CIENCIA › DOBLE HELICE
Ciencia en el final de la posmodernidad
Por Cristián Favre *
El mundo del conocimiento se vio largamente separado en dos culturas, las ciencias naturales, por un lado, y las humanidades, por otro. No es difícil reconocer que la ciencia y la tecnología han sido fundamentales en la modernización y en la organización de los pueblos y que su inclusión en la cultura no tardaría, aun cuando esa brecha en el mundo de las ideas fuera real hasta hace poco, dando cuenta de una histórica debilidad.
Esta separación ha experimentado una sutura que comenzó con el avance de las ciencias sociales, que rompieron barreras disciplinarias mezclando campos científicos y humanísticos; pero también la hibridación se estableció en las ciencias puras, al volverse más indeterminada la partición entre ciencia básica y ciencia aplicada y derivar en la aparición de disciplinas más mixtas (biotecnología, informática), en las que coexiste la producción tecnológica con la de conocimiento básico. La vieja frontera académica extendida o adoptada por el mundo no académico se ha ido disgregando entonces, a partir de o junto con estos cambios, en todos los campos de la cultura. Dos hechos claves en el proceso han sido la integración de la alta tecnología a la vida cotidiana y la velocidad en la mediatización, esto es, en la transmisión/distribución de la información/conocimiento. En este sentido, ha devenido un espacio múltiple de constitución de la ciencia. Este tal vez sea el cambio que deja atrás el paradigma anterior: la incorporación masiva de la tecnología posibilita una nueva subjetividad: somos cada vez más permeables al conocimiento científico y eso mismo nos vuelve co-constructores de él. Hay quienes se animan a decir que el conocimiento científico hoy es producido y gestionado como una práctica cultural más. Y, ciertamente, algo así sucede. En primer lugar, porque este conocimiento se ha fragmentado en cientos de disciplinas que son igualmente fluidas y permeables. En segundo, porque la comunidad científica es cada vez más múltiple y diversa, cooperativa y global. Y, en tercero, porque la gente y otros espacios de producción de cultura (de la tv a la web) no sólo consumen, sino coproducen este conocimiento al interactuar en esta red devolviendo demandas y generando un lenguaje común que, en definitiva, es otra instancia del mismo.
Finalmente, el desafío será interpretar estos nuevos papeles, para que el conocimiento científico cobre potencia como el instrumento liberador de los hombres que siempre ha sido.
* Doctor en Ciencias Biológicas. Investigador del Conicet. Universidad Nacional de Rosario.