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ECONOMíA EN PAGINA/12 WEB
15 OCTUBRE 2000









Cifras de la crisis

Los últimos datos que manejan en el equipo de Machinea confirman que la recesión es mucho más profunda de lo previsto y que no hay indicios de salida en el corto plazo.

Reportaje a Pedro Lacoste: “Si no hay cambio de receta esto explota antes de tres años”.

La crisis de la Alianza leída desde la economía.

Por qué Machinea empezó hace rato a jugar en tiempo de descuento.

 

Por Maximiliano Montenegro

Es un informe que en el Ministerio de Economía manejan con la máxima reserva. Sintetiza las proyecciones casi definitivas que los funcionarios de José Luis Machinea elaboraron sobre el crecimiento de la economía para este año. Y confirma la sensación generalizada de los consultores privados de que la recesión es mucho más profunda de lo que se preveía. Según las propias cifras oficiales, ni aun en el mejor de los escenarios imaginados para lo que resta del año se conseguirá que la economía “crezca” para el 2000 por encima del 1 por ciento. Más aún, los técnicos del Ministerio creen más probable que el número sea incluso inferior al 0,5 por ciento, una tasa que se traduce como estancamiento en el piso de producción del año pasado. Estancamiento en el fondo del pozo.
Días atrás, Machinea había admitido que la economía crecería alrededor del 2 por ciento, ajustando su último pronóstico del 3,5 por ciento, que, a su vez, había ajustado el pronóstico original incluido en el Presupuesto del 4,5 por ciento. Pero, por ahora, se resiste a aceptar en público que ni siquiera se alcanzará esa modesta recuperación, también prevista en el nuevo acuerdo firmado con el Fondo Monetario hacia fines de septiembre. Más de una vez el cuestionado jefe de la SIDE, Fernando de Santibañes, le recriminó que no sabía trasmitir “buenas ondas” para influir en las expectativas de los agentes económicos. Y admitir, cuando la Alianza está en plena ebullición, que no hay que esperanzarse con ni siquiera una mínima expectativa de crecimiento, agravaría la tensión política.
Los resultados fueron confeccionados por los técnicos del Ministerio antes de la crisis de la Alianza desatada en los últimos diez días con la renuncia de Chacho Alvarez, cuando los funcionarios políticos de Machinea todavía confiaban en que hubiese un error de cálculo. Sin embargo, ahora están convencidos de que se harán realidad. Porque, en privado, reconocen que la incertidumbre política de los últimos días terminará de paralizar las pocas inversiones planeadas para los últimos meses del año.
Las nuevas cifras de la recesión abren los siguientes puntos de análisis:
u Salvo que hubiera una caída muy grande de la proporción de gente que busca empleo (la llamada tasa de actividad) lo más probable es que la tasa de desocupación, que está siendo relevada en estos días por el Indec, se mantenga en el 15,5 por ciento, o incluso aumente.
u Que todavía no aparezcan signos de recuperación en la economía acorta el tiempo de descuento que transita Machinea al frente de Economía. De hecho, según la encuesta efectuada días pasados por Página/12 durante la Conferencia Industrial de Mar del Plata, la mayoría cree que, si no hay reactivación, Machinea dejará de ser ministro antes de febrero.
u Que la economía siga absolutamente planchada este año, disminuye las expectativas de crecimiento para el próximo: un auto en marcha tiene posibilidades de llegar más lejos que uno que todavía no arrancó. Pero, además, porque este año habrá una caída record de las inversiones, incluso superior al año pasado, y si no se invierte hoy no habrá producción y empleo mañana.
u Los resultados de este año demuestran “el fracaso” –en términos de Pedro Lacoste, ver reportaje– de la política de subir impuestos y reducir salarios públicos, aplicada por Machinea, para cerrar el déficit fiscal en plena recesión. Como sostiene Lacoste, “la sorpresa no es que la economía no crezca, la sorpresa sería que creciera”. Y afirma que no es lógico apostar a que la economía se reactive si “tenemos una política monetaria contractiva, porque está dictada en un país con problemas de sobrecalentamiento como es la economía norteamericana, tenemos una política fiscal que es contractiva para cerrar el déficit fiscal en lapeor recesión casi del siglo, y tenemos un serio problema de competitividad”.
u A juzgar por el proyecto de Presupuesto 2001 está claro que Machinea insistirá el año próximo con la misma receta del ajuste fiscal, apostando a los efectos milagrosos de una baja del riesgo país. Pero corre el peligro, si todavía permanece en funciones, de repetir el mismo error de este año.
u Para el 2001, la estimación oficial de crecimiento es del 3,7 por ciento real. Si, como ocurrió este año, esa expectativa vuelve a ser desmentida a medida que pasan los meses, entonces habrá menos recaudación y más déficit fiscal que el previsto. Y entonces sería necesario más ajuste fiscal para cerrar las cuentas en línea con el FMI, con el telón de fondo de una depresión y un año electoral.
u “Un crecimiento del 2 por ciento por año no es sostenible para Argentina, ni social, ni política, ni económicamente. Si se sigue en este camino por algún lado explota antes de los próximos tres años”, dice Lacoste, un economista que siempre fue considerado más “ortodoxo” que Machinea y hoy le pide al ministro que haga lo que pensaba antes de ser ministro. No por ideología sino por pragmatismo.


