La rana hervida
Es
un economista exitoso. Tiene solvencia técnica
(Graciela Fernández Meijide, en declaraciones radiales).
Puede
ser que alguien tenga competencia técnica para ejecutar un
plan que produce concentración del ingreso. Eso lleva a un
aumento de la desocupación; eso lleva a un aumento de la
pobreza. No crea que la desocupación es para todo el mundo
una mala noticia. Ha tenido un efecto disciplinador y ha bajado
la participación del salario en el Producto. Las acciones
de los hombres no son neutras. Tienen intereses sectoriales
(Rodolfo Terragno, en declaraciones radiales).
Alicia
Castro, diputada del Frepaso, describe la teoría de la rana
hervida: Si usted quiere cocinar una rana y la pone en agua
hirviendo de golpe, la rana salta y se salva. Ahora, si realmente
la quiere cocinar, la pone en agua fría, y va subiendo lentamente
la temperatura, la ranita va nadando y cuando se quiere acordar
está cocinada.
La
ministra de Desarrollo Social repartió esos elogios profesionales
a Domingo Cavallo. El ex jefe de Gabinete hizo una lectura más
precisa. Resaltó esas cualidades para implementar un plan
económico con efectos que la Alianza cuestionó, destacando
que se puede ser muy buen técnico para responder a intereses
económicos particulares. Y que eso ha sido el ex ministro
de Economía de Carlos Menem. Por su parte, Castro, que ha
sido marginada de la fuerza que lidera Carlos Chacho
Alvarez por su oposición a la política económica
del Gobierno, reflejó con fina ironía la operación
política de acostumbramiento a la figura de Cavallo que se
está aplicando a los integrantes de la Alianza.
Cavallo ha sido la trampa que el establishment puso en el camino
del Gobierno, que aceptaron caer con ganas en una curiosa coincidencia
Chacho Alvarez y el Grupo Pilar (Antonito de la Rúa y su
tío Fernando de Santibañes). Resulta revelador
los actores que lo impulsan como ministro de la Alianza, destacándose
el grupo de los socios de Soros en Argentina, entre otros que están
desesperados por una rápida recuperación del mercado
doméstico. También resulta interesante observar que
en el caso de Cavallo la reputación sea un activo.
No por reiterado no merece ser recordado el tránsito de Cavallo
por la función pública. Fue presidente del Banco Central
durante 52 días en la última dictadura militar, cargo
desde el cual sentó las bases para la estatización
de la deuda privada. Siendo diputado nacional del PJ, en los finales
de la gestión alfonsinista, viajó a Estados Unidos
para aconsejar al FMI, Banco Mundial e inversores que no presten
recursos a la Argentina. Recomendación que aceleró
la hiperinflación y la posterior entrega anticipada del poder
a Menem. Ya como canciller fue el ideólogo del Plan Bónex,
que confiscó plazos fijos entregando a cambio bonos. Al frente
del Ministerio de Economía aplicó el Plan de Convertibilidad,
que frenó la espiral inflacionaria. Pero también impulsó
una apertura no administrada, que desestructuró el aparato
productivo con la consiguiente fragmentación del mercado
del trabajo. Y privatizó empresas estatales, entregando mercados
monopólicos a grupos económicos concentrados.
En cada una de sus intervenciones Cavallo aplicó su solvencia
técnica para salvar intereses sectoriales,
como bien lo subrayó Terragno. A los grupos económicos
locales endeudados (en 1982), a empresas y bancos (1989 con el Plan
Bónex), a los grupos que quedaron en pie asociados con los
acreedores externos (1991-1995).
¿A quién salvaría ahora? ¿Y cómo?
Todos aquellos de la Alianza que impulsan su asalto al poder, ¿sabrán
contestar esas dos preguntas?
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