La mano de Dios
En el último informe de Coyuntura del IERAL-Fundación
Mediterránea, necesariamente optimista ante el rol preponderante
que tiene ahora su alma mater, se dice que el Plan de su jefe con
base en la Ley de Competitividad va haciendo camino al andar.
En ese tránsito, ya superado el shock inicial de hiperkinetismo
cavallista, no habría que perder de vista ese recorrido.
Durante más de diez años se escuchó hasta el
hartazgo que las empresas deben arreglárselas solas ante
la apertura de la economía, puesto que las más aptas
en eficiencia y productividad serían las que han de sobrevivir.
El saldo de esa experiencia ha sido que ramas completas del complejo
industrial argentino han quedado desarticuladas. Ahora Domingo Cavallo
busca con políticas sectoriales salvar lo que queda de algunas
de esas industrias. En la nota de tapa de esta edición del
Cash se plantea que esa estrategia de auxilio pudo haber llegado
tarde en algunos casos y que puede resultar insuficiente en otros.
Pero al margen de esa cuestión que, en los hechos, pone en
evidencia los elevados costos asociados a diez años de convertibilidad,
resulta alentador que haya reingresado al escenario una serie de
políticas activas para impulsar el crecimiento después
de tantos años de discurso descalificador a la intervención
del Estado en la economía. De todos modos, dados los antecedentes
acumulados en su etapa I en el Ministerio, vale estar atentos al
sendero que en su andar Cavallo vaya trazando.
¿Qué empresas se van a beneficiar con rebajas impositivas?
¿Morosos y evasores recibirán el mismo trato de la
mano del Dios sanador? ¿Cómo se instrumentará
la refinanciación de pasivos? ¿Todas las compañías,
cumplidoras o no de las normas aduaneras, recibirán la bendición
de Supermingo? Los lobbies ya están agazapados para dar el
zarpazo. No sólo hay que observar los movimientos de los
grupos interesados, sino que también hay que controlar a
Mister Adrenalina.
Sólo como ejercicio de memoria, durante su anterior gestión
dominada por la idea aperturista Cavallo fue sumamente generoso
sin embargo con compañías como Gatic, Yoma o Arcor.
Ahora vuelve a tener ese manejo discrecional del poder que puede
hundir o salvar a empresas. Vale recordar, simplemente como ejemplo,
el caso de Arcor. En diciembre de 1993, en pleno proceso de apertura
que empezaba a castigar con dureza a muchos sectores, Cavallo concedió
a Arcor, de la familia Pagani, que contribuyó al desarrollo
de la Fundación Mediterránea y, por lo tanto, del
propio ministro, un aumento del 10 al 20 por ciento en el arancel
de importación para los chocolates, y duplicó también
el reembolso a sus exportaciones. Como se supone, esa resolución
(la 1555/93) implicó una mejora en la rentabilidad del negocio
de Arcor, lo que le permitió al Grupo Pagani eludir el contexto
adverso para la industria nacional hasta transformarse en uno de
los pocos holding económicos locales que quedan.
Esa medida no hubiera estado teñida de arbitrariedad si no
fuera que en ese momento muchas compañías sufrían
la pérdida de posiciones en el mercado debido a la invasión
de productos importados sin tener un salvavidas tendido por Economía.
¿A quienes beneficiará ahora Cavallo? ¿Tendrá
hijos y entenados? ¿Presionará a las privatizadas
a bajar tarifas al disminuir aranceles para la importación
de bienes de capital? En definitiva, ¿quién lo controlará?
La ausencia de capacidad de los legisladores para ver más
allá del abismo que le pusieron enfrente ha dejado a Supermingo
con las manos libres. Y ya se sabe los riesgos que se corren cuando
se deja a Cavallo sólo, sin ningún contrapeso, para
que modele la economía según su saber y entender.
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