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ECONOMíA EN PAGINA/12 WEB
15 OCTUBRE 2000








 BUENA MONEDA
 por Alfredo Zaiat


Círculo perverso

Hay que bajar el gasto público, dicen unos. Se debe cobrar más impuestos y, especialmente, a los sectores acomodados, sostienen otros. Todos coinciden con que una economía con convertibilidad y elevado endeudamiento tiene que cerrar la brecha fiscal para evitar el estallido. Unos y otros proponen estrategias para instrumentar un ajuste que permita el equilibrio de las cuentas. Hay que cortar el financiamiento a las universidades, provocan los primeros. Se tiene que impulsar políticas activas para los sectores productivos, insisten los segundos. Con tantas ideas dando vuelta, ¿por qué los planes de ajuste, re-ajuste y sobre-ajuste no terminan de encarrilar una economía sin rumbo? Si bien existen varias razones, una tiene una raíz estructural que, en general, no es considerada en su profunda dimensión. La reforma previsional de 1994 desfinanció al Estado al desviar los aportes jubilatorios de los trabajadores hacia las AFJP. También se sumó a esa sangría las quitas en las contribuciones patronales. Ambas medidas implican una pérdida de recursos para el fisco de unos 6000 millones de pesos anuales. Así se ha diseñado un círculo perverso –ni vicioso ni virtuoso– en el cual el Estado aumenta su endeudamiento para cubrir ese faltante emitiendo títulos que compran las AFJP con el dinero que reciben de los trabajadores, fondos que antes iban al Tesoro nacional.
Los cambios al sistema previsional agudizaron las dificultades para cerrar el déficit fiscal, debido a que la Seguridad Social le fue retirada abruptamente gran parte de sus recursos, pero debe seguir pagando los haberes. Ese desequilibrio presupuestario aumenta el riesgo país, con el consiguiente incremento de la tasa de interés, caída del nivel de actividad, menores ingresos tributarios y, como saldo, un nuevo plan de ajuste.
Siempre se dijo que los regímenes de reparto son un contrato de solidaridad intergeneracional entre los trabajadores. Los aportes de la actual permiten el pago de haberes de la pasada. Ese sistema tiene indudablemente debilidades, pero el de jubilación privada diseñó un inconsistente acuerdo previsional. Descripto sintéticamente más arriba su círculo perverso, la generación actual de trabajadores no sólo rompe con el compromiso solidario con los viejos trabajadores sumergiéndolos en haberes paupérrimos al desfinanciarse Seguridad Social, sino que también hipotecan su futuro y padecen su presente debido al crecimiento vertiginoso de la deuda pública. Y todo por una promesa de una imprevisible jubilación futura.
Los economistas se apasionan con prolijos modelos econométricos y en la evaluación del impacto intertemporal en las cuentas públicas del régimen jubilatorio de capitalización. Incluso José Luis Machinea y su alfil en el área de financiamiento, Daniel Marx, explican en tono académico ante los representantes de las AFJP el costo de mayor endeudamiento que asume el Estado por sostener el sistema privado. “Estamos poniendo en nuestras cuentas el pasivo de las futuras generaciones, que antes no poníamos”, definió Marx en la reciente Convención Anual de la Cámara de AFJP.
Mientras el equipo económico se muestra satisfecho por ese aporte al incierto bienestar futuro de los argentinos, las AFJP, controladas en su mayoría por las principales entidades financieras, se preocupan por el presente de sus bolsillos. En los últimos doce meses, el conjunto de las administradoras tuvo una ganancia de 191 millones de pesos, un 15 por ciento más que en los doce meses anteriores. Mientras tanto, un afiliado que haya derivado fondos desde el inicio del sistema a una AFJP que haya cobrado una comisión promedio y obtenido una rentabilidad también media tiene en su cuenta menos dinero que el aportado. Ese insólito saldo se debe a que las AFJP cobran una elevadísima comisión para manejar el dinero que reciben de los trabajadores. La mitad de esos fondos los destinan en una mitad a comprar títulos públicos, con lo cual quienes optaron por el sistema privado para no dejar su futuro en manos del Estado culminaron en la misma trampa que pretendieron esquivar.
Ese pésimo negocio para trabajadores y Estado es un pista para entender un poco mejor la actual fragilidad fiscal.