Martes, 3 de mayo de 2016 | Hoy
AJEDREZ › DIáLOGO CON ALEJANDRO OLIVA, DOCENTE DE AJEDREZ, MúSICO Y ACTOR
Desde hace ocho años fusiona sus pasiones en Tocada Movida, una banda cuyos temas están dedicados al ajedrez y a su mundo, con la cual recorre espacios educativos y culturales del país y el extranjero.
Por Fernando Maskin
–Solemos decir que somos la mejor banda de música y ajedrez. Porque somos la única. Y bueno, también la peor. La originalidad de Tocada Movida es que nos dedicamos exclusivamente a esa mezcla, por lo que ya deja de ser algo estrafalario y la gente se termina sorprendiendo de que la banda suene tan “en serio”. Lo que hacemos es equiparar lo ajedrecístico y lo musical permitiendo que aparezcan un montón de ritmos. El público puede escuchar música venezolana o escocesa, por ejemplo, con un sonido original, cuidado. Nos interesa que, donde sea que vayamos, la gente pueda conocer una chacarera, un rap, un bolero. El nombre “Tocada Movida” quedó bien porque ya de arranque da una enseñanza: “pieza tocada, pieza movida”; es decir, hacerse cargo de la pieza que tocás, pensar con la cabeza antes de meter la mano. Y, además, claro, estamos en una “tocada” de música.
–La idea surgió en el ámbito de la escuela pública, donde soy profesor de ajedrez desde hace mucho tiempo. Más precisamente, en las Escuelas de Recuperación de la Ciudad de Buenos Aires –que ahora se llaman “Escuelas integrales interdisciplinarias”–, un proyecto que estaba orientado originalmente a problemas cognitivos, de aprendizaje. Un día que el profe de música se había olvidado la guitarra en el aula, les pregunté a los alumnos cuáles eran los movimientos del peón y empezamos a decir: “Va para adelante”, “Come en diagonal”... En un momento, un alumno dijo: “Me parece que puede coronar”. “¿Cuándo?”, pregunté. “Cuando llega al final”. Esas frases se me hicieron canción instantáneamente y en seguida los pibes la empezaron a cantar como si estuvieran en la cancha. Así se armó esa especie de cuartetazo: “Petiso y Cabezón”, que es nuestra “Muchacha ojos de papel” (risas) y que ya tiene versiones en francés, italiano, portugués.
–Ese juego se transformó en una entidad que está recorriendo las escuelas desde 2008. Con Javier Caramías –que es uno de los mayores referentes del ajedrez en educación–, elaboramos un proyecto que integra el ajedrez y los discursos artísticos. Nuestro proyecto no tiene afán comercial. Yo vivo de dar clases de ajedrez y creo que la banda contribuye a que los pibes que no saben jugar se metan en este mundo, que para nosotros es maravilloso. El ajedrez me dio muchas cosas y esto es una pequeña manera de devolverlo. Si puedo lograr que más gente conozca el ajedrez y lo juegue, y hacerlo de onda, ¿por qué no devolverlo así? Solemos tocar 40 o 50 veces por año, que es un montón. Hemos convertido el show en una fiesta. Y ya estamos por sacar nuestro tercer disco –se va a poder acceder gratis en Internet como toda nuestra música en www.tocadamovida.com– que creo que va a cerrar una etapa como banda.
–En principio, debo decir que es un trabajo muy placentero y que ayuda a romper con algunos mitos, como por ejemplo eso de que “el ajedrez es para inteligentes”. Si estos chicos no fueran tan inteligentes como los demás, los frustraríamos al enseñarles algo que no pueden aprender. Una vez participamos de un torneo organizado por el Ministerio de Educación de CABA, en el que la diferencia entre los pibes de escuelas especiales y las normales fue imperceptible, incluso en los resultados. Los pibes se divierten muchísimo en el nivel al que llegan y ése es el primer placer que engancha, la motivación natural. Trabajamos con chicos con trastornos de conducta, dificultad de aprendizaje, escuelas de sordos e incluso escuelas de chicos con retraso mental y físico. También en escuelas hospitalarias, en el Garrahan, la Casa Cuna, el Hospital de Niños. Nuestro objetivo en la educación especial es que el ajedrez sea vehículo para el encuentro entre los pibes, porque en el juego son todos iguales: no hay idiomas, edades, ideología. Lo más importante es que tengan experiencias de integración con chicos de escuelas comunes.
