El caganje
Nunca antes
en el mercado internacional se instrumentó un canje voluntario
de deuda soberana tan grande como el que dentro de poco definirá
Domingo Cavallo. Tampoco, con las actuales condiciones financieras,
existen muchos antecedentes de una operación tan desastrosa
para las finanzas futuras de un país. Salvo que el mediterráneo
muestre a último momento una carta ganadora que por ahora
le fue esquiva, como el aporte de recursos en forma de garantía
de los nuevos bonos por parte del Banco Mundial, del Tesoro de Estados
Unidos o del Banco Central Europeo, el trueque será un pésimo
negocio. No para los bancos organizadores que embolsarán
en conjunto no menos de 100 millones de dólares. Pero sí
para la Argentina. Tres advertencias para no quedar atrapados de
la confusa verborragia de Cavallo:
1. Cuando se conozca el resultado del canje, el ministro seguramente
dirá que así se solucionará el problema de
la deuda.
Cavallo dijo lo mismo al presentar el Plan Brady de refinanciación
masiva de deuda, a fines de 1992, con, vaya casualidad, los mismos
protagonistas que lideran el actual canje (David Mulford, Daniel
Marx, el propio Cavallo y los banqueros de siempre). El saldo de
esa operación financiera está a la vista.
2. También cuando se difundan las condiciones de esta
reestructuración de pasivos es probable que se las justifiquen
afirmando que peor sería ingresar en una cesación
de pagos.
La Argentina está en virtual cesación de pagos. No
tiene acceso al mercado voluntario de crédito internacional
desde septiembre del año pasado. Y no consigue fondos a tasas
razonables en la plaza local. Los costos asociados a
esa crisis financiera ya se están padeciendo con una recesión
y ajuste deflacionario de largos tres años. La clave pasa
por encontrar la mejor salida, o sea la menos onerosa, a la cesación
de pagos que existe en los hechos. Los últimos vencimientos
de deuda se cancelaron con alquimias financieras y auxilios del
FMI para disimular la quiebra.
3. No estará ausente el anuncio de que con el canje empezará
la etapa de crecimiento vigoroso de la economía.
Si en el canje se definen tasas de interés del 14 al 15 por
ciento anual, independientemente de si se disponen años de
gracia para aliviar las cargas de cortísimo plazo, se dejará
a la Argentina sin chances de recuperarse. ¿Cuál será
el destino en un país que acepta condiciones financieras
para refinanciar su deuda que solamente pospone su declaración
formal de quiebra? Resulta una ingenuidad pensar que un canje a
esos niveles de tasas puede ser exitoso o una vía de solución
a la cesación de pagos.
En todo caso, será una vía para futuros negocios de
los bancos tal como lo explicitó David Mulford (entrevista
a Clarín, el jueves pasado), quien ya proyecta otro canje
de deuda. Si el acuerdo resulta exitoso, el Gobierno más
adelante podrá refinanciar esta deuda a una tasa más
baja. Uno puede reestructurar y recomprar esa deuda pactada a tasa
alta por una más baja, adelantó el exclusivísimo
asesor financiero de Cavallo.
¡Tantas mentiras sobre la deuda dijeron financistas y economistas
de la city! ¿No era que, después del Brady, era imposible
reestructurar la deuda porque los bonos estaban dispersos en miles
de inversores y ya no en cabeza de un grupo de bancos? El canje
no es otra cosa que una reestructuración. ¡Cuántas
cosas afirman los banqueros con impunidad obscena, sin reacción
alguna! Mulford avisa con naturalidad que la tasa será muy
alta e igualmente el Gobierno se desespera por concretar rápidamente
esa operación ruinosa. Así, el canje será,
en definitiva, un caganje.
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