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ECONOMíA EN PAGINA/12 WEB
24 DICIEMBRE 2000








 BUENA MONEDA
 por Alfredo Zaiat


La rana hervida

“Es un economista exitoso. Tiene solvencia técnica”
(Graciela Fernández Meijide, en declaraciones radiales).

“Puede ser que alguien tenga competencia técnica para ejecutar un plan que produce concentración del ingreso. Eso lleva a un aumento de la desocupación; eso lleva a un aumento de la pobreza. No crea que la desocupación es para todo el mundo una mala noticia. Ha tenido un efecto disciplinador y ha bajado la participación del salario en el Producto. Las acciones de los hombres no son neutras. Tienen intereses sectoriales” (Rodolfo Terragno, en declaraciones radiales).

Alicia Castro, diputada del Frepaso, describe la teoría de la rana hervida: “Si usted quiere cocinar una rana y la pone en agua hirviendo de golpe, la rana salta y se salva. Ahora, si realmente la quiere cocinar, la pone en agua fría, y va subiendo lentamente la temperatura, la ranita va nadando y cuando se quiere acordar está cocinada”.

La ministra de Desarrollo Social repartió esos elogios profesionales a Domingo Cavallo. El ex jefe de Gabinete hizo una lectura más precisa. Resaltó esas cualidades para implementar un plan económico con efectos que la Alianza cuestionó, destacando que se puede ser muy buen técnico para responder a intereses económicos particulares. Y que eso ha sido el ex ministro de Economía de Carlos Menem. Por su parte, Castro, que ha sido marginada de la fuerza que lidera Carlos “Chacho” Alvarez por su oposición a la política económica del Gobierno, reflejó con fina ironía la operación política de acostumbramiento a la figura de Cavallo que se está aplicando a los integrantes de la Alianza.
Cavallo ha sido la trampa que el establishment puso en el camino del Gobierno, que aceptaron caer con ganas en una curiosa coincidencia Chacho Alvarez y el Grupo Pilar (Antonito de la Rúa y su “tío” Fernando de Santibañes). Resulta revelador los actores que lo impulsan como ministro de la Alianza, destacándose el grupo de los socios de Soros en Argentina, entre otros que están desesperados por una rápida recuperación del mercado doméstico. También resulta interesante observar que en el caso de Cavallo la “reputación” sea un activo.
No por reiterado no merece ser recordado el tránsito de Cavallo por la función pública. Fue presidente del Banco Central durante 52 días en la última dictadura militar, cargo desde el cual sentó las bases para la estatización de la deuda privada. Siendo diputado nacional del PJ, en los finales de la gestión alfonsinista, viajó a Estados Unidos para aconsejar al FMI, Banco Mundial e inversores que no presten recursos a la Argentina. Recomendación que aceleró la hiperinflación y la posterior entrega anticipada del poder a Menem. Ya como canciller fue el ideólogo del Plan Bónex, que confiscó plazos fijos entregando a cambio bonos. Al frente del Ministerio de Economía aplicó el Plan de Convertibilidad, que frenó la espiral inflacionaria. Pero también impulsó una apertura no administrada, que desestructuró el aparato productivo con la consiguiente fragmentación del mercado del trabajo. Y privatizó empresas estatales, entregando mercados monopólicos a grupos económicos concentrados.
En cada una de sus intervenciones Cavallo aplicó su “solvencia técnica” para salvar “intereses sectoriales”, como bien lo subrayó Terragno. A los grupos económicos locales endeudados (en 1982), a empresas y bancos (1989 con el Plan Bónex), a los grupos que quedaron en pie asociados con los acreedores externos (1991-1995).
¿A quién salvaría ahora? ¿Y cómo? Todos aquellos de la Alianza que impulsan su asalto al poder, ¿sabrán contestar esas dos preguntas?