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DESECONOMIAS |
por
Julio Nudler
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El patrimonio perdido
En apenas un año, Wall Street borró,
con su derrumbe, 4 billones de dólares del patrimonio de
los estadounidenses. Y es ese gigantesco efecto pobreza
una temida causa de la eventual recesión en que caería
la economía norteamericana. En cambio, ninguna crisis bursátil
local puede generar un impacto relevante en la Argentina porque
son bastante humildes las tenencias accionarias del público.
Pero hay también otros activos pasibles de depreciación
y cuya pérdida de valor puede deprimir la demanda de consumo
al empobrecer a sus dueños. Los inmuebles son un ejemplo
obvio, pero quizá no el más apropiado.
El activo que probablemente más se desvalorizó en
los últimos años es aquel con que cada individuo
cuenta para vivir: su capacidad de trabajo, puesta a la venta
en el mercado. Este acervo personal está formado por los
conocimientos adquiridos, el oficio, la experiencia o cualquier
habilidad apta para obtener una retribución. El valor actual
de ese activo se redujo porque es menor la corriente de ingresos
que puede generar, ya que mermaron la demanda de trabajo y la
remuneración de casi todas sus formas.
La gente no sólo consume menos porque su ingreso presente
le impide adquirir un más alto nivel de bienestar. También
porque percibe que esta situación no tenderá a corregirse
en el futuro. Esto convierte la estrechez actual en una suerte
de pérdida patrimonial permanente, que disuade, por ejemplo,
de embarcarse en deudas que sólo se justificarían
ante la expectativa de una mejor situación futura. Una
caída en las tasas de interés puede facilitar algunas
decisiones audaces, pero no servirá de mucho si la tendencia
en la ocupación y los salarios sigue siendo la de los años
recientes.
Ese efecto pobreza, que en Estados Unidos se teme
provoque una recesión, ya viene operando, por otras vías,
en la Argentina. Y todas las señales le dicen a la gente
lo mismo: que mañana ganará menos. La nueva reforma
previsional es un ejemplo más de este discurso depresivo.
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