CONTRATAPA
Premios y proyectos
Por Rodrigo Fresán
UNO ¿En qué se parecen una guerra del tipo preventivo a quedarse despierto hasta tan tarde para ver la entrega de los premios Oscar? Fácil: en que en ambas situaciones uno se pregunta qué carajo está haciendo ahí.
Al menos ésa era la cara que tenían los flamantes candidatos al premio al mejor prisionero de guerra cordialmente transmitidos por los maestros de ceremonia del canal Al-Jazeera. Cara de tipos castigados por las circunstancias de un guión nuevo y –salvando los temores– la cara que se tiene cuando al fin llega el Oscar a mejor película, y se lo lleva Chicago, y uno se arrastra hasta el dormitorio y baja las persianas bien bajas.
DOS Hay algo de gracioso en todos esos pronósticos –confirmados– en cuanto a que Chicago sería la gran vencedora por representar “el clásico espíritu americano y el sano pasatiempo del musical como producto perfecto para tiempos difíciles”. De acuerdo: la edad dorada del musical, como género, tuvo su abril durante la Segunda Guerra Mundial. La gente iba al cine para distraerse y contemplar como si fuera algo normal el hecho de que, de golpe y sin aviso, los protagonistas se pusieran a cantar y bailar como si en ello les fuera la vida. Estos idus de marzo... con Chicago ocurre más o menos lo mismo, pero con una trama más inquietante: Chicago baila y canta alrededor del triunfo del delito, la manipulación de evidencias, la poca cordura de los juicios del sistema legal americano y el modo en que, al final, alcanza con tener la cara dura y las piernas largas para salir ganando. Cara dura y piernas largas como las de Mr. Donald Rumsfeld, quien se horroriza por la emisión televisiva de interrogatorios a prisioneros de guerra preventiva –considerándolo algo “asqueroso”– mientras que le parece perfectamente normal la hospitalidad guantanamera; la transmisión en vivo y en directo de iraquíes de rodillas diciendo “Bush... Bush” cuando se les pregunta si saben hablar inglés; o las postales apocalypse now del bombardeo de Bagdad con el coreográfico título de Shock and Awe luego de haber ignorado el veredicto del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. Y all that jazz.
TRES Como ya dije, la noche de los Oscar es la noche más larga del año –aquí la cosa arranca recién a las 2.30 de la madrugada y se prolonga hasta las 6–, así que hubo tiempo para ver muchas cosas. A saber: la primera parte de El señor de los anillos (una “de guerra” pero, de algún modo, dulcificada por la imposibilidad de traerla a nuestro presente, porque ya no existe la posibilidad de buenos tan buenos ni de malos tan malos), la versión clásica de El filo de la navaja (con Tyrone Power como Larry, uno de esos americanos ya casi extinguidos y alguna vez numerosos que solían salir al mundo no para conquistarlo sino para aprender de él) y –de tanto en tanto– saltos a la CNN y a la Fox News. En la CNN versión española aguanto poco porque la traducción simultánea de generales desde el Centcom de batalla está siempre a cargo de una argentina que pone una voz dulce e hipnótica como la que solía poner Jacinta Pichimahuida al explicarle –en vano– la regla de tres simple al bestia “pero con un corazón así de grande” de Palmiro Caballasca. En la Fox News, sin embargo, está mi oficial retirado favorito: se parece mucho al científico loco de Regreso al futuro (pero con pelo al rape) y se ríe de que los iraquíes combatan a las tecno-tropas imperiales “con material de descarte de Corea”. Los conductores del programa –”Fox and Friends”, perfecto descenso al cerebro de las tinieblas del americano medio– también se ríen de eso y yo, ingenuo, me pregunto: ¿pero no era que todo esto se debía a que Irak tenía armas de destrucción masiva? Bueno, parece que no: “Tienen armas dedestrucción masiva, pero no las usan porque no los dejamos usarlas”, responde mi halcón favorito. Risas.
CUATRO Después me enteré de que bombardeos B-52 repostaron combustible en el espacio aéreo de Bilbao, Pamplona y Barcelona. Cosa que no se hace debido a su alto riesgo y porque también está prohibido por el papel higiénico de alguna de esas convenciones con las que limpiarse el culo. Me enteré también de que existe algo llamado The Project for the New American Century. Llamémoslo PNAC (www.newamericancentury.com, los invito a visitarlo y a temblar) y parece que ahí están todas las respuestas a lo que vendrá, todos los futuros ganadores de Oscar. El PNAC está constituido por “pensadores” de extrema derecha (varios de ellos perfectamente sentados en sillones ejecutivos del gobierno de Bush Jr.) y, lo siento, no pasé mucho más de la introducción, donde se lee: “El Proyecto para un Nuevo Siglo Americano es una organización sin fines de lucro dedicada a unas cuantas proposiciones fundamentales: que un liderazgo americano es bueno tanto para América como para el mundo; que tal liderazgo requiere de fuerza militar, energía diplomática y dedicación a un principio moral; y que son muy pocos los mandatarios que hoy están capacitados para un liderazgo global”. Si el PNAC fuera un musical, sería bastante parecido a Chicago: canciones pegadoras, bailes y cuerpos a tierra y, al final, no ganan los buenos sino los astutos.
CINCO En cualquier caso, la noche de los Oscar tuvo sus momentos de interesante “fuego amigo”. El documentalista de choque Michael Moore gritándole a Bush que es un presidente ficticio de un país ficticio puede resultar fuerte para uno. Pero, ay, tal vez para Bush esto constituya la paradoja del mejor de los elogios a una gestión literalmente peliculera. A resignarse: nuestras vidas son un reality show: uno de esos programas que fueron novedosos porque significaban la revancha del espectador sobre la estrella y que ahora no son más que otra perfecta excusa para que los poderosos del panel se rían de los débiles encerrados ahí adentro, de los prisioneros de guerra, de los que aprovechan los agradecimientos de un Oscar para arrojar una granada. Respetos a todos ellos. Nos guste o no, a la hora de la no-ficción, somos todos prisioneros de esta peliculera guerra del Big Brother.
Tengo sueño. Tengo insomnio.
Tienen premio. Tienen proyecto.
Feliz siglo nuevo.