Reportaje al economista Pedro Lacoste, consultor de los “mercados”.

“Si no hay cambio de receta,
                    explota”

Por M.M.

Pedro Lacoste es uno de los economistas más requeridos por bancos, empresas e inversores extranjeros. Durante mucho tiempo creyó en la receta de hacer el ajuste fiscal para bajar el riesgo país. Pero dice que como la realidad hoy es distinta, la receta también debe cambiar porque si no se corre el peligro de caer en una profunda depresión. En este reportaje con Cash, explica, además, cómo leer desde la economía la crisis política de la Alianza.
–¿Cómo evaluaron en el exterior la crisis política desatada por la renuncia de Alvarez?
–Primero, hubo una subestimación de la crisis. Después hubo interpretación simplista. Y ahora hay una preocupación mayor. La primera lectura fue: se va Chacho Alvarez, que era un factor de conflicto con el Presidente. Y, por no entenderse bien las diferencias que hay entre una empresa y un país, mucha gente veía esto como algo positivo en términos de gobernabilidad. Hubo una segunda lectura, válida hasta el martes pasado, que tenía que ver con un nuevo eje decisorio dentro del Gobierno en el que predominaba la visión del Presidente con el soporte ideológico de De Santibañes.
–El triunfo del delarruismo puro...
–El delarruismo puro, pero, muy importante, con el condimento ideológico de Santibañes. Eso también hizo que mucha gente en la Argentina y en el exterior viera la situación con buenos ojos. Creo que esto explica por qué, durante los dos primeros dos días de la semana, no hubo un impacto importante en los mercados. En los últimos días me parece que la lectura cambia. Porque lo que se ha visto con claridad es que hay un contraataque, no solamente del Frepaso sino también de la estructura del radicalismo. Y ahora queda en evidencia que hay una puja ideológica sobre cuál es el rumbo del Gobierno más que un conflicto de poderes.
–La idea es: no se están jugando personalismos, ni cómo se resuelve el escándalo de coimas del Senado, ni aspiraciones para el 2003. Lo que está diciendo es que se juegan cosas de fondo: cuál será la política económica del Gobierno, a sector beneficiar, a costa de quién.
–Exactamente. Y creo que esto es importante, porque es distinta la visión de la economía de De Santibañes, que podríamos definir de ortodoxia pura, de Chicago; y la visión que puede tener, con todos sus matices, el Frepaso y gran parte del partido radical. Creo que ésta es la gran pulseada.
–De un lado está Chacho Alvarez, del otro Santibañes: ¿dónde queda Machinea?
–Hasta los primeros días de esta semana, yo tenía una visión distinta del resto: para mí, Machinea quedaba debilitado, porque era el ministro de Economía de consenso de los tres liderazgos de la Alianza: Alfonsín, Chacho y De la Rúa. Si se plantea que vamos a un eje más delarruista, Machinea queda más delimitado. Hoy no lo sabemos, porque todavía no está definido cuál va a ser, finalmente, el liderazgo predominante de la Alianza.
–Ahí, hay una paradoja: el Presidente dice “yo fortalezco a Machinea dando Infraestructura”, algo que pedían los mercados, cuando en realidad si no se afirma la Alianza se debilita.
–Hay una paradoja. El tema es que, desde la línea delarruista, quienes plantean la visión ortodoxa, ante el fracaso de este enfoque durante los primeros 10 meses, en vez de estar revisando sus supuestos más bien están cargando las culpas en el pasado de Machinea, la cara de Machinea o el pasado del equipo económico. Entonces, por más que él enfatizara el camino ortodoxo, esto no le asegura ni siquiera el apoyo de estos sectores que ante el fracaso de sus políticas ahora prefieren culpar al ejecutor o a las personas.
