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ECONOMíA EN PAGINA/12 WEB
29 ABRIL 2001








 EL BAUL DE MANUEL
 por M. Fernandez López

 

¡Al país lo arreglo yo!

Así me decía, exultado, mi amigo de siempre, en la mesa del café, luego de que alguien repitiese la consabida frase: “A este país no lo arregla nadie”. “¿Cómo que nadie?”, dijo mi amigo, saltando como resorte. “¿Pero el tiempo no te enseña nada, chabón? ¿Pasaste diez años mirando cómo las necesidades de todos se convertían en fuentes de lucro para los amigos del poder y eso no te enseña algo?”. El otro miraba con cara de nada, sin percibir hacia dónde rumbeaba mi amigo. “A ver, ¿qué cosas te afligen?”, seguía, “¿estás endeudado en dólares y temés que devalúen, te cansa escuchar música norteamericana todo el día por la radio, te irrita que entren como pancho por su casa aviones de guerra yanquis a la provincia de San Luis, te cuesta entender Internet, tenés un campito y lo que cosechás no te alcanza para pagar la deuda con el banco, extrañás las chacareras, zambas y chamamés de tu pago natal? a ver, ¿qué más?”, decía, desafiante. “¿Te angustia un riesgo-país alto como el de Nigeria, o que Menem te mande a comprar tantos dólares como puedas?”. “Mi idea es simple y es hacer fácil lo difícil, hacer de los problemas soluciones”. Lo miramos expectantes: “Somos un cacho de América ¿no? Y América ¿no es de los americanos? Seamos, pues, parte de los EE.UU. de América: un Estado Libre Asociado, o algo así”. El otro empalidecía, absorto, y mi amigo siguió: “Mirá: ya nos ofrecieron integrarnos al primer mundo. Fue en 1806 y 7, y lo dejamos pasar. Siempre hay una segunda vez, y ahora toca. En vez de castellano, hablemos inglés: no más problemas con la radio o Internet. En vez de pesos, dólares, y chau angustias por cuotas, y la recomendación de Menem, en vez de incendiaria, será la de una recatada monjita que pide que ahorremos; los científicos no emigrarán a los EE.UU. para trabajar y verse estimados: ya estarán en EE.UU. Los chacareros, en lugar de competir con sus similares de EE.UU., serán subsidiados generosamente por su gobierno. El riesgo-país será el más bajo del mundo. Los aviones de San Luis serán nuestros propios aviones y las bases que establezcan serán nuestras bases. Los litigios de las empresas privatizadas tendrán lugar en nuestros juzgados”. ¿Y las tradiciones? “Pues estaremos como Australia, país respetable si los hay, con un pasado poco presentable”. Mientras el otro, visiblemente mareado, salía, yo me quedé, preguntándome: ¿nos aceptarían?



Instituciones débiles

Hace unos pocos años nos visitó el premio Nobel en Economía Douglass North. Pronunció una conferencia en el Consejo Profesional de Ciencias Económicas, en la que señaló que parte de nuestros males se deben a haber heredado de la época colonial instituciones débiles, cuando no corruptas. “Este es otro que viene dos días y quiere decirnos cómo arreglar nuestras cosas”, pensé. Pero luego advertí que estaba juzgando –más aún, descalificando– a un hombre de ciencia, como es común en la Argentina. Los hechos le dan la razón a North a cada paso: el país es propenso a degradar o vaciar sus instituciones y a obrar arbitrariamente, eludiéndolas, como si no obrar conforme a la ley en asuntos públicos fuese una suerte de picardía criolla a gran escala. La Casa Rosada es la emblemática sede de la discrecionalidad y lugar de acción del hombre providencial. El Congreso es la sede de las instituciones y las normas, aunque también, ¡oh, coincidencia!, la representación de las autonomías provinciales y de las inquietudes de los ciudadanos. ¿Qué ocurrió en el ciclo de golpes de Estado, desde el de Uriburu en 1930? Que funcionó la Rosada y se cerró el Congreso. Triunfó la discrecionalidad sobre la norma. Así, en la última dictadura se dejó a un lado la Constitución, reemplazada por un Estatuto redactado arbitrariamente, entre gallos y medias noches, a espaldas del pueblo. Hoy no hay golpes con tanques en las calles. Pero hay golpes, discrecionalidad y fe en hombres providenciales. La naturaleza tiene horror al vacío y donde éste aparece es llenado por algún otroagente. Hoy los colaboradores del Presidente parecieran ser designados o removidos por “los mercados”. No hace mucho escuchábamos a un banquero: “Los mercados no verían con agrado el alejamiento del jefe de la SIDE”. Esta actitud de eludir la norma llegó a un pico inusitado cuando el propio Congreso, a pedido de un solo hombre del P.E., le dio facultades extraordinarias, por las que él puede disponer que alguien sea echado de su cargo público, o que un recién nacido no reciba asistencia de la sociedad y muera por una causa evitable, es decir, tener a su merced la fortuna o la vida de algún argentino. Cuando no hay normas de equidad social, el débil queda a merced del fuerte. Sólo la ley de la selva rige. Ya lo dijo Smith: los pobres son muchos y no organizados; sin ley que los ampare, su destino es ser explotados por los poderosos.