Cifras de la crisis
Los
últimos datos que manejan en el equipo de Machinea confirman
que la recesión es mucho más profunda de lo previsto
y que no hay indicios de salida en el corto plazo.
Reportaje
a Pedro Lacoste: Si no hay cambio de receta esto explota antes
de tres años.
La
crisis de la Alianza leída desde la economía.
Por
qué Machinea empezó hace rato a jugar en tiempo de
descuento.
Por
Maximiliano Montenegro
Es
un informe que en el Ministerio de Economía manejan con la
máxima reserva. Sintetiza las proyecciones casi definitivas
que los funcionarios de José Luis Machinea elaboraron sobre
el crecimiento de la economía para este año. Y confirma
la sensación generalizada de los consultores privados de
que la recesión es mucho más profunda de lo que se
preveía. Según las propias cifras oficiales, ni aun
en el mejor de los escenarios imaginados para lo que resta del año
se conseguirá que la economía crezca para
el 2000 por encima del 1 por ciento. Más aún, los
técnicos del Ministerio creen más probable que el
número sea incluso inferior al 0,5 por ciento, una tasa que
se traduce como estancamiento en el piso de producción del
año pasado. Estancamiento en el fondo del pozo.
Días atrás, Machinea había admitido que la
economía crecería alrededor del 2 por ciento, ajustando
su último pronóstico del 3,5 por ciento, que, a su
vez, había ajustado el pronóstico original incluido
en el Presupuesto del 4,5 por ciento. Pero, por ahora, se resiste
a aceptar en público que ni siquiera se alcanzará
esa modesta recuperación, también prevista en el nuevo
acuerdo firmado con el Fondo Monetario hacia fines de septiembre.
Más de una vez el cuestionado jefe de la SIDE, Fernando de
Santibañes, le recriminó que no sabía trasmitir
buenas ondas para influir en las expectativas de los
agentes económicos. Y admitir, cuando la Alianza está
en plena ebullición, que no hay que esperanzarse con ni siquiera
una mínima expectativa de crecimiento, agravaría la
tensión política.
Los resultados fueron confeccionados por los técnicos del
Ministerio antes de la crisis de la Alianza desatada en los últimos
diez días con la renuncia de Chacho Alvarez, cuando los funcionarios
políticos de Machinea todavía confiaban en que hubiese
un error de cálculo. Sin embargo, ahora están convencidos
de que se harán realidad. Porque, en privado, reconocen que
la incertidumbre política de los últimos días
terminará de paralizar las pocas inversiones planeadas para
los últimos meses del año.
Las nuevas cifras de la recesión abren los siguientes puntos
de análisis:
u Salvo que hubiera una caída muy grande de la proporción
de gente que busca empleo (la llamada tasa de actividad) lo más
probable es que la tasa de desocupación, que está
siendo relevada en estos días por el Indec, se mantenga en
el 15,5 por ciento, o incluso aumente.
u Que todavía no aparezcan signos de recuperación
en la economía acorta el tiempo de descuento que transita
Machinea al frente de Economía. De hecho, según la
encuesta efectuada días pasados por Página/12 durante
la Conferencia Industrial de Mar del Plata, la mayoría cree
que, si no hay reactivación, Machinea dejará de ser
ministro antes de febrero.
u Que la economía siga absolutamente planchada este año,
disminuye las expectativas de crecimiento para el próximo:
un auto en marcha tiene posibilidades de llegar más lejos
que uno que todavía no arrancó. Pero, además,
porque este año habrá una caída record de las
inversiones, incluso superior al año pasado, y si no se invierte
hoy no habrá producción y empleo mañana.
u Los resultados de este año demuestran el fracaso
en términos de Pedro Lacoste, ver reportaje de
la política de subir impuestos y reducir salarios públicos,
aplicada por Machinea, para cerrar el déficit fiscal en plena
recesión. Como sostiene Lacoste, la sorpresa no es
que la economía no crezca, la sorpresa sería que creciera.
