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ECONOMíA EN PAGINA/12 WEB
20 MAYO 2001








 EL BAUL DE MANUEL
 por M. Fernandez López

 

Reactivando


Círculo vicioso de la recesión: la gente gasta menos; no se vende. Las empresas reducen su personal y se achican, pero entonces sus costos unitarios son más altos y su capacidad competitiva menor. El despedido pierde ingresos y gasta menos. En el país hubo dos propuestas para alentar el gasto en el mercado interno. Una buscaba reorientar el gasto en el tiempo; la otra, en el espacio. La primera la planteó Silvio Gesell con su “teoría del dinero sellado”: el papel moneda tenía casillas con fechas, adonde se iban pegando estampillas, o si no el dinero perdía súbitamente su valor; de todos modos, lo perdía gradualmente, pues el tiempo encarecía su tenencia (por el valor de la estampilla). El plan apuntaba a que el dinero no se atesorase y se gastara antes, circulando, con su efecto vitalizador sobre la cadena de pagos. La segunda propuesta se inspiró en lecturas de Keynes por Prebisch y fue aplicada por el gobierno de Justo en la Gran Depresión: control de cambios con política selectiva de las importaciones. El plan apuntaba a que se gastase en el país, no en el extranjero; y que no se gastasen más divisas que las ingresadas por la exportación. Hoy se vive un caso peor que el de Gesell o Prebisch. Mientras circulan autos BMW o Alfa Romeo, las fábricas locales suspenden por seis semanas su personal. Unos envían fortunas afuera y otros no tienen un trozo de pan para llevar a la boca. La distribución del ingreso es atrozmente desigual. Unos poquitos ganan fortunas por minuto, y la mayoría hemos bajado nuestro nivel de vida ¿Hay remedio? El gasto interno es bajo porque el IVA es inmoralmente alto: reducirlo al menos a una tercera parte bajaría precios y alentaría el consumo. En particular, el IVA debiera ser cero para artículos de consumo popular. ¿Y los que no tienen ingreso? Recibirlo del Estado. ¿Cómo pagarlo? Haciendo cumplir el impuesto a las ganancias, en especial en el tramo de ingresos superaltos, con trato de enemigo público al evasor, con prisión, como se hizo con Al Capone. Más plata al pobre y menor precio al consumo popular, aumentará el gasto sin recurrir al dinero sellado. En cuanto a las divisas, prohibir por un tiempo importar todo lo que el país puede producir, hasta recuperar escalas de producción mejores, y recién luego reabrir, sin ir al control de cambios. El tema es, finalmente: ¿a quién sirve la política económica? ¿a nuestra gente o al acreedor externo? ¿Al pobre o al rico?


Providencial


Un hombre de letras ideó el anagrama: ARGENTINO = IGNORANTE. Más allá de ofenderse, ¿hay casos en que es cierto? Algunos pueden ignorar todos los saberes. Todos pueden ignorar ciertos saberes. Pero ¿todos ignorar todo? Acaso muchísimos ignoren algún saber particular, como la pérdida de memoria histórica. Veamos un caso: la entrega de poderes especiales a un hombre providencial. No debiera ser necesario recordar que, ante el abandono del cargo de gobernador por Manuel Vicente Maza, el 13 de abril de 1835, Juan Manuel de Rosas recibió de la Sala de Representantes la suma del poder público. ¿Usted lo recordaba? Esa transferencia de poder político siempre ocurrió desde los representantes del pueblo a algún hombre providencial –en realidad, un ambicioso de poder, que buscaba en primer lugar salvarse él mismo– y consistió en ceder facultades o en prolongar el desempeño de un cargo. La población, sus vidas y patrimonios, y la nación misma, quedaron a merced de los humores y neurosis de una sola persona. Se creó una situación aberrante, para muchos insoportable, que se manifestó en la emigración al extranjero. La Constitución de 1853 prohibió expresamente la cesión de poderes o la creación de facultades extraordinarias, por las que la vida o la hacienda de cualquier persona quedasen a merced de alguno en el poder. Calificó de “infames traidores a la patria” a quienes participasen en esa cesión. Pero también estipuló como atribución exclusiva e indelegable de los representantes fijar impuestos, por cuanto ellos salen del patrimonio del contribuyente y no deben crearse sin su consentimiento, expresado por sus representantes en la Cámara de Diputados. Esta prohibición, en espíritu incluye toda acción del Ejecutivo que ataque a la hacienda privada. Juan Domingo Perón descalificó a hombres providenciales y proyectos reeleccionistas, pero aceptó su propia reelección. Así nos fue. Menem hizo la suya, y así estamos. Hoy hacemos la nuestra, no sólo con facultades extraordinarias, sino aceptando que el Ejecutivo extraiga a su antojo recursos de la ciudadanía. ¿Para salvar a quién? Se verán, pues, dos resultados: 1º) si las facultades extraordinarias terminarán en tragedia para el pueblo, como ya sucedió antes y ya se insinúa en todo el país; 2º) si seguiremos regidos por una Constitución que pocos, comenzando por los representantes, parecen respetar.