PLáSTICA › SERGIO AVELLO EN EL FONDO DE LAS ARTES
En el Fondo es laborioso
Itinerario de un pintor que se convirtió en un módico pionero del renacimiento local del abstraccionismo geométrico.
Por Fabián Lebenglik
El enorme trabajo que hay detrás de esta muestra contradice la fiaca militante de su autor, Sergio Avello (Mar del Plata, 1964), quien desde que se vino a vivir a Buenos Aires hace veintiún años se ha ido transformando en un artista secreto y casi de culto, gracias en parte a su talento y actitudes y en parte a su pródiga dispersión aplicada a varias artes más allá de la pintura: disc-jockey, escenógrafo y productor de discos, entre otras lides.
Con un cuerpo de obra relativamente escaso, siempre desde una vertiente manifiestamente antinarrativa, el artista se convirtió también en un módico e involuntario pionero del renacimiento local de la geometría abstracta, que fue una de las marcas locales y localizadas del arte de los años noventa.
Entre fines de la década del 80 y comienzos de la del 90, Avello -habitué y protagonista de la noche underground ochentista– fue invitado a exhibir su obra por dos de las personas que más lúcidamente captaron el arte de la época: Adriana Rosenberg (lo invitó a exponer en su propia galería en 1989 y 1990) y Gumier Maier (en la galería del Rojas, en 1992; y luego en “El tao del arte”, en 1997, a modo de resumen de los artistas del Rojas en el Centro Recoleta). Es decir: Avello no estaba solo.
A lo largo del tiempo, la coherencia y sinceridad de la obra de Sergio Avello, en la que se privilegia el color y el paradigma del diseño, se rescata el valor de lo mínimo, la elocuencia del marco, y el valor del humor generó una sana resistencia –a partir de la “debilidad”, por supuesto– contra algunas claves ciertamente densas de la tradición argentina, tales como la reivindicación del trabajo esforzado, la seriedad ampulosa, la voluntad narrativa, la defensa única de grandes causas y demás intenciones aparatosas. Para decirlo exageradamente, el anarcohedonismo de Avello se planta contra el efecto Sabato de la cultura argentina –moral sufriente; arte como padecimiento–, y en todo caso se acerca al efecto Puig –arte libre; humor gozoso; formas artísticas cuidadas–.
El nombre de la exposición, “S/T”, es una sintética declaración de principios por parte del artista: nombrar lo menos posible, alejarse del aspecto taxativo y autoritario del lenguaje; tomar distancia de los críticos y curadores mañosos, que a toda costa manipulan a los artistas para hacerles decir lo que sus obras no dicen, o fuerzan aquello que sí dicen de un modo más poético y oblicuo. A su manera, el nomadismo de Avello ayudó a diluir y ampliar el concepto tradicional de artista dedicado exclusivamente a “lo suyo”, y en este punto el formato pequeño de todos sus trabajos también funciona como una declaración de principios contra la grandilocuencia, la voluntad de permanencia y la habitual sed por pasar a la historia. Del mismo modo su opción inicial por exponer en lugares no tradicionales también es un índice: Avello no construyó, como se supone debiera ser, una tradicional carrera de artista, sino que más bien ha trazado un itinerario disperso. En todo caso, la estrategia habría sido convertir la imposibilidad en logro. Esa supuesta exterioridad y haraganería de Avello –desmentida en esta muestra– es la que lo lleva a comenzar una obra desde el marco y luego avanzar hacia el interior.
Es difícil destacar una obra del conjunto, pero a los efectos periodísticos se puede mencionar la relación que el artista establece entre los colores y los estados de ánimo y las actitudes. Esto sucede en la vinculación entre fracciones de color y facciones de pertenencia (deportivas, nacionales, políticas). Por una parte, la bandera argentina que muta en bandera boquense; por la otra, la bandera norteamericana se presenta en versión negro petróleo de luto. También se destacan las antitéticas placas verticales pintadas en colores vibrantes que en la base exhiben una cómica y artificiosa chorreadura.
La obra de Avello pide una mirada delicada, dedicada y elemental, en el sentido más básico: una mirada primera, detallada y sostenida, que se pierda en el color, la trama, la textura, el registro, el valor (del color), la tonalidad, la luz y luego en el sonido (como sucede especialmente en la instalación lumínica y sonora del subsuelo). En ese pequeño mundo, plagado de microscópicos descubrimientos, Avello funda su universo, basado en la elocuencia de lo visual y en la premeditada exclusión de la palabra. (FNA, Alsina 673, hasta el 12 de agosto).