El y su circunstancia
Sin salirse del modelo, y posiblemente eso sea su
debilidad de esta etapa heterodoxa, Domingo Cavallo apeló
a herramientas censuradas por el pensamiento económico dominante
para quebrar la recesión. Hasta el momento, subió
aranceles de importación, apeló a un impuestazo sin
afectar la confianza de la población, prometió políticas
activas sectoriales, echó mano a reservas líquidas
en poder del Banco Central, obligó a bajar encajes, se apropió
de parte de esos encajes emitiendo un bono para que los bancos cubrieran
con esos papeles ese requisito y consiguió así fondos
para evitar la cesación de pagos agregando un variado y singular
menú de títulos públicos. Está haciendo
lo que se debe para buscar la salida de la depresión: política
monetaria expansiva, financiera agresiva y fiscal contractiva a
medias (suba de impuestos y a la vez reducción de la presión
tributaria para economías castigadas). Si lo logrará,
es otro cantar. Esa política heterodoxa la aplica dentro
de los estrechos márgenes que brinda la convertibilidad,
aunque por ahora sin afectar los nichos de privilegio de la economía:
rentas extraordinarias de las privatizadas, tasas de usura del sistema
financiero y sectores acomodados que pagan poco o nada de impuesto
a la riqueza. Para evitar confusiones, Cavallo mismo reveló
cuál es su estrategia: Adapto mis propuestas y mi acción
a las circunstancias (Clarín, 12 de abril pasado).
Sin desconocer que ha sido y, por ahora, sigue siendo funcional
a los intereses económicos que en las dos últimas
décadas se han beneficiado de un modelo de concentración,
la versión Cavallo 2001 deja abierta alternativas de medidas
económicas que no había en las vergonzantes de José
Luis Machinea ni en las previsibles de Ricardo López Murphy.
Ya la deflación no es un camino positivo a transitar para
recuperar competitividad, sino que es uno de los males a vencer
para que la economía, precisamente, pueda crecer. Como las
circunstancias van a ir mandando en esta gestión, con
pronósticos de crecimiento económico poco alentadores
opciones que incluso ahora son descartadas pueden adquirir relevancia
para terminar con el clima recesivo.
La reestructuración de la deuda, para alargar plazos de vencimientos,
y la flexibilización de la convertibilidad, incorporando
el euro a una canasta de monedas, son dos vías que parecen
inevitables para salir de la depresión. Con respecto al euro
y la canasta Cavallo ha adelantado bastante y ya ha estado preparado
el terreno para ese cambio de las reglas de juego que, aunque lo
niegue, significa salir del corset del tipo de cambio fijo.
En relación con la deuda, Cavallo insiste con que se respetarán
los compromisos, pero no es un secreto para nadie que una economía
no puede arrancar en forma vigorosa si debe destinar poco más
del 20 por ciento de su presupuesto a pagar solamente los intereses
de la deuda.
Desde la ortodoxia que bebe del cántaro de la city se advierte
que la reestructuración de la deuda arrojará al país
al peor de los mundos (¿hay todavía uno peor?). Pero,
como se sabe, los banqueros exprimen todo el tiempo que los dejan
hasta que les dicen basta y se sientan en la mesa de negociación.
Y quién mejor que Cavallo, que participó en la estatización
de la deuda, en 1982, y que lideró el Plan Brady para Argentina,
en 1992, para diseñar una ingeniería financiera que
permita la reestructuración de la deuda.
Aquellos que sostienen que es imposible redefinir la relación
con los acreedores porque ahora los bonos están distribuidos
en miles de inversores son ignorantes o se hacen los distraídos
del derrumbe mexicano de 1995, del default coreano de 1997 y del
ruso de 1998 y de la caída brasileña de 1999. En cada
una de esas crisis, voluntaria o compulsivamente, los acreedores
tuvieron que renegociar la deuda. Obviamente, resulta más
beneficioso para el país redefinir los vencimientos de común
acuerdo con los acreedores. Ojalá Cavallo esté adaptando
sus propuestas para esa circunstancia. .
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