PLáSTICA › CARLOS TRILNICK INAUGURA UN RENOVADO ESPACIO
Indeterminaciones del paisaje
El fotógrafo y videoartista presenta una exposición en la que el punto de partida es el género del paisaje. Pero se trata de paisajes en fuga, entre la duración y la fijación.
Por Fabián Lebenglik
El espacio de arte Filo reabrió sus puertas con el nombre “180º Arte contemporáneo”, bajo la dirección de Pelusa Borthwick y Eduardo Miretti, quienes se proponen exhibir fotografías, videoarte y nuevos lenguajes en las artes visuales.
La muestra inicial está dedicada a la obra reciente de Carlos Trilnick (Rosario, 1957), fotógrafo, videoartista, docente universitario y codirector del sitio web www.findelmundo.com.ar –fundado en 1996 y dedicado al “Arte actual desde Argentina”–.
Se formó en la Neri Bloomfield School de Haifa, Israel, entre 1979 y 1982, especializándose en fotografía y video. En 1983 se mudó a Buenos Aires y participa desde entonces en muestras colectivas e individuales, nacionales e internacionales.
A través de sus prácticas artísticas –pensadas en conjunto como una continuidad–, Trilnick concibe el arte actual como un derivado de la “edición”, donde la tarea artística estaría en relación con el trabajo de posproducción, ya sea en la fotografía, el video, el arte por Internet, digital o las instalaciones.
Como propone el crítico y teórico francés Nicolas Bourriaud en su último libro –Postproduction: Culture as screenplay. How art reprograms the world (Postproducción: la cultura como guión. Cómo el arte reprograma el mundo)– a partir de la década del noventa buena parte de la producción artística se basa en materiales preexistentes, y genera sentido partir de una selección y combinación de elementos heterogéneos ya dados, fuera de la noción (perimida) de originalidad. El arte de posproducción, en los términos en que lo plantea Bourriaud, remite al conjunto de procesos que se aplica a todo material grabado o registrado que pertenece a un ámbito “tercero”. En este punto, podría decirse que los artistas, cada vez más, interpretan, reexhiben y reproducen otros productos de la cultura –incluidas las obras de otros artistas–. “Las cosas y pensamientos –escribió Deleuze– arrancan o crecen desde el medio, y desde allí hay que comenzar a trabajar, allí es donde todo se despliega.”
El género “dado” que Trilnick toma para su muestra, y sobre el que viene trabajando desde hace tiempo, es el del paisaje, tomado como categoría artística. Desde este relativo punto de partida (en todo caso, punto “medio” de partida), Trilnick genera una serie de fotografías crepusculares, movidas, de una gran plasticidad, que dialogan con el género del paisaje pictórico y el fotográfico, explotando especialmente el cruce inaugural y decimonónico entre una pintura y una foto.
La exposición presenta un conjunto de fotos de imagen magmática y fluida, que oscilan entre lo reconocible (árboles, agua, horizonte, nube...) y lo irreconocible, hasta llegar casi a una mancha gestual. Con un impecable refinamiento en el tratamiento del color y la imagen, el artista toca además otros límites. Diluye y abstractiza la imagen hasta llevarla al lugar exacto de cruce entre movilidad e inmovilidad, entre composición y ejercicio casual.
La fotografía de Trilnick es una imagen en fuga, el efecto de un corrimiento y un recorrido, el resultado de la mirada de un viajero frecuente. El fotógrafo genera y retrata movimientos exploratorios de luz crepuscular, como ejercicios de romantización del paisaje, donde la oscuridad introduce un componente sutilmente dramático. Y de paso incluye el arte fotográfico como parte de un espectro pictórico ampliado.
Sus fotografías generan una relación poética y provocativa entre la noción de instante y la de eternidad, colocándolas como categorías complementarias o, en todo caso, como aspectos de un mismo proceso visual y psicológico: duración y fijación quedarían abolidos como polos, en busca de una nueva lectura del tiempo de la cual la fotografía sería hábilinstrumento. (Galería “180º”, San Martín 975, hasta el 6 de septiembre. Entrada gratuita.)