De salvador a mendigo
Fue
convocado para generar confianza y ahora es lo que reclama de la
gente
para que la crisis no termine devorándolo. De salvador a
mendigo de fe ha quedado reducida su tarea. Domingo Cavallo ya no
tiene ese orgullo propio que tanto admiraban en la city. Volvió
diciendo que iba a hablarle a la gente, pero en realidad su discurso
sólo es confusión. Define como versión
periodística un reportaje que le realizaron a él,
publicado por Clarín, en el cual afirmó que no respetará
el piso de recursos comprometidos a las provincias por la coparticipación
de impuestos. Y en la misma conferencia de prensa de presentación
de la Carta de Intención con el FMI aseguró que no
va a haber incumplimientos en el giro de fondos según
el Pacto Fiscal, que asegura una base de 1364 millones de pesos
mensuales a distribuir. Aunque también dijo que habrá
que sentarse a negociar. En definitiva, vale recurrir a la letra
impresa de la Carta para saber cómo viene la mano: Trataremos
de reequilibrar los términos convenidos en dicho pacto para
generar una ahorro neto de hasta 900 millones durante el resto del
año 2001.
Esa pretensión de ganar recursos por parte de la Nación
en detrimento de las provincias refleja que las crisis son una fenomenal
herramienta de redistribución de ingresos. La clave en ese
proceso pasa por detectar la orientación de esa repartija.
Resulta evidente, por caso, que al podar un 13 por ciento los salarios
de los empleados públicos y de jubilaciones superiores a
500 pesos se ha elegido una forma de redistribuir ingresos. En el
Gobierno dicen que con equidad, porque quedaron excluidos los de
remuneraciones más bajas. Evaluación, obviamente,
que no es compartida por los recortados. Así, con esa poda
y la que se intenta con las provincias, queda en evidencia en esta
crisis que una cuestión estructural de los problemas de la
economía argentina es la distribución de ingresos.
Cuando se trata de ver cómo se dividen y asignan las porciones
de la torta, también se está hablando de cómo
se generan los recursos para luego distribuirlos. Y, en el caso
argentino, la regresividad de la política económica
se da por esas dos vías: se recauda y se ajusta entre los
que menos tienen.
Al respecto, resulta ilustrativo un artículo publicado el
lunes pasado en El Cronista sobre el pago de dividendos en efectivo
de empresas cotizantes en la Bolsa. El reparto de beneficios entre
accionistas en el primer semestre de este año fue record
histórico, al alcanzar los 2953 millones de pesos, poco más
de 100 millones más que en todo 2000. La distribución
de utilidades no mostraría otra cosa que, pese a la grave
crisis económica, todavía hay sectores con rentabilidad
elevada. Pero eso no es lo más relevante, sino que esas rentas
repartidas no pagan impuesto a las Ganancias. Cuando surge esa cuestión,
Cavallo al igual que el lote de economistas liberales argumentan
que si se gravaran los dividendos se estaría incurriendo
en doble imposición. Pero más bien vale remitirse
a lo que se hace en el mercado capitalista por excelencia, Estados
Unidos: se aplica el 30 por ciento de Ganancias a los dividendos
en efectivo que distribuyen las compañías.
Ese privilegio que gozan los inversores bursátiles en Argentina
restan recursos a un fisco sediento y presionado por cumplir el
déficit cero. Esa ventaja impositiva sirve como ejemplo para
mostrar cómo se puede hacer una política regresiva
o progresiva en la repartija de ingresos manteniendo como objetivo
el equilibrio fiscal. Y, casualidad, los 900 millones de pesos que
Cavallo quiere sacarles a las provincias es el mismo monto que se
podría haber recaudado, con la misma alícuota que
aplica el fisco estadounidense, si los dividendos que se distribuyeron
en el primer semestre hubieran pagado Ganancias. Parafraseando una
histórica frase de campaña electoral de Bill Clinton,
¡es la distribución del ingreso, estúpido!
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