–Hemos recorrido el país, en auto, un poco como juglares. Fuimos a Misiones, La Pampa, Uruguay, Bariloche, Trelew, Mendoza. En cada lugar conocimos un montón de gente y tocamos con músicos locales. Un proyecto funciona verdaderamente cuando no queda limitado a las personas que lo iniciaron. El proyecto me llevó a conocer a mis compañeros músicos Maia Acosta, Romina Rojkés Tellarini, Jorge Camaño, Mariano Gómez, a nuestro sonidista Omar Amendolara y a un montón de invitados que tuvimos. Como Cecilia Rossetto, por ejemplo, que en nuestro segundo disco grabó con nosotros una milonga que le dediqué a su papá, el Gran Maestro Héctor Rossetto. En lo personal, Tocada Movida también me abrió las puertas de la Fundación Kasparov y fui a mostrar todo esto que hacemos a unos congresos que se hicieron en México.
–Estaba durmiendo, sonó el teléfono y pensé que era mi hija (risas). En serio: atendí y una voz mexicana me indicó que tenía que estar el jueves en el DF dando una charla sobre ajedrez. Pensé que era una joda, pero anoté los datos por las dudas. Aparentemente hubo un pedido de incluir cuestiones artísticas en la conferencia. Al llegar, me enteré de que tenía que hablar ante 800 personas. Pero funcionó. Me fue muy bien. Lo central para la Fundación es el aspecto social y educativo del ajedrez. Por ejemplo, el español Juan Carlos Montero –que es especialista con el trabajo en contextos de encierro– comentó que lo que logra el ajedrez es enseñar a tomar responsabilidad; primero que nada en el juego, desde que uno se hace cargo de las propias movidas: anteponer la reflexión al impulso. Montero hace jugar a los presos con una pauta: “contar hasta cinco antes de jugar”. Un ex interno le contó que ese “contar hasta cinco” le evitó recaer en la cocaína, estando ya en libertad.
–Sí, es una aventura ir a la cárcel y ver las cosas que despierta el ajedrez en ese ámbito. Uno también tiene la contradicción de estar con alguien que se mandó alguna, ¿no? El año pasado estuve con la gente del programa Ajedrecear, del Ministerio de Cultura de Nación, en la Colonia Penal Unidad 4, Santa Rosa, La Pampa. El Maestro Internacional Nahuel Díaz jugando con los presos... fue una experiencia fortísima. Creo que llegar a los lugares donde nadie llega es lo más importante. No hay que perder de vista que el ajedrez puede ser un deporte para todos y que hay que trabajar para que eso no quede en un eslogan. En eso, Ajedrecear es hoy una referencia para todos los que hacen ajedrez y quieren vincularlo con la cultura. Y no sólo en Argentina. Creo que se transformaron en eso porque son tipos tremendamente apasionados, y sin pasión no se pueden hacer estas cosas.
–Lo poco que hice como jugador fue siendo chico. Con 16 y 17 años jugué varios torneos. El ajedrez me llegó a través de mi viejo, que no jugaba bien pero que le encantaba. Pero si algún día vuelvo a abordar el ajedrez, me encantaría elaborar problemas como la persona que más sabe de didáctica y ajedrez en el país, mi admirado Marcelo Reides. Me parece una faceta interesantísima.
–Antes que nada, hoy me considero un docente. Pero sí, me puedo definir también como esas tres cosas, pese a que la actuación y el ajedrez no son mis fuertes. La primera la agoté. Ya no tengo más ganas de actuar, sí de dirigir. Y tengo ganas de tocar y de jugar al ajedrez. Quiero seguir jugando.
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