¡Laputa!
Fue la exclamación, según algunos, de Lemuel Gulliver
cuando, en pleno día, se oscureció todo, al interponerse
entre el sol y la tierra una isla aérea (an island in the
air) de forma circular, con un diámetro de 7837 yardas o
4,5 millas. El propio Gulliver desmintió tal etimología:
en la lengua arcaica, Laputa venía de Lapuntuh, donde Lap
era alto, y Untuh gobernador. Pero lo notable
de la isla era estar poblada por filósofos cuya ocupación
era estudiar proyectos económicos inviables: proveer luz
barata extrayendo rayos de sol de los pepinos, reducir excremento
humano a su alimento originario, construir casas comenzando por
el techo y bajando hasta el cimiento, condensar aire en una sustancia
seca tangible, ablandar mármol para hacer almohadas y acericos,
arar tierras con cerdos para no emplear arados, bueyes y trabajadores,
petrificar los cascos de un caballo vivo para protegerlo de daños,
sembrar tierras con cizaña para ahorrar la semilla, etc.
Una experiencia parecida ocurrió en la Argentina en la noche
del 16 de marzo, cuando desde una isla aérea se anunció
un paquete económico. Cuando llegó el sábado,
no amaneció, sino que la noche persistía, y se dice
que muchos exclamaron: ¡Lagranputa!. La isla que
esta vez ocultaba el sol también era habitada por pensadores
ocupados en pensar proyectos absurdos. Unos elaboraban la posibilidad
de crear puestos de trabajo reduciendo la tasa de salario a cero.
Otros pensaban declarar al trabajador asalariado un privilegiado
social, de cuyo salario debía deducirse una suma para ayudar
a semejantes menos privilegiados sin empleo. La propuesta se basaba
en el éxito de la idea de que en las actividades peligrosas
los responsables de los accidentes eran los propios trabajadores,
por lo que correspondía deducir por adelantado de su salario
una suma que les sería devuelta en caso de verificarse un
accidente. Otros buscaban la manera de anular el presupuesto educativo
para mejorar la educación pública convirtiéndola
en privada. En fin, una isla aérea con montones de ideas
aéreas, como decía Belgrano. Que no dejaron
de sembrar terror se vino la noche, decían
unos, es el fin del mundo, decían otros.
El susto o la casualidad mostraron como un alivio huir de la isla
aérea entrando a otra isla, que en el caso de Gulliver fue
la isla de los Houyhnhnms, adonde Gulliver quedó sujeto a
las órdenes de un caballo.
Una
Unión más perfecta
En 1806 Inglaterra se vio privada del mercado europeo,
por disposición de Bonaparte. Buscó anexar tierras
lejanas, y arribó aquí, no precisamente para hacer
turismo. Pero fue rechazada. Eso fue decisivo para su proyecto colonial:
encontró que era más ventajoso un comercio libre de
gastos que poseer territorios y sostener una nube de funcionarios
coloniales y ejércitos de ocupación. Más: 40
años después decretó el libre comercio, para
sí misma y para sus socios. El modelo funcionó en
tanto los socios eran economías complementarias: Inglaterra
compraba lana en Argentina y renunciaba a producirla ella; Argentina
compraba manufacturas a Inglaterra y renunciaba a tener industria.
El librecambio entre socios desiguales impedía absolutamente
la industria en el país. Eso lo vio el profesor de Finanzas
Públicas de la UBA, Terry: en la lucha ente el artículo
extranjero y el nacional, el triunfo del similar extranjero es fatal,
porque las armas son desiguales. Hoy EE.UU. nos propone el
ALCA, una zona de librecambio cuyos socios son, en este rincón,
no un país sino una federación de países, un
verdadero continente, que además es la mayor potencia económica,
militar y tecnológica en el mundo; en el otro rincón,
un país que es hoy como una hoja en el viento, la Argentina
de estos días. El producto nacional argentino es igual al
de Filadelfia, un pequeño distrito de nuestro potencial socio.
Pero la tremenda diferencia en tamaño económico, que
por sí sola lleva a pronosticar con total seguridad que la
industria argentina sería arrasada, o en todo caso sólo
subsistirá como armaduría o maquila, no es el único
defecto de una zona de librecambio entre EE.UU. y la Argentina.
El otro es que los artículos que exporta la Argentina son
similares a los de EE. UU. productos agrícolas de clima
templado y algunos que intenta producir manufacturas
los abastecería más baratos EE.UU. Por unir nuestros
mercados, EE.UU. no suprimirá los subsidios agrícolas
internos, que aportan la mitad de su ingreso a los agricultores.
Semejante librecambio traería el fin del único sector
productivo argentino con ventajas comparativas naturales. No sólo
llevaría a liquidar la industria sino la agricultura. Cortaría
la viabilidad económica de la Argentina como país.
No como dependencia. Es un virtual proyecto anexionista: convertirnos
vía comercio en el 52º estado de la Unión.
|