Y afirma que no es lógico apostar a que la economía
se reactive si tenemos una política monetaria contractiva,
porque está dictada en un país con problemas de sobrecalentamiento
como es la economía norteamericana, tenemos una política
fiscal que es contractiva para cerrar el déficit fiscal en
lapeor recesión casi del siglo, y tenemos un serio problema
de competitividad.
u A juzgar por el proyecto de Presupuesto 2001 está claro
que Machinea insistirá el año próximo con la
misma receta del ajuste fiscal, apostando a los efectos milagrosos
de una baja del riesgo país. Pero corre el peligro, si todavía
permanece en funciones, de repetir el mismo error de este año.
u Para el 2001, la estimación oficial de crecimiento es del
3,7 por ciento real. Si, como ocurrió este año, esa
expectativa vuelve a ser desmentida a medida que pasan los meses,
entonces habrá menos recaudación y más déficit
fiscal que el previsto. Y entonces sería necesario más
ajuste fiscal para cerrar las cuentas en línea con el FMI,
con el telón de fondo de una depresión y un año
electoral.
u Un crecimiento del 2 por ciento por año no es sostenible
para Argentina, ni social, ni política, ni económicamente.
Si se sigue en este camino por algún lado explota antes de
los próximos tres años, dice Lacoste, un economista
que siempre fue considerado más ortodoxo que
Machinea y hoy le pide al ministro que haga lo que pensaba antes
de ser ministro. No por ideología sino por pragmatismo.
Reportaje al economista Pedro Lacoste, consultor de los mercados.
Si
no hay cambio de receta,
explota
Por
M.M.
Pedro
Lacoste es uno de los economistas más requeridos por bancos,
empresas e inversores extranjeros. Durante mucho tiempo creyó
en la receta de hacer el ajuste fiscal para bajar el riesgo país.
Pero dice que como la realidad hoy es distinta, la receta también
debe cambiar porque si no se corre el peligro de caer en una profunda
depresión. En este reportaje con Cash, explica, además,
cómo leer desde la economía la crisis política
de la Alianza.
¿Cómo evaluaron en el exterior la crisis
política desatada por la renuncia de Alvarez?
Primero, hubo una subestimación de la crisis.
Después hubo interpretación simplista. Y ahora hay
una preocupación mayor. La primera lectura fue: se va Chacho
Alvarez, que era un factor de conflicto con el Presidente. Y, por
no entenderse bien las diferencias que hay entre una empresa y un
país, mucha gente veía esto como algo positivo en
términos de gobernabilidad. Hubo una segunda lectura, válida
hasta el martes pasado, que tenía que ver con un nuevo eje
decisorio dentro del Gobierno en el que predominaba la visión
del Presidente con el soporte ideológico de De Santibañes.
El triunfo del delarruismo puro...
El delarruismo puro, pero, muy importante, con el condimento
ideológico de Santibañes. Eso también hizo
que mucha gente en la Argentina y en el exterior viera la situación
con buenos ojos. Creo que esto explica por qué, durante los
dos primeros dos días de la semana, no hubo un impacto importante
en los mercados. En los últimos días me parece que
la lectura cambia. Porque lo que se ha visto con claridad es que
hay un contraataque, no solamente del Frepaso sino también
de la estructura del radicalismo. Y ahora queda en evidencia que
hay una puja ideológica sobre cuál es el rumbo del
Gobierno más que un conflicto de poderes.
La idea es: no se están jugando personalismos, ni
cómo se resuelve el escándalo de coimas del Senado,
ni aspiraciones para el 2003. Lo que está diciendo es que
se juegan cosas de fondo: cuál será la política
económica del Gobierno, a sector beneficiar, a costa de quién.
Exactamente. Y creo que esto es importante, porque es
distinta la visión de la economía de De Santibañes,
que podríamos definir de ortodoxia pura, de Chicago; y la
visión que puede tener, con todos sus matices, el Frepaso
y gran parte del partido radical. Creo que ésta es la gran
pulseada.
De un lado está Chacho Alvarez, del otro Santibañes:
¿dónde queda Machinea?
Hasta los primeros días de esta semana, yo tenía
una visión distinta del resto: para mí, Machinea quedaba
debilitado, porque era el ministro de Economía de consenso
de los tres liderazgos de la Alianza: Alfonsín, Chacho y
De la Rúa. Si se plantea que vamos a un eje más delarruista,
Machinea queda más delimitado. Hoy no lo sabemos, porque
todavía no está definido cuál va a ser, finalmente,
el liderazgo predominante de la Alianza.
Ahí, hay una paradoja: el Presidente dice yo
fortalezco a Machinea dando Infraestructura, algo que pedían
los mercados, cuando en realidad si no se afirma la Alianza se debilita.
