Teléfono

El lunes 19 de diciembre de 2005 un operario de Telefónica Argentina ingresó al sótano del edificio en el que vivo (H. Yrigoyen 4099, Capital) y abrió la caja de inspección donde se encuentran las conexiones de los abonados. “Casualmente” desde ese momento mi teléfono dejó de tener tono. Hice el reclamo al 114 y como no obtuve respuesta, al día siguiente mandé una carta documento intimando la restitución de la línea en el término de veinticuatro horas y el crédito por la falta del servicio.

Desconozco si el desperfecto fue por culpa del operario que tocó algún cable de la caja o si fue por otro motivo, pero lo concreto es que desde entonces me veo privado de usar mi teléfono.

Además de los perjuicios que me ocasiona por mi profesión de periodista (matrícula nacional 12.740), es doblemente perjudicial que en esta época de las Fiestas me encuentre incomunicado y privado de recibir y hacer llamadas.

Además de la falta de servicio, lo terrible es la falta de respuesta y el “ninguneo” por parte de la empresa. Nadie pone la cara, porque además no hay caras responsables a la vista y el reclamo se reduce al discado automático del 114.

En la Argentina la categoría de “usuario de servicios públicos con derechos” no existe. Todos somos clientes cautivos y “contribuyentes” a los que sólo se les reconocen obligaciones de pago, Seguramente, Telefónica de España debe funcionar de otra manera, pero parece que en la Argentina no necesitan ser tan eficientes. Pero no todas las culpas son atribuibles a la empresa española; aquí ningún organismo oficial controla “efectivamente” los servicios públicos ni exige el cumplimiento de su correcta prestación a los usuarios.

Sería bueno que los que hace años protestaban contra ENTel y hablaban de la privatización como si fuera la panacea, pensaran que ahora tampoco hay a quien reclamar. Pero con una pequeña diferencia: las ganancias van a parar a España.

Ernesto Grossi
D.N.I. Nº 4.366.850