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ECONOMíA EN PAGINA/12 WEB
08 OCTUBRE 2000








 DESECONOMIAS
 por Julio Nudler

LA CRISIS POLITICA DE LA ALIANZA Y LA CONVERTIBILIDAD

¿Así se sale de la recesión?

¿Cuánto falta para que el desmadre político de la Alianza, y también de la oposición, desate una corrida contra el peso por un brote de pánico o un ataque especulativo? En momentos como éste, la maldita convertibilidad parece una bendición, y el piloto automático de este régimen obra como un dique de contención frente al caos de la dirigencia política. Pero es sólo un dique relativo, que no podría resistir el embate de una desconfianza generalizada. Si sobreviniese una fuga masiva del peso, la Alianza habría inducido la dolarización que quiere Menem y que ella rechaza. Pero no hay garantía cierta de que las reservas externas aguanten la embestida, y mucho menos de que una Argentina dolarizada sea viable.
Antes aun de la hipótesis de ruptura de la convertibilidad, el costo económico de esta crisis será enorme. Si, de acuerdo con una interpretación muy difundida, asumida incluso oficialmente, la recesión se prolongaba porque los consumidores sentían desconfianza e incertidumbre (el factor psicológico), ahora lo menos que puede esperarse es una reacción defensiva de todo el mundo, incluyendo a los empresarios y sus eventuales proyectos de inversión.
Es paradójico que Fernando de la Rúa haya precipitado el estallido aliancista mediante un recambio de gabinete con el que descartó a las figuras menos ortodoxas. El jueves por la noche aún se discutía si las decisiones presidenciales serían capaces de producir un shock de confianza en los mercados al fortalecer a José Luis Machinea con la disolución de Infraestructura y Vivienda. Pero tan sólo un día después el eje de la discusión se había desplazado: la cuestión es cómo contener la desconfianza generalizada en este gobierno y el fuerte deterioro de la imagen presidencial.
Hasta ahora la incertidumbre nacía de la propia política económica. El temor era alimentado por la desocupación, la caída del salario, las importaciones incontroladas y la concentración del mercado en pocas manos. Pero en estos momentos se añade un elemento nuevo: el miedo a la ingobernabilidad. Cuánto tiempo le llevará al Presidente disipar esta espesa nube es una incógnita. Lo único seguro es que dilatará todavía más la reactivación, realimentando así los brotes de conflicto social y económico. ¿Cómo hará un gobierno tan debilitado para apagar los focos de incendio?
Es verdad que la convertibilidad soportó ya varias crisis, como la del tequila o la salida de Domingo Cavallo. Pero en el camino siguió acumulando vulnerabilidad (por la creciente deuda externa, entre otros factores), y no es seguro que pueda continuar aguantando cualquier empellón. Muestra de su debilidad es la recesión que se prolonga desde mediados de 1998. Echarle ahora encima una crisis política de dimensiones tan aterradoras como la actual puede terminar por quebrarla. Sería, por supuesto, la peor y más desordenada manera de abandonar la convertibilidad.