Aeronaves
Por una
vez, estoy de acuerdo con Cavallo: el problema de Aerolíneas
es empresarial, no político. Es un típico problema
de empresa privada. Remitámonos a la historia de las empresas.
¿Qué empresa no compró a otra meramente con
el fin de cerrarla, crecer ella misma y eliminar competencia? Podríamos
decir mucho sobre el área de producción de cigarrillos.
En la esfera aeronáutica, ¿no era sabido desde antes
que pocas líneas aéreas en el mundo podían
sobrevivir? Que la privatización de Aerolíneas tuviera
este fin no debía sorprender, pues fue la misma historia
de Viasa, de Venezuela, empresa extinguida. Lo sorprendente es que
no haya ocurrido antes, y acaso eligieron este momento porque estamos
como un boxeador golpeado a lo largo de 10 rounds, que por milagro
se tiene en pie y ansioso espera la campana para recibir algún
masaje vivificante. Lo que inspira desconfianza es el currículum
o el prontuario de Cavallo, una de cuyas hazañas
fue la licuación de la deuda de unas cuantas empresas amigas,
lo que derivó en un incremento absurdo de la deuda externa
de todos. ¿Querrá hacer lo mismo ahora, transferir
al Estado argentino los 1000 millones que supuestamente debe Aerolíneas?
Si el Estado me pregunta, me remito a casos conocidos: en la India,
antes de la independencia, sobraban ingenieros; después,
faltaban; ¿qué pasó? Había cambiado
el proyecto de país, de colonia a país soberano. Cuba
opera sus aviones con la perfección de un bisturí,
presuntamente porque su tripulación la forman aviadores militares.
Luego, aconsejo: 1º) Despegarse de esa empresa, que quiebre
lo más rápido posible, no poner un peso, aun en sueldos
atrasados. Ayúdese al personal damnificado, como se ayuda
a otro ciudadano con problemas. 2º) Formar ya una nueva empresa
-renacer como AeroMéxico digamos Aerolíneas
II, que absorba a ese personal altamente calificado. El factor humano
es lo único que la Argentina no puede comprar a otro país.
3º) Integrar en bloque la Fuerza Aérea Argentina a Aerolíneas
II: los aviadores militares hoy no tienen empleo; son, como dijo
Samuelson, atletas altamente entrenados que nunca salen a
correr, y por ello se vuelven sobreentrenados. En este rubro
el progreso tecnológico ocurre en el capital físico,
los aviones, que es parte de lo que la actual empresa convirtió
en dinero y se llevó. Pero hay uno con el que, simbólicamente,
recomenzar: el Tango 01.
Regla
de oro
La ciencia económica, en su origen, se inspiró en
textos normativos -jurídicos, religiosos, filosóficos
que prescribían conductas moralmente aceptables: el deber
ser. Y tal deber ser es uno u otro según qué valores
se admiten. Con el tiempo los valores fueron excluidos de la economía,
que se volvió realista y menos moral. Pero en el último
medio siglo reapareció la necesidad de referirse a valores
y la fuente más aceptada fue la Biblia. Este pasaje de Mateo
22:39 ha generado una variedad de reglas de oro: Maestro,
¿cuál es el gran mandamiento en la ley? Jesús
les dijo: ... El segundo [mandamiento] es semejante [al primero]:
Amarás a tu prójimo como a ti mismo. De estos dos
mandamientos depende toda la ley y los profetas. Los hombres
de Estado juran cumplir este precepto cuando toman posesión
de sus cargos, pero al ejercerlos parecen contraer amnesia repentina,
sobre todo al repartir sacrificios y dispensar favores. Es una tradición
aceptada en épocas de crisis que el Estado se achique, agudizando
la recesión, pero además descargue el peso del ajuste
sobre los que menos tienen, sin sacrificio comparable de los pudientes.
Lo que confirma la idea de Smith, adoptada por Alberdi: el
Estado se creó para defender a los que tienen contra los
que no tienen. Luego decimos aquí- el Estado
hace pagar el sacrificio a los que tienen menos en beneficio de
los que tienen más. Tal tradición empezó con
Avellaneda, al surgir riesgo de default en 1876: Los tenedores
de los bonos argentinos deben, ála verdad, reposar tranquilos.
Hay 2 millones de argentinos que economizarían hasta su hambre
y sobre su sed, para responder en una situación suprema á
los compromisos de nuestra fe pública en los mercados extranjeros.
Vino la Gran Depresión, y el Estado ¿en quién
hizo recaer el ajuste?: impuso austeridad, creó impuestos
y recortó presupuesto, obras públicas y sueldos. En
1932, el ministro Alberto Hueyo se ufanaba de imponer sacrificios
al pueblo, sin tomarse siquiera la molestia de escribir un discurso
nuevo: Hoy en día atravesamos circunstancias semejantes,
con la única diferencia de que la familia ha crecido y que
en su oportunidad seremos 12 millones los que estaremos dispuestos
a economizar sobre el hambre y la sed. Un año después,
el país informaba Prebisch estaba al borde
de una verdadera catástrofe; por primera vez iba gente joven
a pedir comida a las casas.
|