EL PAíS
La curiosa historia de los piqueteros anarquistas
Ellos prefieren designarse como “libertarios”, porque convocan anarquistas, socialistas e independientes. Se dedican a la autoconstrucción y se organizan en cooperativas. Quiénes son. Cómo piensan. Cómo se organizan. Su pasado y su presente.
Por Laura Vales
“La realidad ya no cabe en los moldes clásicos”, dice el viejo militante de izquierda mientras camina por la calle de tierra del barrio El Peligro, en las afueras de La Plata. Lleva un pulóver gastado y el pelo blanco, tupido, que el viento no consigue despeinar. El dirigente tiene 68 años, pero parece mucho más joven: nadie diría que este hombre de carácter expansivo que habla hasta por los codos pero se niega a dar definiciones tiene edad para haber participado, como lo hizo, en la huelga bancaria de 62 días de 1959, cuando los cajeros de traje y cabeza engominada se convirtieron en el primer sector en poner en apuros al gobierno de Arturo Frondizi.
–Y éramos todos clase media, empleados de banco –recuerda.
Juan Carlos Cibelli es el titular del MUP (Movimiento de Unidad Popular), una organización piquetera con base en Quilmes y La Plata. Página/12 le ha preguntado si es cierto que son anarquistas y él ha interrumpido para corregir:
–Libertarios.
Así prefieren definirse, porque agrupan efectivamente a anarquistas “pero también a marxistas e independientes”.
Algunos de ellos se reunieron el pasado jueves con Cibelli para dar esta nota: el referente universitario Federico Martelli, que viene de la agrupación Aguanegra; Emanuel Enríquez, del MUP de Berazategui; Diego Valdez, dirigente de El Peligro, junto a otros desocupados y cooperativistas.
El nombre novelesco del barrio es nada más que para impresionar a los de afuera. El Peligro es un asentamiento semirrural, con aire de campo, tranquilo. Aquí el momento de máxima adrenalina es el del vuelo rasante de los teros. Tiene 4 mil habitantes y está ubicado un poco antes de llegar a La Plata, a un costado de la Ruta 2. La mayoría de los que viven acá son gente del interior que llegó para trabajar la tierra en las quintas cercanas (como el propio Diego Valdez, un santafesino de sangre mocoví), y que se fueron quedando sin trabajo.
En este lugar empezó el MUP, a mediados del 2001. Actualmente tienen en funcionamiento una fábrica de escobas, una panadería con un horno industrial y otro pizzero, producción de dulces, una huerta, un comedor popular y están levantando siete casas por autoconstrucción. La producción se realiza en el interior de dos amplios edificios de material, obra de la cooperativa El Progreso sobre terrenos propios.
A un costado de los estantes donde las piqueteras acomodan sus potes de dulces hay una partida de fideos secos, embolsados. Los hace otra cooperativa, también integrante del movimiento, cuenta Cibelli. Este grado de desarrollo, que permite a los desocupados buscar ahora una articulación con pequeños productores parados, tiene una historia que vale la pena contar.
El Progreso
La Cooperativa El Progreso fue fundada quince años atrás por las mujeres del asentamiento, que empezaron a reunirse para festejar los cumpleaños de los chicos y decidieron industrializar algo que sobraba en esa zona de quintas, los tomates. En 1989, en plena hiperinflación, armaron bolsas de verduras que ofrecían a los sindicatos en dificultades. Así empezaron a tener sus primeros ingresos, de los que resolvieron separar el 15 por ciento para invertir en la cooperativa. Con ese método compraron 5 hectáreas de terreno.
Cuando ingresaron los hombres, lo que ocurrió más tarde, la cooperativa consiguió ser contratada por la municipalidad de La Plata para hacer trabajos de zanjeo y mantenimiento. “Fue una buena época”, sintetizaCibelli. Pero a mediados de la década del 90 asumió como nuevo intendente Julio Alak, quien priorizó la contratación de grandes empresas y dejó a los cooperativistas sin trabajo. Tuvieron que reconvertirse, ofreciendo sus servicios al sector privado para la construcción de grandes obras y el mantenimiento de plantas industriales. Atravesaron así la segunda mitad de los ‘90, cada año en un contexto más hostil. De las 13 mujeres iniciales, la cooperativa había crecido a 62 integrantes, 60 de los cuales quedaron desocupados en el pico de la crisis económica. En junio del 2001 resolvieron salir a cortar la ruta.
