Reactivando
Círculo vicioso de la recesión: la gente gasta menos;
no se vende. Las empresas reducen su personal y se achican, pero
entonces sus costos unitarios son más altos y su capacidad
competitiva menor. El despedido pierde ingresos y gasta menos. En
el país hubo dos propuestas para alentar el gasto en el mercado
interno. Una buscaba reorientar el gasto en el tiempo; la otra,
en el espacio. La primera la planteó Silvio Gesell con su
teoría del dinero sellado: el papel moneda tenía
casillas con fechas, adonde se iban pegando estampillas, o si no
el dinero perdía súbitamente su valor; de todos modos,
lo perdía gradualmente, pues el tiempo encarecía su
tenencia (por el valor de la estampilla). El plan apuntaba a que
el dinero no se atesorase y se gastara antes, circulando, con su
efecto vitalizador sobre la cadena de pagos. La segunda propuesta
se inspiró en lecturas de Keynes por Prebisch y fue aplicada
por el gobierno de Justo en la Gran Depresión: control de
cambios con política selectiva de las importaciones. El plan
apuntaba a que se gastase en el país, no en el extranjero;
y que no se gastasen más divisas que las ingresadas por la
exportación. Hoy se vive un caso peor que el de Gesell o
Prebisch. Mientras circulan autos BMW o Alfa Romeo, las fábricas
locales suspenden por seis semanas su personal. Unos envían
fortunas afuera y otros no tienen un trozo de pan para llevar a
la boca. La distribución del ingreso es atrozmente desigual.
Unos poquitos ganan fortunas por minuto, y la mayoría hemos
bajado nuestro nivel de vida ¿Hay remedio? El gasto interno
es bajo porque el IVA es inmoralmente alto: reducirlo al menos a
una tercera parte bajaría precios y alentaría el consumo.
En particular, el IVA debiera ser cero para artículos de
consumo popular. ¿Y los que no tienen ingreso? Recibirlo
del Estado. ¿Cómo pagarlo? Haciendo cumplir el impuesto
a las ganancias, en especial en el tramo de ingresos superaltos,
con trato de enemigo público al evasor, con prisión,
como se hizo con Al Capone. Más plata al pobre y menor precio
al consumo popular, aumentará el gasto sin recurrir al dinero
sellado. En cuanto a las divisas, prohibir por un tiempo importar
todo lo que el país puede producir, hasta recuperar escalas
de producción mejores, y recién luego reabrir, sin
ir al control de cambios. El tema es, finalmente: ¿a quién
sirve la política económica? ¿a nuestra gente
o al acreedor externo? ¿Al pobre o al rico?
Providencial
Un hombre de letras ideó el anagrama: ARGENTINO = IGNORANTE.
Más allá de ofenderse, ¿hay casos en que es
cierto? Algunos pueden ignorar todos los saberes. Todos pueden ignorar
ciertos saberes. Pero ¿todos ignorar todo? Acaso muchísimos
ignoren algún saber particular, como la pérdida de
memoria histórica. Veamos un caso: la entrega de poderes
especiales a un hombre providencial. No debiera ser necesario recordar
que, ante el abandono del cargo de gobernador por Manuel Vicente
Maza, el 13 de abril de 1835, Juan Manuel de Rosas recibió
de la Sala de Representantes la suma del poder público. ¿Usted
lo recordaba? Esa transferencia de poder político siempre
ocurrió desde los representantes del pueblo a algún
hombre providencial en realidad, un ambicioso de poder, que
buscaba en primer lugar salvarse él mismo y consistió
en ceder facultades o en prolongar el desempeño de un cargo.
La población, sus vidas y patrimonios, y la nación
misma, quedaron a merced de los humores y neurosis de una sola persona.
Se creó una situación aberrante, para muchos insoportable,
que se manifestó en la emigración al extranjero. La
Constitución de 1853 prohibió expresamente la cesión
de poderes o la creación de facultades extraordinarias, por
las que la vida o la hacienda de cualquier persona quedasen a merced
de alguno en el poder. Calificó de infames traidores
a la patria a quienes participasen en esa cesión. Pero
también estipuló como atribución exclusiva
e indelegable de los representantes fijar impuestos, por cuanto
ellos salen del patrimonio del contribuyente y no deben crearse
sin su consentimiento, expresado por sus representantes en la Cámara
de Diputados. Esta prohibición, en espíritu incluye
toda acción del Ejecutivo que ataque a la hacienda privada.
Juan Domingo Perón descalificó a hombres providenciales
y proyectos reeleccionistas, pero aceptó su propia reelección.
Así nos fue. Menem hizo la suya, y así estamos. Hoy
hacemos la nuestra, no sólo con facultades extraordinarias,
sino aceptando que el Ejecutivo extraiga a su antojo recursos de
la ciudadanía. ¿Para salvar a quién? Se verán,
pues, dos resultados: 1º) si las facultades extraordinarias
terminarán en tragedia para el pueblo, como ya sucedió
antes y ya se insinúa en todo el país; 2º) si
seguiremos regidos por una Constitución que pocos, comenzando
por los representantes, parecen respetar.
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