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ECONOMíA EN PAGINA/12 WEB
15 ABRIL 2001









- Cavallo asegura que en
enero del ‘99 se perdió una oportunidad de atar al peso
a una canasta de euro y dólar, con la que viene insistiendo.

- Si se hubiera aplicado
entonces, hoy para comprar
1 dólar sería necesario sacar
del bolsillo 1,17 peso.

- Con canasta,
necesariamente la regla de oro durante la última década
(1 peso igual a 1 dólar) pasaría a la historia.

- Cavallo aspira a que ese
mecanismo atenúe la
sobrevaluación del peso,
depreciándolo gradualmente en el mediano plazo.

- El mayor problema de la
canasta es qué hacer con
los que tomaron créditos en dólares y tienen ingresos
en pesos.

- ¿Por qué Cavallo insiste con la canasta cuando todos los analistas consultados por Cash dicen que es impracticable a corto plazo?

 

Los secretos de la canasta

Por Maximiliano Montenegro

Domingo Cavallo es el único ministro de Economía de la última década, incluido él mismo durante su primera gestión, que se da el lujo de hablar sin vueltas de la “evidente sobrevaluación” del peso. Para colmo, desde hace meses que no para de hablar de abandonar la paridad fija 1 peso igual a 1 dólar para pasar a un esquema cambiario que ate al peso a una canasta de monedas integrada al principio por el dólar y el euro. Semejante verborragia alrededor del tema tabú provocó desconcierto, empezando por aquellos endeudados en dólares que temen que una devaluación los termine por sepultar. El propio Cavallo, contradictorio y ambiguo cada vez que aborda la cuestión, negó que éste sea el momento oportuno para aplicar la canasta y tuvo que salir a desmentir que su intención fuera devaluar. Sin embargo, dijo que el momento ideal hubiera sido enero del ‘99, por cómo evolucionó desde entonces la relación dólar/euro. Y, si se hubiera implementado entonces, hoy los argentinos tendrían que sacar de sus bolsillos 1,17 peso para comprar 1 dólar. ¿Cómo funciona la canasta de monedas?; ¿cómo impactaría sobre los endeudados en dólares? y ¿por qué Cavallo insiste con esa idea ante la opinión pública cuando todos los analistas consultados por Cash dicen que es impracticable a corto plazo?
El mismo, durante su primer paso por el Ministerio de Economía, Roque Fernández, Machinea o López Murphy nunca se animaron a encarar tan frontalmente el tema tabú. Ni siquiera los principales consultores de la city lo nombraban por su nombre por miedo a que sus palabras pudieran derivar en corridas cambiarias. En lugar de hablar de “sobrevaluación” del peso, se puso de moda “el problema de la competitividad”. Sin embargo, la segunda versión de Cavallo en Economía viene con sorpresas también en este punto.
Canasta. La propuesta de Cavallo es pasar del tipo de cambio fijo 1 peso igual 1 dólar, a una relación cambiaria en la que 1 peso sería igual a la cotización de una “canasta” integrada mitad por dólares y mitad por euros. En la práctica, la cotización del peso en relación con el dólar no sería más una paridad fija sino que podría fluctuar, según lo que sucediera con las cotizaciones, entre el dólar y el euro. El propio Cavallo los reconoce en su último libro, tras sugerir que “en algún momento” convendría abandonar el tipo de cambio fijo: “... La gran ventaja de un régimen mixto de respaldo en dólares y euros es que habría cierta fluctuación del peso con respecto a ambos... Sería una fluctuación amortiguada” (ver aparte). Por ejemplo, si el euro se devalúa un 20 por ciento con respecto al dólar, eso significaría que el peso se devaluaría un 10 por ciento con respecto al dólar (y se apreciaría sólo un 10 por ciento con respecto al euro). En concreto, para comprar 1 dólar haría falta 1,10 peso. A principios de febrero, en un seminario reservado del JP Morgan en Nueva York, Cavallo expuso su idea de la canasta y dijo que el mejor momento para adoptarla hubiera sido enero del ‘99 (ver aparte). Una semana después de asumir como superministro de la Alianza, en un reportaje al diario Clarín, volvió a insistir con la oportunidad que se perdió por no aplicarla en esa fecha. Desde entonces, justamente, el euro se devaluó fuertemente frente al dólar y al peso, que está fijo con el dólar. Eso significa que los productos argentinos se encarecieron notablemente en el mercado europeo y los productos europeos se abarataron en el mercado argentino. “... Sin duda, la fuerte apreciación del dólar frente al euro y la mayoría de las monedas en 1999 y 2000 es una de las causas importantes de la deflación y depresión que vivimos en Argentina”, explica Cavallo en su libro.
17 por ciento. De acuerdo con los cálculos de la consultora de Pedro Lacoste, si Menem hubiera aceptado la propuesta de Cavallo allá por enero del ‘99, atando el peso a una canasta mitad dólar y mitad euro, hoy para comprar 1 dólar sería necesario poner 1,17 peso. De otro modo, desde entonces el peso se hubiera depreciado un 17 por ciento en relación con el dólar. Además, el peso se hubiera apreciado con respecto al euro un 17 por ciento menos de lo que se apreció en la realidad. Desde el punto de vista comercial, hubiera sido el mejor de los mundos para exportadores o productores locales que compiten con las importaciones. Los productos argentinos se hubieran abaratado en relación con la producción del área dólar y se hubieran encarecido la mitad de lo que efectivamente ocurrió contra productos europeos. La Fundación Capital, que dirige Martín Redrado, hizo el ejercicio suponiendo que la canasta hubiera sido aplicada desde enero del ‘96, cuando la fundación elaboró un proyecto en tal sentido. Desde entonces, teniendo en cuenta las variaciones del dólar y el euro entre sí, la cotización del dólar hubiera fluctuado desde 0,90 centavos a 1,15 peso, en la actualidad.
