Post hoc, ergo propter hoc
Desde el juicio a los comandantes y sus colaboradores, la Argentina
aprendió un lenguaje nuevo, que no distingue entre verbos
transitivos e intransitivos. Eso extingue la relación causa-efecto,
y con ello la responsabilidad por los hechos. Nadie hizo nada. Había
desaparecidos, pero porque ellos desaparecían, no porque
alguien los hacía desaparecer. El tipo apuntaba el arma a
un blanco que la superioridad le señalaba y apretaba el gatillo.
En la otra punta de la trayectoria de la bala había alguien.
Ese blanco que le señalaban, ¿algunas veces
era una persona? Ah, eso no lo recuerdo. Nadie
se acuerda de lo que pasó ni qué responsabilidad tuvo.
No hay culpables. En economía, en la última década
se destruyó la moneda, convirtiéndola en vales de
divisas; los aranceles bajaron, la apertura indiscriminada
inundó el país de importaciones y a la vez el tipo
de cambio se retrasó haciendo carísimos
los productos argentinos en el exterior; el país se
desindustrializó, las empresas públicas se
privatizaron y gran parte del personal salió
de ellas, un tercio de la fuerza de trabajo pasó
del campo del trabajo al del desempleo y el empleo precario, aumentó
la pobreza en magnitud desconocida y con ella aparecieron
las enfermedades de la miseria: cólera, tuberculosis; más
de medio centenar de recién nacidos murió
cada día; la deuda externa creció a guarismos
impagables con la exportación; se anularon los
aportes patronales al sistema público de seguridad social
y con ello no hubo plata para mejorar a los jubilados;
los salarios de docentes se congelaron en la década,
con precios en alza; la salud pública en gran medida se
aranceló o derivó hacia prestadoras
privadas; los jubilados públicos se transfirieron
a AFJP, la protección al trabajador se desreguló;
terminó la industria del juicio y de paso el
derecho laboral; cerró el transporte ferroviario
a larga distancia; retrocedió la investigación
científica y tecnológica; murió
la fabricación de aviones y barcos. Según Samuelson,
una cosa que sucede después de otra, no necesariamente es
consecuencia de la primera. Creerlo sería la falacia post
hoc, ergo propter hoc. Los hechos referidos ocurrieron
en la gestión de Cavallo-Menem ya creciditos y en el
poder- aunque la lógica impide afirmar si ello fue consecuencia
o no de su modelo. ¿No bastó con esa sopa?
Amagos
Amagar
es hacer creer a otros que se va a actuar de cierta manera, aunque
todavía no se ha comenzado a actuar y a pesar de que la acción
que se realice después sea exactamente la opuesta a la que
se insinuó mediante un gesto o una media palabra. Típicamente
los amagos son recursos de los futbolistas para engañar a
sus adversarios. Ahora son también recursos de funcionarios.
Se anuncia que los aranceles sobre bienes de consumo se subirían
a 35 por ciento. La creencia que se busca instalar en nuestras mentes
es que esa acción reactivará la industria nacional
y se crearán puestos de trabajo. Tomemos un bien de consumo:
una camisa de confección. Cuando aparecen las camisas importadas,
de confección estandarizada y calidad mediana, se venden
a la cuarta parte del valor de las camisas argentinas. Fábricas
como Manhattan no tardan en desaparecer, liquidándose inversiones
fijas y puestos de trabajo. A esta altura, posiblemente ya han desaparecido
las capacidades individuales para ese trabajo. Pero supóngase
que está la infraestructura física y humana. Si la
camisa importada hoy vale 10 y la nacional valdría 40, un
arancel del 35 lleva la primera a 13,50. Un obrero, un empleado,
cuyo salario apenas alcanza para comer y viajar, entre una camisa
de 13,50 y una de 40 ¿cuál elegirá? La de 13,50,
que antes pagaba 10; si su sueldo es de 100, después de comprar
la camisa, antes le quedaba 90; ahora le quedará sólo
86,50: menos ingreso para gastar en el resto de los bienes. ¿Cuál
es el resultado? Para la actividad nacional competidora con la extranjera,
el beneficio o protección es nulo; para las demás
actividades industriales, comerciales, de todo tipo
el volumen global de ventas será menor; para el consumidor,
menos salario real y menor nivel de vida; su menor ingreso real
es transferido al Estado por vía de la recaudación
aduanera. La operación es, pues, un impuestazo pagado por
la gente, cuyo monto irá a pagar la deuda externa pues
en eso consiste el déficit fiscal. No habrá
reactivación, sino menor demanda, más recesión
y menos puestos de trabajo. Si la intención fuese reactivar,
el arancel debería ser 300 por ciento, para igualar los precios.
¿Se quiere fomentar la actividad, no sólo pagar la
deuda externa? Basta con prohibir como hacen hoy nuestros
compradores de carne, incluso Brasil, la entrada de productos
de consumo extranjeros hasta superar la emergencia.
|