Discutieron bastante y se animaron unos pocos, tan pocos que a pesar de que tenían al lado la Ruta 2 prefirieron caminar hasta Melchor Romero para cortar un lugar menos ancho, el cruce de las calles 520 y 166. Fueron 32 y consiguieron 32 planes de empleo, uno por cada manifestante. Era su iniciación como piqueteros.
Tras los pasos de Malatesta
El MUP había nacido un mes antes, el 26 de mayo de 2001. Un grupo de 18 delegados de organizaciones barriales, estudiantiles y sindicales fundaron la organización que tuvo en ese plenario unos 100 militantes, sobre todo de los barrios de Gorina y El Peligro y de la Universidad de La Plata. Muchos eran integrantes de AUCA, una organización anarquista que toma las bases de Bakunin. A nivel estudiantil están en varias facultades, como en la conducción del centro de Bellas Artes de La Plata y en la Federación Universitaria (FULP).
¿Qué modelos teóricos tienen estos piqueteros que citan a Malatesta, trabajan en cooperativas y hablan de construir poder popular? Ellos hablan de una síntesis de “elementos del anarquismo, el socialismo y el pensamiento nacional”. Dicen que son apartidarios y que no son autonomistas.
¿Quiénes eligen como referentes históricos? La rueda de entrevistados duda y finalmente mencionan a los clásicos de la iconografía piquetera, el Che, Evita.
–En mi barrio el héroe es Mandela –interviene Emanuel, de Berazategui, mientras se encasqueta el gorro de lana negro sobre el pelo oscuro.
–¿Nelson Mandela?
El piquetero asiente.
–¿Por qué se difundió?
–Por la música. Los pibes escuchan las canciones de Todos tus Muertos que hablan de Mandela. La ideología en el barrio es así: Mandela estuvo preso más de 25 años y era inocente. Igual que lo que pasa acá, que los pibes van en cana mientras los grandes delincuentes siguen libres.
Por su ubicación geográfica y su historia, el MUP es mucho más conocido en La Plata y en el sur del conurbano que en la Capital Federal. Algunos de sus referentes, como Federico Martelli, acumulan allí causas judiciales por participar en protestas.
El corte más duro del Movimiento ocurrió hace un año, cuando la esposa y uno de los chicos de Diego Valdez murieron de hantavirus, la enfermedad que transmiten las ratas, luego de reclamar en vano la intervención del Gobierno en el problema. Ese día, el 15 de agosto del 2002, los vecinos hicieron al volver del cementerio una asamblea que resolvió hacer un piquete por tiempo indeterminado. Se plantaron en el medio de la Ruta 2 con tanta bronca que no aceptaron ir a dialogar a La Plata, sino que permanecieron hasta que los funcionarios se presentaron en su barrio. En los últimos dos años hubo en el área 28 casos de hantavirus.
En la actualidad, el MUP tiene 1600 integrantes, pertenecientes a tres sectores: desocupados, trabajadores y estudiantes. Su estructura de organización es bastante sencilla, de asambleas de base, mesas regionales y una mesa nacional. Tienen además coordinadores de áreas como salud, prensa, seguridad o administración.
Trabajan con planes de empleo y a la vez algunas de sus cooperativas obtienen ingresos propios. Han coordinado sus últimas medidas de lucha (como la del miércoles pasado) con el Movimiento Teresa Rodríguez y el MTD 26 de Junio de La Matanza.
Quien los escuche no dejará de notar que son bastante eclécticos y que están concentrados en sacar adelante la cuestión del trabajo genuino. Como libertarios, dice Cibelli, creen “en la posibilidad de que el individuo se realice en comunidad, pero sin que el número le imponga condiciones”. De todas, esa fue la única definición que aceptaron suscribir.