Miércoles, 30 de septiembre de 2015 | Hoy
CIENCIA › FERNANDO PEIRANO, SUBSECRETARIO DE POLíTICAS EN CIENCIA Y TECNOLOGíA
El funcionario del Ministerio de Ciencia analiza el estado de la ciencia y la tecnología en Argentina, como insumos que favorecen el funcionamiento del engranaje productivo. El nuevo momento de la planificación en el país. La relación Estado-privados y el papel de las empresas.
Por Pablo Esteban
El diseño y la ejecución de políticas públicas presuponen un espacio y un tiempo de planificación. Pero, ¿qué es la planificación? Washington Uranga la define como un “proceso mediante el cual se introduce racionalidad y sistematicidad a las acciones y a la utilización de los recursos con la finalidad de orientarlas hacia un objetivo deseable y probable”. De esta forma, mientras que el corto plazo implica la implementación de “políticas de urgencia”, en el largo plazo se inscriben aquellas operaciones profundas que garantizan la verdadera transformación en la medida que buscan resolver problemáticas de tipo estructural.
Durante mucho tiempo “proceso” y “largo plazo” constituyeron meras utopías, figuras retóricas sin contenido, en definitiva: formas vaciadas de sentido. En la última década, la situación se modificó, pues se reconoció –no sin esfuerzo– la centralidad de la ciencia y la tecnología en el andamiaje del sistema productivo, la innovación y la generación de empleo. Un esquema macroeconómico que, en la actualidad, busca ser sostenido a partir del robustecimiento de las actividades industriales con el apoyo y la gestión del conocimiento, con el objetivo de lograr soberanía y mayores cuotas de libertad respecto de las reglas impuestas –de modo perverso– por los mercados internacionales.
Algunos interrogantes hacen fila y se agolpan con la necesidad de ser respondidos: ¿cómo diseñar políticas públicas que, desde el ejercicio prospectivo, proyecten (y construyan) el futuro? ¿De qué manera las administraciones kirchneristas han logrado modificar la realidad material y simbólica del sistema científico y tecnológico en el país? ¿En qué medida el conocimiento participa del sistema económico y configura un nuevo perfil productivo? En definitiva, ¿cómo forjar un país que no apoye la ciencia sino que se apoye en la ciencia? En este marco, el subsecretario de Políticas en Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva del Mincyt, Fernando Peirano, ensaya algunas respuestas al respecto.
–Usted es economista y se especializa en temáticas vinculadas al desarrollo productivo. Desde esta perspectiva, ¿cómo definiría el perfil productivo en Argentina?
–Ese interrogante me interesa responderlo en comparación con lo ocurrido en tiempos precedentes. Me tocó formarme en una etapa de retroceso y ajuste, de carencia y procesos truncos durante las décadas de los ochenta y los noventa. Luego, tuve la suerte de comenzar a ejercer un cargo en la gestión pública como subsecretario de Políticas en Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva, en un escenario totalmente distinto caracterizado por nuevos desafíos. Tenemos una industria fortalecida, en la que se identifica la participación de nuevos actores con capacidades innovativas enriquecidas y diversificadas, y también contamos con novedosos modelos de articulación institucional. Todo, en sinergia, forma parte de una plataforma muy interesante de cara al futuro: se trata de pensar un país en que la producción y el empleo continúen siendo los ejes sociales y territoriales. En la actualidad, tenemos un Estado mucho más preparado. Durante el neoliberalismo, el saber técnico se había alejado mucho de los espacios de decisión pública. Nosotros, por ejemplo, en la gestión del Ministerio recuperamos la planificación como ejercicio ordenador.
–Recién comentaba que, en la actualidad, Argentina posee un sector industrial fortalecido. ¿Esto equivale a decir que vivimos en un país industrializado?
