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ECONOMíA EN PAGINA/12 WEB
18 MARZO 2001








 BUENA MONEDA
Por Alfredo Zaiat


El huevo y la gallina

Finalmente, Ricardo López Murphy ya jugó su carta. Al instante, la UCR y el Frepaso le respondieron. Mañana, le tocará el turno a la city. En esas apuestas parecería que se va el destino de la economía, atrapada en un chantaje cada vez más descarado de lo que se denomina mercado, que no es otra cosa que los tenedores de títulos de deuda argentina. Esos operadores –bancos, fondos del exterior, bancos de inversión, compañías de seguro, entre los más importantes– sólo les preocupa cobrar puntualmente el capital y la renta que devengan esos bonos. El año pasado, atrapados por el temor a una eventual cesación de pagos empujaron a la Argentina a los brazos del FMI para estructurar un blindaje que les aseguraría cobrar la deuda. La tranquilidad duró poco. Ahora, ante el miedo de que ese paquete financiero se consuma rápidamente exigen contención del gasto, para que éste no se desvíe a otro destino que no sea el pago de las obligaciones externas. Así, este ajuste como los anteriores, con la auditoría del FMI, busca garantizar recursos que permitan cumplir con la deuda. Por debajo del discurso de la necesidad de una estructura del Estado más eficiente, que deriva una y otra vez en recortes de partidas y en aumento de transferencias de rentas a grupos económicos locales y extranjeros vía dilapidación de activos públicos, se encuentra la demanda de liberación de fondos para cumplir con los acreedores.
Ese reclamo no tendría tanta carga de dramaticidad si no fuera porque la economía no está creciendo y, por lo tanto, no genera los recursos suficientes para hacer frente tanto a la deuda como al funcionamiento del aparato estatal. Argentina cayó en una virtual cesación de pagos en el último trimestre del año pasado por la combinación de la falta de recuperación del nivel de actividad y la errada política financiera encarada por el anterior equipo económico. El salvataje financiero brindó tiempo para recrear un clima de confianza que aliente a la inversión y al consumo para disparar un proceso de crecimiento. Pero José Luis Machinea no tuvo éxito en esa tarea. Ahora le llegó el turno a LM, que busca lo mismo y por el mismo camino lo que no pudo conseguir su antecesor en el Palacio de Hacienda: precipitar el círculo virtuoso de crecimiento, eligiendo como disparador el recorte del gasto público para cumplir con metas fiscales comprometidas con el FMI.
La dificultad que enfrenta ese virtuosismo es que nace vicioso, puesto que la obsesión por bajar gastos sólo provoca la demora en la salida de la larga recesión de 33 meses. Como el huevo y la gallina, la economía argentina tiene que resolver si para crecer primero hay que conseguir la solvencia fiscal o si hay que brindar estímulos a la demanda para que consumidores y empresarios prendan sus motores. Cuando se opta por la primera alternativa, como lo hizo Machinea y ahora LM, se privilegia ante todo a los acreedores. Pero en esa estrategia aparece rápidamente la contradicción que refiere a que los dueños de títulos de la deuda, precisamente, son los que reclaman también crecimiento para cobrar sin problemas. Y, a la vez, exigen no aumentar la brecha fiscal, que tienen que financiar.
Esa puja por los fondos públicos remite a los últimos años del gobierno de Alfonsín que, si bien en un contexto diferente, terminó con las arcas públicas exhaustas. Si en lo próximos meses no se vislumbran indicadores de crecimiento que permitan disimular la quiebra del Estado, LM se enfrentará también al fantasma de la cesación de pagos, escenario que está siendo evaluado por los principales bancos de inversión internacionales. Sin las perspectivas de que en el corto plazo el contexto internacional ayude a mejorar la situación, la resolución de ese conflicto se dará vía una devaluación o una amplia reestructuración de la deuda. Este es el verdadero juego que ha empezado a correr.