La calesita
Cuál
ha sido el pecado para padecer semejante burla? Sólo si se
trata de purgar alguna culpa es posible entender semejante castigo.
Y si no hubo ninguna flaqueza de espíritu será cuestión
de resignarse a padecer la impunidad del poder financiero acompañado
por el ministro de Economía de turno. O, en todo caso, puede
ser que la cosa no sea tan dramática y se trate solamente
de una broma de mal gusto para varios que no tienen sentido del
humor. Puede ser también que haya muchas tareas pendientes
en la economía argentina que permitan entender sus profundos
problemas. Pero existe un absurdo por donde se mire que explica
el origen de las actuales desgracias. Y gracias al autor de ese
despropósito, Domingo Cavallo, se revela las razones del
megacanje. En un artículo publicado el lunes pasado en La
Nación, el ministro de Economía escribió, con
sinceridad bellaca: La reforma de seguridad social ha tenido
un costo, no sólo en cuanto a la carga tributaria adicional
que debemos enfrentar, sino también debido al aumento en
el déficit fiscal que resulta, automáticamente, en
más deuda pública. O sea, la privatización
de la jubilación, en 1994, el negocio del siglo para los
bancos dueños de AFJP, implicó más impuestos
y más deuda para cubrir el agujero fiscal provocado por esa
reforma que no asegura futuras jubilaciones mejores.
La reforma previsional desfinanció al Estado al desviar los
aportes jubilatorios de los trabajadores hacia las AFJP. Al respecto,
los banqueros, coincidiendo con Cavallo, también son gente
franca que no van escondiendo su fortuna. El objetivo (del
megacanje) escribieron en un informe interno Juan Arranz y
Juan Pablo Cabrera, del Banco Río es corregir el descalce
financiero del sector público provocado por la privatización
del sistema de jubilaciones y pensiones. Se debe recordar que dicha
privatización ha reducido los ingresos de caja del sector
público en más de 24 mil millones de dólares
(cerca de 3500 millones por año) desde su creación.
En realidad, el costo para el fisco de esa privatización
es el doble, puesto la mayor carga de intereses a pagar por la deuda
adicional y también por la tasa de interés más
alta pactada, precisamente, por la fragilidad financiera generada
por ese crecimiento de la deuda.
Se ha diseñado así una calesita abusiva por la cual
el Estado aumenta su endeudamiento para tapar el bache por el dinero
girado a las AFJP emitiendo títulos públicos, papeles
que compran las AFJP con el dinero que reciben de los trabajadores,
fondos que antes iban al Tesoro Nacional. Como el desequilibrio
ha sido cada vez más pronunciado, se han buscado diferentes
vías para que las AFJP incrementen por encima de los límites
legales su porción de cartera en bonos públicos, hasta
el 80 por ciento, por ejemplo, en el proyecto de ley de Crédito
Público para otorgar a los acreedores la recaudación
impositiva como garantía.
El Estado no puede cumplir con una deuda creciente precisamente
por el desfinanciamiento de la Seguridad Social a partir de la privatización
del sistema. El megacanje de deuda tuvo, como no podía ser
de otra manera, a las AFJP como uno de los principales actores,
cuando su propia creación ha sido el origen de la presente
insolvencia.
Los cambios al régimen previsional agudizaron las dificultades
para cerrar el déficit fiscal debido a que a la Seguridad
Social le fue retirada abruptamente gran parte de sus recursos (AFJP
y menores aportes patronales), pero debe seguir pagando los haberes.
Ese desequilibrio de las cuentas públicas aumenta el riesgo
país, con el consiguiente incremento de la tasa de interés,
caída del nivel de actividad, menores ingresos tributarios
y, como saldo, un nuevo plan de ajuste.
Como se ve, en esta calesita siempre los mismos sacan la sortija.
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