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ECONOMíA EN PAGINA/12 WEB
11 FEBRERO 2001








 DESECONOMIAS
 por Julio Nudler


Desargentinizando a Dios

“Si creemos en nuestro futuro, si algo nos hace pensar que podemos crecer, es justamente porque no somos ricos. Hoy nuestra mayor esperanza no es nuestra riqueza sino nuestro atraso.” Sin duda, fue ésta la afirmación más impactante (en algún sentido) de El optimismo de la razón, el “proyecto nacional de desarrollo en economía abierta” que dieron a conocer Pablo Gerchunoff y Lucas Llach (antes coautores del libro El ciclo de la ilusión y el desencanto). Hay que admitir que esa boutade no recibe luego una explicación muy satisfactoria. Esta alude al gran potencial de crecimiento que tiene el país, precisamente por no haber llegado a ser una potencia. Es más: “No hay ningún mecanismo automático que garantice que de aquí a dos o tres generaciones la Argentina será de nuevo un país rico. Depende, casi exclusivamente, de la calidad de sus políticas, y de un poco de buena fortuna.” Estamos listos, pensará cualquiera.
Estos economistas (el primero de ellos, jefe del gabinete de asesores del ministro Machinea) desargentinizan a Dios: el Supremo nos agració con una magnífica geografía, pero la situó desfavorablemente. Recuerdan que a México apenas un río la separa de Estados Unidos; que España es protagonista de la Europa unificada porque, como ya quisieron los Borbones, los Pirineos no existen; y que hasta la remota Australia ha terminado estando a un tiro de piedra de la región más dinámica del planeta. Y, en cambio, “con todas las oportunidades que ha abierto el Mercosur, Brasil sigue sin ser Europa, Estados Unidos o el Asia Oriental”. Pero el Divino Creador ni siquiera acertó con la configuración de recursos naturales que derramó sobre la Argentina, porque ella determinó que las exportaciones del país dependan precisamente de aquellos productos cuyo tratamiento aduanero en los grandes centros consumidores es hoy más desfavorable. Así, la Argentina es el país cuyos términos de intercambio externo (la relación entre los precios de lo que exporta y de lo que importa) más se perjudican por el proteccionismo alimentario de los países desarrollados.