–¿Machinea ejecuta la política de Santibañes, esa política económica fracasa y ahora los mercados lo culpan a Machinea?
–Ahí viene el problema de los conversos a los ojos de los mercados. Machinea tuvo siempre un enfoque que priorizaba el tema de la competitividad por sobre el tema fiscal, pero llega al Gobierno y aplica una receta distinta. Y por eso hoy le pasan la cuenta los ortodoxos desde siempre.
–¿Qué quieren los mercados para reactivar la economía argentina: que Machinea profundice la línea fiscalista de política económica o que directamente la ejecute un ortodoxo de pura cepa?
–Acá predomina la idea entre los economistas e incluso en gran parte del llamado establishment que el ajuste fiscal es la prioridad. Afuera hay una visión ortodoxa, pero también una visión pragmática y razonan: ¿qué país puede bajar su déficit fiscal en el medio de una recesión de dos años de duración? Desde el sentido común, dicen, esto es imposible. Piensan que el problema argentino es un problema de crecimiento y el problema de crecimiento no se resuelve con políticas fiscales contractivas.
–Pero también hay un acuerdo con el Fondo Monetario que plantea una única dirección.
-Al FMI hay que ir a plantearle una visión nueva de cuáles son los desafíos argentinos, con un plan consistente. Si uno le plantea que lo importante no es el déficit fiscal del mes que viene sino la solvencia fiscal de mediano plazo y que la única manera de resolverla es creciendo, ahí sí podemos hacer la política fiscal sea uno de los tantos instrumentos en el corto plazo para salir de la recesión. Una vez que lo hagamos, la solvencia fiscal se resuelve sola.
–¿Tener en el corto plazo una política fiscal expansiva?
–Sí, pero no lo veo tanto por el lado del gasto sino por la baja de impuestos. Es uno de los instrumentos.
–¿Qué tipo de impuestos bajaría?
–La Argentina tiene un serio problema de demanda, que son tres factores: las exportaciones, la inversión y el consumo. Por eso, hay que hacer todo lo posible mejorando la rentabilidad y los precios relativos de las empresas para que mejoren las exportaciones –hoy sólo responden las energéticas– y la inversión. Y también tenemos que hacer algo para favorecer la confianza del consumidor, lo cual no puede hacerse aumentando los salarios, porque va en contra del objetivo de mayor rentabilidad, pero sí incrementando el poder de compra, el salario de bolsillo: bajando el IVA, entre otras opciones. El punto es entenderque hoy el déficit fiscal se cierra si la economía crece, no a la inversa.
–Está el argumento de la secuencia baja de riesgo país, reducción de tasas de interés, aumento de inversiones...
–Hoy es un mito. Porque no afecta directamente la confianza del consumidor. Ya lo dijo Keynes: cuando los hechos cambian, lo normal es recomendar cosas distintas.
–El Presupuesto 2001 repite la receta...
Con el agravante que prevé una tasa nominal de crecimiento del 4,7 por ciento, que está totalmente inflada. De nuevo, hay supuestos superoptimistas del crecimiento del PBI que, después, como no se cumplen, se queda ante la disyuntiva de lanzar o nuevos ajustes fiscales o renegociaciones de la pauta con el FMI, que tampoco son buenas para las expectativas. En vez de firmar pautas de déficit fiscal con el FMI, habría que firmar compromisos de gasto público. Porque como el Gobierno no maneja la recaudación, que depende del ciclo económico y no tiene instrumentos para afectarlo, no puede firmar algo que después no puede cumplir. Tiene que plantear: yo mantengo el gasto y si crecemos 4,7 por ciento se reduce fuerte el déficit, si no habrá más déficit. Esto no es una locura de plantear al Fondo.