–Contamos con el PBI industrial per cápita más alto de América latina, pienso que tenemos un país cuyo sector industrial se consolida día a día. A diferencia del resto del continente en que ha permeado una tendencia vinculada a la exportación de materias primas, nosotros hemos logrado sostener el protagonismo de las manufacturas de origen industrial. No son muchos los países que demuestran capacidad para producir bienes que requieren la articulación de sistemas y redes de producción, pues eso implica el trabajo coordinado de una multiplicad de actores. Por otra parte, Argentina es una nación que posee una dotación de recursos naturales generosa y una plataforma de ciencia y tecnología muy extendida con investigadores competentes.
–En este sentido, ¿cómo se conquista el desarrollo?
–Se logra con el trabajo articulado de la industria, los recursos y la ciencia. Si nosotros conseguimos hacer una síntesis de estos tres vectores de cambio de una manera articulada, tendremos la chance de profundizar el crecimiento y aumentar la productividad. Aquí, la innovación juega un rol fundamental y representa el corazón de la tríada.
–Ya que lo nombró, ¿cómo definiría el concepto de innovación?
–Desde mi punto de vista, la innovación implica resolver de manera creativa los problemas que plantea el desarrollo. Existen innovaciones de producto-proceso (vinculadas al crecimiento de las pymes) y, por otra parte, se ubican las institucionales. En eso, Daniel Scioli es el único que plantea un compromiso explícito con hacer de la innovación una herramienta clave para apuntalar el desarrollo. Argentina ha demostrado que tiene capacidad innovadora y eso es algo medular.
–Pienso que para resolver de manera creativa los problemas, es fundamental la formación de recursos humanos con capacidades para crear. ¿Existen instituciones en el país que formen a las nuevas generaciones en esta línea?
–Por un lado, Argentina posee una oferta universitaria pública muy diversificada y de alto alcance que ha demostrado que no es contradictorio, en el marco educativo, pensar en inclusión y calidad. Un aspecto no elimina al otro ni mucho menos. Desde aquí hemos logrado posicionarnos muy bien en el área de producción científica y en el ranking de universidades. En los últimos años, hemos sumado 500 mil estudiantes universitarios distribuidos en 15 nuevas universidades. Por otra parte, respecto a la innovación y al aporte creativo, es muy importante el aprendizaje del individuo a partir de la práctica en el campo. Debemos apostar por esa chispa e iniciativa personal, en el marco de un sistema que le dé sentido, torne más complejas y sistematice aquellas intenciones particulares.
–En este contexto, ¿qué lugar ocupa la ciencia?
–La ciencia siempre funcionó como un espacio de inspiración para la innovación. Además, los países que progresaron lo hicieron a partir de procesos mediante los cuales los éxitos privados y empresariales se produjeron gracias a políticas exitosas que acogieron y generaron las condiciones para que aquello emergiera. Argentina ha cumplido ciclos y ha resuelto desafíos que habían quedado pendientes gracias al aporte de la innovación y de la creatividad. Por ejemplo, en materia nuclear –Atucha II–, en el área satelital –Arsat I y ahora Arsat II–, en el desarrollo de radares nacionales –civiles y militares–, el desarrollo de software –que involucra, en la actualidad, más de 4500 empresas, 100 mil puestos de trabajo y un crecimiento de empleo que representa el 12 por ciento anual–, en biotecnología, etc. En muchos casos se dice que son políticas de largo plazo y cuesta ponerle una medida a ese “largo plazo”. Sin embargo, opino que ese “largo plazo” puede describirse a la perfección con la última década en que se logró todo lo que acabo de enumerar y, por supuesto, mucho más.
–Piensa a la ciencia como un motor que mueve el engranaje del sistema productivo...
–En la actualidad, nadie se animaría en nuestro país a plantear los desafíos productivos sin incluir a la ciencia y a la tecnología. Queda por delante darle un mayor alcance y amplitud a todo lo que se ha logrado, pero sin dudas contamos con un modelo de trabajo efectivo.
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