Miércoles, 24 de mayo de 2006 | Hoy
CIENCIA › MISHA COTLAR, UNO DE LOS MITOS DE LA EPOCA DE ORO DE LA UBA
Uno de los matemáticos más destacados de la Argentina reflexiona acerca del papel de la ciencia en la actualidad y sobre el misterio de las matemáticas abstractas, que se condicen sospechosamente con el mundo real.
Por Leonardo Moledo
Misha Cotlar es un verdadero mito: es uno de los matemáticos más reconocidos de nuestro país, fue protagonista de la época de oro de la universidad y hace poco el Senado lo distinguió con la mención de honor Domingo Faustino Sarmiento. Si bien fue el primer profesor full time, elegido por decisión unánime del Consejo Superior, se define como un eterno estudiante que tiene algunas nociones de matemática.
–Usted fue uno de los personajes importantes de la época de oro de la Facultad de Ciencias Exactas de la UBA, y era una especie de leyenda, porque circulaba una historia de que usted tocaba el piano en un bar de Montevideo. Y nosotros, los alumnos, nos preguntábamos si eso era cierto o no. ¿Era verdad?
–Sí, era verdad. Lo que queda de aquel pasado es una experiencia de que la gente es muy buena. Toda la gente que yo encontré me trató con extrema gentileza y mostró las cosas más lindas. Es una experiencia interesante, porque uno tiene fe en el ser humano.
–Una pregunta complicada: ¿Cuántos años tiene?
–93.
–Usted en el año ’28 se fue de Rusia.
–Sí, me fui al Uruguay, a Montevideo, donde estuve 7 años.
–¿Y ahí empezó a estudiar matemáticas?
–Prácticamente sí, aunque en realidad ya había empezado a ver las primeras cosas con mi padre en Rusia.
–¿Y cómo fue que vino para Argentina?
–Yo trabajaba como pianista, pero no quería trabajar en música, sino que quería estudiar matemática con Rey Pastor. Pero cuando vine a Buenos Aires, él ya no estaba, se había ido de viaje a España.
–Y eso fue...
–En el ’35, en una época muy especial, con una juventud que se mostraba muy inspirada.
–Y se recibió aquí.
–No, me fui a hacer la tesis a Chicago, en el año ’53.
–Y después volvió y se incorporó a la UBA.
–No, cuando regresé, con un grupo de matemáticos, Varsavsky, Ricabarra, Klimovsky, Bosh, Gentile, fuimos a Mendoza y formamos un Instituto de Matemática. Fue una etapa extraordinaria, que duró tres años, y después nos mudamos a La Plata y después a Buenos Aires.
–Y ahí sí, vino la etapa de oro de la UBA. ¿Qué hacía usted? ¿Cómo recuerda esa época?
–Fue algo nuevo, algo noble, que consistía en trabajar con gente inteligente, con cualidades humanas y actitudes profundas. Pero eso duró hasta que Onganía entró a los palazos en la facultad. Después hubo todo un periplo Montevideo-Caracas, donde estuve más de 25 años. De la época de oro lo principal es que estuve con gente que me trató muy bien y con hombres que representaban lo que yo entiendo por la ciencia matemática.
–¿Y qué es?
–Para mí es el pensamiento pitagórico-platónico.
–De acuerdo con esa idea, ¿existen los objetos matemáticos o existen en el mundo platónico?
–El modelo es el de Einstein, que se pregunta si existen los objetos en este mundo o si existen en el mundo abstracto. Ese es el modelo, que tiene muchos ejemplos.
–Imperfectos en general.
–Sí, en general imperfectos. Cuando se construye alguna estructura hay un cierto número de postulados, en los cuales hay que tener cuidado de que no haya contradicciones. Para asegurarse de eso, se busca un modelo. Entonces muchas teorías están aseguradas por los números, porque la geometría cartesiana se expresa en números. Como estamos seguros de que en los números no hay contradicción, la construcción numérica es un seguro para la geometría. Pero en otras es mucho más difícil encontrar el modelo.
–Y los espacios que uno define en matemática, ¿son objetos que existen en el mundo? ¿Tienen algún reflejo en el mundo?
–Este es el gran misterio de la matemática. Cómo es que algo tan abstracto rija el mundo material. Ese es el punto de vista de Einstein, que hay una teoría abstracta y que el mundo real es un ejemplo de esta teoría, que lo asegura. Pero todavía es un misterio, no se estableció la correspondencia entre la física experimental y la matemática. Son ilusiones de los sentidos.
–Sí, pero encajan tan bien que uno dice “aquí pasa algo raro”. Y la ciencia, ¿cómo puede ayudar a mejorar las condiciones de vida? O, siendo más pretenciosos, ¿cómo puede mejorar al ser humano?
–Este es el problema que hay. ¡Si lo supiera yo! Personas brillantes en el manejo de conocimientos son totalmente inconscientes de lo importante. Por ejemplo, la tecnología. Einstein decía que el desarrollo de la tecnología sería como darle un arma poderosa a un criminal. Eso no quiere decir que la tecnología es mala, es algo maravilloso. Pero como está la humanidad ahora, el desarrollo de la tecnología no es esencialmente bueno. Creo que la situación es realmente peligrosa.
–Dígame, Misha... ¿continúa investigando en matemáticas?
–No, doy algunas charlas. Yo soy un matemático muy modesto, ni siquiera un matemático: un estudiante de matemáticas.
Producción: Nicolás Olszevicki.
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