Momento. En sus intervenciones académicas y con banqueros, Cavallo explicó que “actualmente no sería un momento favorable para introducir cambio, dada la tendencia del dólar a debilitarse y del euro a fortalecerse”. De otro modo: si el dólar empezara a devaluarse contra el euro, lo mejor sería seguir atado al dólar, para que el peso también se devaluara frente al euro. Con canasta, las cosas funcionarían al revés de lo deseado por Cavallo. Por ejemplo, si el dólar se depreciara 10 por ciento frente al euro, el peso se apreciaría 5 por ciento frente al dólar (con 95 centavos se compraría 1 dólar) y se devaluaría sólo 5 por ciento frente al euro.
Uno a uno. Esta semana, frente a periodistas franceses, Cavallo ahondó en precisiones acerca de los tiempos para aplicar la canasta. Afirmó que, cuando el euro esté “más en igualdad con el dólar, probablemente en 1 a 1, debería ser un bueno momento”. Curiosamente, un funcionario del FMI salió simultáneamente a avalar esa declaración del ministro. Hoy, 1 euro compra 90 centavos de dólar o peso. Cuando el dólar se devalúe hasta que 1 euro sea igual a 1 dólar igual a 1 peso, sería entonces el momento. Al margen del efecto psicológico del “1 a 1”, lo importante ahí es que Cavallo cree que a partir de allí el dólar volvería a apreciarse en el mediano plazo, con lo que Argentina podría beneficiarse comercialmente con la canasta como se explicó más arriba.
Realidad. Hay dos realidades incontrastables en todo esto. Una es que la canasta significa que la regla de oro durante la última década (1 peso igual a 1 dólar) pasaría a la historia; es decir, implica variaciones en la paridad cambiaria. La segunda es que Cavallo aspira a que ese mecanismo atenúe la sobrevaluación del peso, depreciándolo gradualmente en el mediano plazo. Tales variaciones cambiarias serían mucho más violentas si se incorporara a la canasta el real, la moneda brasileña.
Endeudados. Lo anterior plantea el mayor problema de la canasta en una economía hiperdolarizada como la argentina. ¿Si el peso tendiera a depreciarse, qué sucedería con aquellos que tienen créditos en dólares y perciben sus ingresos en pesos? “El problema clave de la canasta son las deudas en dólares. Eso restringe cualquier movimiento cambiario, porque aunque sea pequeño puede provocar un gran susto, en una economía tan dolarizada”, dice Daniel Heymann, de la Cepal. “El tema de los contratos es muy serio. Porque a futuro se podría pensar en tomar como referencia a la canasta, pero el tema es qué hacer con las deudas pasadas”, explica Heymann. Y acota que, salvo Marruecos y otros pocos casos más, la canasta no es un sistema cambiario difundido en la actualidad, precisamente por la incertidumbre cambiaria que genera. José María Fanelli, del Cedes, acuerda en “el problema de la gente endeudada en dólares”, porque con la canasta se quiere devaluar y no revaluar el peso. Carlos Pérez, de la Fundación Capital, afirma que, automáticamente, se podría crear un sistema de depósitos y créditos atado a la cotización de la canasta. Y abrir la posibilidad de que los contratos pasados se renegocien voluntariamente de modo tal de continuar con los préstamos en dólares, en canasta o en euros. Pero admite que éste sería el punto más controvertido y coincide en que “no es el momento”. Por otro lado, la mayor parte de la deuda pública está denominada en dólares, mientras que el Estado recauda en pesos.
Eurosalario. Una interpretación distinta de por qué Cavallo machaca tanto con el euro es que quiere que convivan en Argentina “enclaves de monedas”. Así, un empresario que exporta a Europa se manejaría totalmente en euros y uno que vende a Japón, en yenes: desde pagar salarios hasta tomar un crédito. La idea es que sus ingresos, costos y endeudamiento en la misma moneda eliminan a cero el riesgo cambiario, lo que redundaría en una menor tasa de interés al tomar crédito.
Pasión por crear (expectativas). “Hoy a Cavallo la canasta no le sirve de nada. Está bien que lo piense, pero para dentro de 10 años. No entiendo por qué insiste tanto con esto”, sostiene Fanelli. Heymann cree que “quiere desacralizar la atadura al dólar, frenar la dolarización y abrir un mercado financiero en otra moneda”. La interpretación de un economista cercano al equipo económico es la siguiente: “Hoy el mercado está evaluando como muy probable que en los próximos dos años se abandone el tipo de cambio fijo. En operaciones a dos años, en el sistema financiero se descuenta un 20 a 25 por ciento de devaluación. Al levantar este tema, Cavallo quiere ir acostumbrándonos, ir amasando las expectativas, por si llega el día”.



