Calles vacías
Poca
gente en la calle. Menos tránsito por las avenidas. Comercios
cerrados. Y los abiertos, con escaso o nulo movimiento. Los shoppings
son un desierto. En el circuito productivo no se paga ni se cobra.
La Capital está irreconocible. A media tarde parece vacía.
En la noche, una ciudad fantasma. Si así está el distrito
más rico del país, basta un poco de imaginación
para darse una idea de cómo estará el resto.
Se sabe, y se repite en muchísimas ocasiones, que el menos
común de los sentidos es el sentido común. Lo más
lógico se torna descabellado; lo racional se vuelve irresponsable
en esa tozuda defensa que Domingo Cavallo y los economistas del
establishment hacen de la política de Déficit Cero.
El ajuste prolongado por el lado de los ingresos, en un contexto
de profunda recesión, sólo puede ser recomendado por
el enemigo. E implementado por un enajenado.
Asumiendo la imposibilidad de un Estado de acceder al crédito
para financiar sus desequilibrios, ¿quién puede pensar
que reprimiendo la demanda hasta niveles insoportables se puede
salir de la crisis? ¿Con qué libros de economía
estudiaron?
Son increíbles los Sturzenegger, Mondino & cía.,
bien acompañados por los FIEL, CEMA, Mediterránea
y otras fundaciones con sus finanzas bien cubiertas. El análisis
más elemental concluye que el Déficit Cero es imposible
de cumplir siguiendo el actual camino. Sólo daño y
destrucción de riqueza provoca esa estrategia de ajuste,
sobreajuste y recontraajuste del gasto público.
Sería interesante que escriban papers explicando cómo
una economía sin crédito puede salir de la recesión
bajando el gasto. Hasta sería un desafío que desarrollen
esa teoría. Pero sería recomendable que el trabajo
de campo lo realicen en otro país.
Esa estrategia para enfrentar una crisis podrían presentarla,
por ejemplo, en Estados Unidos y observar la reacción de
sus académicos.
Por una amenaza de recesión, luego de ocho años de
una inédita bonanza, la maquinaria keynesiana manejada, paradójicamente,
por los republicanos, se ha puesto en marcha. Primero, un paquete
de 40 mil millones de dólares para financiar la guerra. Después,
un plan de auxilio de casi 15 mil millones para las compañías
áreas. Ahora, unos 75 mil millones para impulsar a la economía
y otros 3000 millones para asistir a desempleados. Además,
una baja de impuestos por 60 mil millones. Al mismo tiempo, la Reserva
Federal (banca central estadounidense) inundó de dólares
a los bancos, otorgando línea de liquidez inmediata por más
de 100 mil millones. También bajó la tasa de interés
a niveles que sólo se habían registrado hace 39 años.
¿Cómo se denomina ese tipo de política? La
administración Bush sería acusada de socialista
por los economistas liberales argentinos. Y Ricardo
López Murphy apelaría a una tragedia griega para pronosticar
el derrumbe del capitalismo moderno.
Todo se presenta en una forma tan absurda. Tan disparatado. Desde
que asumió el Gobierno, Fernando de la Rúa va tras
el círculo virtuoso del crecimiento. El ajuste que traerá
el desplome de la tasa de interés por la confianza recuperada
y, así, se convocará a capitales que permitirían
empujar la rueda. El Déficit Cero aspira a lograr esa circularidad
mágica. Pero si antes era una quimera, luego de los atentados
en Nueva York y el Pentágono, directamente es una ingenuidad.
Ha aumentado la aversión al riesgo por los emergentes y ni
el mejor alumno seduce hoy a los fondos que manejan capitales.
Este sendero elegido por De la Rúa-Cavallo no tiene mucho
trecho para recorrer.
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