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DESECONOMIAS |
por
Julio Nudler
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Las antenas de Dios
El
arzobispo de Canterbury, jefe espiritual de la Iglesia Anglicana,
descubrió que ahora que los británicos ya no colman
las naves eclesiales ni aportan óbolos suficientes, templos
y capillas pueden encontrar en la tecnología los recursos
que la teología no les proporciona. Instruyó por
tanto a las 16 mil parroquias del Reino Unido a ofrecer sus campanarios
y chapiteles a las compañías de telefonía
celular, para que acomoden en ellos sus antenas, a cambio de un
alquiler a convenir. Así lo ha hecho la iglesia de Santa
María, en Winkfield, una aldea rural de Berkshire, al oeste
de Londres, que acordó el negocio con Vodafone, la mayor
empresa europea de celulares. Además de lograr que los
aldeanos tengan buena recepción y puedan telefonear a gusto,
sumándose a la fiebre general de la comunicación
por la comunicación misma, el vicario consiguió
que Vodafone pague 7000 libras por el primer año de arriendo
y 4700 por cada año sucesivo. En la oficina del arzobispado
calculan que el filón podrá reportar unos 12 millones
de libras anuales, además de evitar que el contorno arquitectónico
de antiguos pueblos se vea ofuscado por el emplazamiento de horribles
postes. Por otro lado, y como ha ocurrido en Winkfield, cuya iglesia
data del siglo XIII, la antena es casi imperceptible desde el
suelo, y tan pequeña que no molesta al campanero cuando
debe hacer sonar el carillón. De esta manera, una institución
venerable y trascendente como la Iglesia, que cualquier economista
encuadraría en el sector servicios, obtiene nuevos ingresos
sin salirse de ese sector, aunque en una dimensión claramente
más terrenal. Si bien la torre de Santa María sólo
alcanza los doce metros de altura, su propósito fue siempre
la comunicación, ya fuera con los fieles de la comarca,
ya fuera con Dios, y ahora sigue en la misma tónica, aunque
los diálogos telefónicos que encauza ya no sean
necesariamente piadosos. Pero si las libras esterlinas recaudadas
se consagran a mejor servir al Todopoderoso, ello compensará
las indecencias que puedan susurrarse los celufeligreses.
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