Hay una paradoja. El tema es que, desde la línea
delarruista, quienes plantean la visión ortodoxa, ante el
fracaso de este enfoque durante los primeros 10 meses, en vez de
estar revisando sus supuestos más bien están cargando
las culpas en el pasado de Machinea, la cara de Machinea o el pasado
del equipo económico. Entonces, por más que él
enfatizara el camino ortodoxo, esto no le asegura ni siquiera el
apoyo de estos sectores que ante el fracaso de sus políticas
ahora prefieren culpar al ejecutor o a las personas.
¿Machinea ejecuta la política de Santibañes,
esa política económica fracasa y ahora los mercados
lo culpan a Machinea?
Ahí viene el problema de los conversos a los ojos
de los mercados. Machinea tuvo siempre un enfoque que priorizaba
el tema de la competitividad por sobre el tema fiscal, pero llega
al Gobierno y aplica una receta distinta. Y por eso hoy le pasan
la cuenta los ortodoxos desde siempre.
¿Qué quieren los mercados para reactivar
la economía argentina: que Machinea profundice la línea
fiscalista de política económica o que directamente
la ejecute un ortodoxo de pura cepa?
Acá predomina la idea entre los economistas e
incluso en gran parte del llamado establishment que el ajuste fiscal
es la prioridad. Afuera hay una visión ortodoxa, pero también
una visión pragmática y razonan: ¿qué
país puede bajar su déficit fiscal en el medio de
una recesión de dos años de duración? Desde
el sentido común, dicen, esto es imposible. Piensan que el
problema argentino es un problema de crecimiento y el problema de
crecimiento no se resuelve con políticas fiscales contractivas.
Pero también hay un acuerdo con el Fondo Monetario
que plantea una única dirección.
-Al FMI hay que ir a plantearle una visión nueva de
cuáles son los desafíos argentinos, con un plan consistente.
Si uno le plantea que lo importante no es el déficit fiscal
del mes que viene sino la solvencia fiscal de mediano plazo y que
la única manera de resolverla es creciendo, ahí sí
podemos hacer la política fiscal sea uno de los tantos instrumentos
en el corto plazo para salir de la recesión. Una vez que
lo hagamos, la solvencia fiscal se resuelve sola.
¿Tener en el corto plazo una política fiscal
expansiva?
Sí, pero no lo veo tanto por el lado del gasto
sino por la baja de impuestos. Es uno de los instrumentos.
¿Qué tipo de impuestos bajaría?
La Argentina tiene un serio problema de demanda, que
son tres factores: las exportaciones, la inversión y el consumo.
Por eso, hay que hacer todo lo posible mejorando la rentabilidad
y los precios relativos de las empresas para que mejoren las exportaciones
hoy sólo responden las energéticas y la
inversión. Y también tenemos que hacer algo para favorecer
la confianza del consumidor, lo cual no puede hacerse aumentando
los salarios, porque va en contra del objetivo de mayor rentabilidad,
pero sí incrementando el poder de compra, el salario de bolsillo:
bajando el IVA, entre otras opciones. El punto es entenderque hoy
el déficit fiscal se cierra si la economía crece,
no a la inversa.
Está el argumento de la secuencia baja de riesgo
país, reducción de tasas de interés, aumento
de inversiones...
Hoy es un mito. Porque no afecta directamente la confianza
del consumidor. Ya lo dijo Keynes: cuando los hechos cambian, lo
normal es recomendar cosas distintas.
El Presupuesto 2001 repite la receta...
Con el agravante que prevé una tasa nominal de crecimiento
del 4,7 por ciento, que está totalmente inflada. De nuevo,
hay supuestos superoptimistas del crecimiento del PBI que, después,
como no se cumplen, se queda ante la disyuntiva de lanzar o nuevos
ajustes fiscales o renegociaciones de la pauta con el FMI, que tampoco
son buenas para las expectativas. En vez de firmar pautas de déficit
fiscal con el FMI, habría que firmar compromisos de gasto
público. Porque como el Gobierno no maneja la recaudación,
que depende del ciclo económico y no tiene instrumentos para
afectarlo, no puede firmar algo que después no puede cumplir.
Tiene que plantear: yo mantengo el gasto y si crecemos 4,7 por ciento
se reduce fuerte el déficit, si no habrá más
déficit. Esto no es una locura de plantear al Fondo.
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