Martes, 31 de agosto de 2010 | Hoy
Por Rodrigo Fresán
UNO Agotados por agosto –agostados, sí– el jueves de la semana pasada nos fuimos a dormir más sacudidos que mecidos por las palabras del mercurial hombre del tiempo: el viernes sería el día más caluroso del agosto más hot de los últimos treinta años. Y adivinen qué: tenía razón.
DOS Pero se quedó corto: fue el día más ardiente en todos los registros de la historia climatológica de España. Así que nos levantamos, luego de ser golpeados por una ola de calor africano, con el cuerpo mojado por la sequía. Y bajamos las persianas y hundimos la cabeza en la heladera abierta y fuimos de la ducha al living y, en la televisión, agosto seguía siendo el peor agosto en muchas décadas. Y no sólo por el calor. Me explico: cuando llegué aquí, a finales del milenio pasado, agosto era un trance, una pausa, una tregua. Todo se detenía o se ralentizaba. Y las autoridades desaparecían –gobierno y oposición– amparados en aquel mantra de “España va bien”. Ahora España no va bien y –empezando por Zapatero, una de las clases políticas con menos clase jamás padecida– decidió cortar vacaciones, arremangarse, poner el hombro, seguir trabajando. Así, segundo plano para lo que hasta no hace mucho solían ser primicias estivales. Ya saben: romances y divorcios de famosos, ese terrible Big Miner chileno, posibles desavenencias entre el elenco femenino de la Familia Real, el que vive cinco años con una bala en la cabeza o al que le creció una planta en los pulmones, el atasco de automóviles chinos de diez días y sumando, o el enigma de si las jodidas y tan de moda bayas tibetanas del Goyi (que no son del Tíbet) sirven para algo o no. Todo eso –ahora rumor de fondo– fue reemplazado por un tronante continuum de noticias políticas que arrancó temprano con la prohibición a los toros y continuó con las histéricas amenazas de huelga de los controladores aéreos (que posibilitó el surgimiento del sex-symbol y portavoz gremial César Cabo), Rajoy sin cinturón de seguridad, las grietas del PSOE madrileño o del PP valenciano a la hora de candidatear para las próximas elecciones locales, la liberación de los cooperantes secuestrados en el Magreb por Al Qaida (¿se pagó rescate o no?, ¿son las “caravanas solidarias” una forma de “turismo-aventura para pijos”?), los feroces recortes a los recortes a la obra pública para después anunciar que no se recorta tanto (y que algunos señalan como Método ZP: te doy una mala noticia y después te la retoco para bien para que pienses que somos capaces de salir del agujero negro), los problemas en la frontera con Marruecos (Aznar con su velcro/bigote), el plantón al gobierno de los constructores, el asesinato de dos guardias civiles y un intérprete en “misión de paz” en Afganistán, la “sugerencia” de un aumento de impuestos... Todo eso y mucho más y ellos sin corbata pero con mirada fiera, como diciéndonos: “Aquí estamos, por ustedes, no nos hemos movido de nuestro trabajo”, sin entender que la cosa no pasa ni pasó nunca por ahí. A ver, por favor, si lo comprenden para el próximo agosto que, seguro, será más caluroso que éste: cuando se van, no es que ustedes se vayan de vacaciones; es que nosotros necesitamos vacaciones de ustedes. No verlos. Fantasear con que fueron espejismos y que ya nunca volverán o, al menos, volverán un poco cambiados. Para mejor, de ser posible. Mientras tanto y hasta entonces, los noticieros ofrecieron el único bálsamo posible. Pomada de Efemérides y Jarabe de Waka Waka: “Hoy se cumple un mes... un mes y tres días... un mes y una semana de que ganamos el Mundial”.
TRES Pero ya se va acabando lo que se daba. Los pirómanos pasan a cuarteles de invierno, los descerebrados cultores del balconing (eso de tirarse a la piscina desde el balcón del hotel), los que se derriten haciendo cola para entrar a la Sagrada Familia y los descamisados que llegan aquí para deshacer mediterráneamente (drogas y alcohol y fiesta y mear en la calle) todo lo que no pueden poner en práctica en los controlados fríos nórdicos emprenden el regreso a casa. Quedan los que se sientan a discutir –avatares felices de una nueva cultura donde la gracia pasa no por entender en la butaca sino por suponer en el blog– la trama de El origen (película que vi con la misma angustia con la que alguna vez intenté comprender el cómo y porqué de los polinomios) y quedan los que, como yo, fueron a ver la legible claridad de Toy Story 3 y salieron llorando por el renovado milagro de una historia bien contada.
CUATRO Jonathan Franzen salió en la portada de Time y hubo alborozo por ver ahí a un escritor “de verdad”. A mí también me puso contento. Y leí la tan ponderada Freedom. Y está muy bien escrita. Y –¿culpa de agosto?– la sensación térmica de que podría llamarse Las enmiendas de tan parecida que es a Las correcciones, nueve años atrás. Y el error difícil de perdonar en alguien que predica el realismo absoluto como única forma de salvar y enaltecer al género: la “heroína” Patty Berglund tipeando autobiografía terapéutica y sonando como Franzen en sus diatribas ensayísticas. Y, otra vez, los guiños cómplices a los maestros (Bellow, Cheever, Roth y Updike a la hora de la crónica sin anestesia de una familia disfuncional) pero, finalmente, la certeza de que Freedom no está por encima de La tormenta de hielo, Las vírgenes suicidas, La broma infinita, Lunar Park y, más cerca, The Unnamed y Mr. Peanut. Y aun así Freedom –arranque formidable, gran final– es una digna forma de esquivar, en la cuesta de septiembre, no a los ángeles que vendrán marchando pero sí a los cada vez más numerosos mártires arrastrándose.
CINCO Y me acuerdo de otro agosto y de otro libro. Un agosto con frío. Un agosto en otra parte/capítulo del planeta/novela de mi vida en el que –año 1980– yo me planto frente a la vidriera de la Librería Atlántida y me pregunto de qué y de quién será ese libro con ese título. Edición casi artesanal, tapa bastante fea. Pero leo el primer párrafo de uno de los cuentos y me lo llevo sin saber –pero lo sabré enseguida– que le he abierto la puerta a un escritor al que seguiré por muchos agostos. Todavía lo tengo. Más de uno se lo quiso llevar “prestado”, pero, habiendo superado mudanzas porteñas y cruce transoceánico, aquí sigue. Mis muertos punk, se llama. Y las vidas y los dichos fluyen y se secan como agostos; pero las obras y las letras permanecen como refrescantes eternidades a las que se puede viajar, una y otra vez, en máquinas del tiempo de tinta y papel. La electricidad –diga lo que diga el folleto del efímero nuevo gadget by design– la ponen los que escriben y los que leen. Libertad.
SEIS Mañana será otro día, otro mes, otra temporada, otra temperatura, y ya regresó el poderoso opiáceo del fútbol. Pero ellos seguirán aquí con el agravante de no haberse ido y de haberse tomado nuestras vacaciones al no tomarse las suyas. Ya me lo imagino: PSOE y PP luchando a brazo partido y cabeza quebrada –The Economist acaba de pronosticar que ganará las elecciones generales el primero que se deshaga de su actual líder– para ver quién se adjudica la buena nueva de que bastan apenas veinte movimientos para resolver el maldito Cubo de Rubik. Eso sí: ni unos ni otros podrán explicarnos cuáles son esos veinte movimientos. De eso trata –quemando y rompiendo tanto– el siempre fresco e irrompible juguete de la política.
¡Así nos va...!
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