembre y se recuperó en los meses posteriores. A
fines de 1999, los precios locales de la súper mantenían
un exceso sobre la paridad internacional superior al 50 por ciento.
Otro elemento a tener en cuenta para evaluar la estructura del mercado
es la relación de precios entre distintas empresas. Observando
las curvas de variación del valor de la súper de YPF
(desde el 99, Repsol), Esso y Shell a lo largo del período,
mes a mes, puede verificarse que prácticamente no hay diferencias
entre sus trayectorias. Estas políticascoincidentes de precios
les han permitido a las tres compañías mantener sus
respectivas participaciones de mercado y, en conjunto, la posición
dominante que todavía sustentan. Según expertos del
sector, esta condición del mercado es la que desalentó
el ingreso de otros operadores internacionales a la plaza local,
como Texaco, y sólo da lugar al ingreso de nuevas empresas
mediante acuerdo con las dominantes, como será el caso ahora
de Petrobrás.
El estudio del Instituto Mosconi analiza las consecuencias de este
comportamiento de los precios para el conjunto de la sociedad durante
el período analizado, concluyendo que provocó una
transferencia de excedentes (sobre el precio de paridad internacional)
de la sociedad a la industria petrolera del orden de los 4568 millones
de dólares.
Más del 40 por ciento de ese excedente (1915 millones de
dólares) se obtuvo en los últimos dos años
(98/99), período de mayor apartamiento de los
precios internacionales. Tales son las consecuencias de la
inexistencia de condiciones de competencia y una evidente falta
de conexión entre el mercado interno y el internacional,
según concluye el trabajo. Situación que, pese a lo
verificado en el estudio, el Gobierno sigue dándose tiempo
para analizarla.
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