La línea
Piense en un cuadrado. Divídalo en dos con una línea
recta. A cada lado, quedan dos superficies. Corra la línea
a un costado: ha creado otra división de la superficie del
cuadrado, en la que una parte agrandó su tamaño y
otra la redujo. Si la superficie del cuadrado es el Producto Bruto
Interno (PBI) y cada parte de su división representa, respectivamente,
cuánto ingreso corresponde a la propiedad del capital y la
empresa y cuánto al trabajo, se tiene un gráfico de
la distribución del ingreso en la segunda presidencia de
Perón. El ingreso (el cuadrado) no aumentaba, ya por haberse
agotado la industrialización sustitutiva de importaciones
como por hallarse estancada la oferta agropecuaria. El país
importaba materias primas (como petróleo) y maquinaria y
equipo. Los pagaba con las divisas que generaban las exportaciones
(alimentos). Para incentivar a exportar más, el gobierno
devaluaba el peso, es decir, pagaba más pesos por cada dólar
ganado exportando alimentos. Ello hacía que el mismo producto
alimentos también se vendiese a más pesos
por kilo en el mercado interno. En otras palabras, se encarecía
el costo de la vida. Para el conjunto de los asalariados, disminuía
la participación en el ingreso nacional. Aquel gobierno,
cuyo poder se basaba en parte en el favor de los sindicatos y el
bienestar de los trabajadores, recomponía el retroceso de
los asalariados otorgando aumentos masivos de salarios, lo que volvía
la situación al punto inicial, haciendo necesaria una nueva
devaluación cambiaria. Al ser constante el PBI, el retroceso
de la participación salarial no sólo era relativa,
sino absoluta. De haber sido creciente el PBI, una mayor parte otorgada
a la propiedad del capital y la empresa no necesariamente causaría
perjuicio a los asalariados. El caso sirve para apreciar el poder
redistributivo que poseen los gobiernos, que se manifiesta en cómo
recaudan sus ingresos y cómo los gastan. La situación
es hoy peor, por hallarse el PBI estancado a un nivel de recesión.
Cualquier estadista, grande o pequeño, entendería
que la única forma de dar más recursos a los propietarios
de capital y empresas, sin reducir aún más el ya comprimido
lote de los asalariados, es agrandar el cuadrado. Sin embargo, contra
la razón y el sentido común, se elige lo contrario:
achicar y hacer incierto el ingreso del asalariado, cuyo desenlace
no es otro que reducir el cuadrado.
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