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ECONOMíA EN PAGINA/12 WEB
2 SETIEMBRE 2001








 EL BAUL DE MANUEL
 por M. Fernandez López

La línea

Piense en un cuadrado. Divídalo en dos con una línea recta. A cada lado, quedan dos superficies. Corra la línea a un costado: ha creado otra división de la superficie del cuadrado, en la que una parte agrandó su tamaño y otra la redujo. Si la superficie del cuadrado es el Producto Bruto Interno (PBI) y cada parte de su división representa, respectivamente, cuánto ingreso corresponde a la propiedad del capital y la empresa y cuánto al trabajo, se tiene un gráfico de la distribución del ingreso en la segunda presidencia de Perón. El ingreso (el cuadrado) no aumentaba, ya por haberse agotado la industrialización sustitutiva de importaciones como por hallarse estancada la oferta agropecuaria. El país importaba materias primas (como petróleo) y maquinaria y equipo. Los pagaba con las divisas que generaban las exportaciones (alimentos). Para incentivar a exportar más, el gobierno devaluaba el peso, es decir, pagaba más pesos por cada dólar ganado exportando alimentos. Ello hacía que el mismo producto –alimentos– también se vendiese a más pesos por kilo en el mercado interno. En otras palabras, se encarecía el costo de la vida. Para el conjunto de los asalariados, disminuía la participación en el ingreso nacional. Aquel gobierno, cuyo poder se basaba en parte en el favor de los sindicatos y el bienestar de los trabajadores, recomponía el retroceso de los asalariados otorgando aumentos masivos de salarios, lo que volvía la situación al punto inicial, haciendo necesaria una nueva devaluación cambiaria. Al ser constante el PBI, el retroceso de la participación salarial no sólo era relativa, sino absoluta. De haber sido creciente el PBI, una mayor parte otorgada a la propiedad del capital y la empresa no necesariamente causaría perjuicio a los asalariados. El caso sirve para apreciar el poder redistributivo que poseen los gobiernos, que se manifiesta en cómo recaudan sus ingresos y cómo los gastan. La situación es hoy peor, por hallarse el PBI estancado a un nivel de recesión. Cualquier estadista, grande o pequeño, entendería que la única forma de dar más recursos a los propietarios de capital y empresas, sin reducir aún más el ya comprimido lote de los asalariados, es agrandar el cuadrado. Sin embargo, contra la razón y el sentido común, se elige lo contrario: achicar y hacer incierto el ingreso del asalariado, cuyo desenlace no es otro que reducir el cuadrado.