La idea fija

Hace tiempo que anda con la idea fija de que el tipo de cambio fijo no lo será para siempre. Unos cuarenta días antes de asumir como ministro de la Alianza, el 8 de febrero pasado, cuando Machinea todavía padecía en Economía, Cavallo expuso en un seminario reservado de JP Morgan de Nueva York su propuesta. Los economistas del banco norteamericano tomaron debida nota del tema. “En su visión, la atadura con el dólar no es siempre la mejor alternativa”, interpretaron. “Como ejemplo, Cavallo argumenta que lo mejor para la economía argentina habría sido modificar el tipo de cambio fijo por una canasta de monedas de dólar y euro en enero de 1999... Esta modificación hubiera ayudado a limitar la apreciación del peso desde entonces...”, asegura un informe de la entidad. Entonces, Cavallo también reconoció que “una modificación de la Convertibilidad debe ser manejada cuidadosamente y por el equipo correcto”. Y reveló que se le propuso en aquel entonces la canasta al ex presidente Menem y al gobierno brasileño, pero no lo escucharon. Los analistas del JP Morgan no quedaron muy entusiasmados con la idea, que interpretaron como un camino para salir de la Convertibilidad con devaluación.


DICHOS Y CONTRACCIONES DEL MINISTRO en relacion A LA CANASTA
Pensando Argentina año verde

¿Estás sugiriendo que en algún momento convendría abandonar el tipo de cambio fijo en Argentina? –le pregunta Juan Carlos De Pablo a Cavallo, en el último libro/entrevista del ministro titulado Pasión por crear.
–Sí. Es perfectamente posible que en algún momento convenga dejar flotar nuestra moneda... Después agrega: “Convertibilidad con tipo de cambio flotante es el caso más puro de Convertibilidad...”.
En otro párrafo anticipa: “No sería raro que en un futuro no muy lejano nos convenga combinar dólares y euros como respaldo para el peso argentino, porque una buena moneda no sólo tiene que preservar la riqueza financiera a los ciudadanos sino también prestar buenos servicios comerciales...”, asegura. Y destaca la fuerte apreciación del dólar y del peso, durante los últimos dos años frente al euro como “una de las causas importantes de la deflación y depresión que vivimos”.
Más adelante, confiesa: “Me temo que a esta altura de la entrevista la gente pueda quedar confundida sobre lo que pienso del régimen monetario que tenemos aquí y ahora, es decir en marzo de 2001”.
La gente no quedará confundida, sino pasmadaacota De Pablo.
–Por las dudas voy a tratar de clarificar. En la Argentina hay que mantener el régimen monetario tal como lo tenemos hoy. Quiere decir que tenemos que mantener tres elementos: Convertibilidad, respaldo en dólares y fijación del tipo de cambio... –contesta Cavallo, empezando a desandar el camino antes recorrido.
Y prosigue con su autodesmentida: “... La fijación del tipo de cambio es imprescindible en este momento en la Argentina, porque si no se mantuviera el tipo de cambio fijo se produciría una inmediata devaluación de la moneda, que ocasionaría trastornos muy grandes y que llevaría a la gente a pensar que, de nuevo, nos hemos quedado sin moneda... Así que la paridad fija no se puede abandonar”, enfatiza, en un aporte más a la confusión general.
Finalmente, fantasea: “Pero puede llegar el momento en que las tasas de interés de mediano y largo plazo en pesos sean más bajas que en dólares. En ese momento deberíamos entender que lo más conveniente es abandonar la paridad fija y dejar flotar nuestra moneda, porque en ese momento nuestra moneda no se devaluaría sino que se apreciaría”.
Y reconoce que ese futuro puede sonar a realismo mágico, pero se entusiasma con que no sea una mera ilusión: “Esto que puede parecer Argentina año verde, y a lo mejor lo es, se dio históricamente en otras naciones; por ejemplo, cuando el marco alemán empezó a flotar frente al dólar... Si se hace una encuesta, los economistas y el público van a decir que (esto) es Argentina año verde. Yo creo que no necesariamente...”.

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