Miércoles, 8 de octubre de 2014 | Hoy
En los discursos que diera Cristina el 1º de octubre en la Rosada, resaltó la claridad y dureza con que expuso la situación de nuestro país ante la ofensiva buitre externa e interna. La creación de la Secretaría de Hábitat es, además de una necesidad, otra señal de que nuestro gobierno resuelve para adelante. Como la votación del Código Civil, como los cambios en el Banco Central y la tarjeta naranja para Mariva. Pero el discurso en su conjunto, los cuatro, son algo más: una clara exposición de cómo se estrecha el espacio para los gobiernos democráticos y populares del mundo ante la ofensiva financiero-militar de la alianza EE.UU./OTAN.
Cristina no pronuncia estos discursos tras unas semanas de reflexión en el Sur ni tras un corto descanso en Chapadmalal. Lo hace a menos de una semana de sus intervenciones anticipatorias en Naciones Unidas y el Consejo de Seguridad y tras una reunión extensa con el Papa. Si conservaba alguna expectativa de alivio a la presión internacional contra los gobiernos populares de América latina, Cristina las perdió todas a la vista de lo que encontró en su visita al Vaticano y tras sus reuniones e intercambios en EE.UU. Si la derrota del ALCA hace nueve años en Mar del Plata marcó el punto más alto de nuestra capacidad de confrontación contra aquellas ofensivas imperiales, la situación actual es la de mayor presión desde la coalición imperial hacia quienes tratan de desengancharse de su política. En este marco recrudece la ofensiva contra el mal ejemplo que encarnan buena parte de los gobiernos latinoamericanos. Somos una muestra palpable de la ignominia y la ineficacia de los conservadores y socialdemócratas del resto del mundo a la vez que podemos ilusionar a pueblos cansados de tanto maltrato.
Por eso, el discurso, los discursos de Cristina, tienen que ser vistos en esta clave: “vienen por nosotros”.
Mario Burgos
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