CULTURA
En plena crisis, el Museo Británico cumple 250 años
El festejo planeado por las autoridades no alcanza a ocultar una realidad de números en rojo y robos inexplicables.
Por Marcelo Justo
Desde Londres
Fundado durante la curva ascendente del Imperio Británico, el 7 de junio de 1753, se precia de ser el primer museo público y nacional de la humanidad y festeja hoy con gran fanfarria sus 250 años de existencia. La fiesta se extenderá desde la mañana hasta bien entrada la tarde, con música y narraciones de distintas partes del mundo para celebrar la amplia variedad de culturas representadas en las salas del museo. “A pesar del nombre, la idea es que el Museo Británico es un museo de la humanidad, y eso es lo que queremos reflejar en este festejo”, indicó a Página/12 Hana Boultonh, portavoz de la institución.
Entre la lectura de cuentos babilónicos, japoneses, árabes, africanos, celtas, griegos, armenios, judíos, hindúes, que se sucederán durante la jornada junto a recitales de música tradicional, brilla para un latinoamericano la ausencia de algún relato azteca o inca, a pesar de la importante colección que tiene el museo. “No sé a qué se debe”, explicó la portavoz del Museo. “La intención es tener una muestra lo más representativa posible de todas las culturas pero, es cierto, no hemos incluido en el programa de celebraciones nada de la cultura hispanoparlante”, detalla.
A pesar de albergar en su imponente edificio neoclásico algunas de las más conocidas maravillas del mundo, como los mármoles de Elgin (frisos del Partenón griego), la Tablilla del Diluvio (el texto más antiguo que conserva la humanidad) y la célebre Sala Egipcia, el Museo Británico llega a la ocasión con algunos achaques de la edad. Recientemente, los más notables han sido los problemas presupuestarios y la creciente presión para que devuelva a su lugar de origen algunos de sus tesoros históricos.
Empezando por el dinero. En estos tiempos de austeridad financiera hasta para el aire que se respira, el Museo viene arrastrando un déficit de cinco millones de libras anuales (unos 8 millones de dólares). El déficit se debe en gran medida a los recortes de las partidas presupuestarias que se produjeron en los últimos diez años y que repercutieron en una reducción de personal considerado esencial para el funcionamiento de un museo. En 1996, el Británico contaba con 85 conservadores, especialistas en cada una de las distintas disciplinas: hoy quedan unos 60.
Como nada sale gratis en la vida y mucho menos los ahorros, en junio del año pasado el Museo se vio obligado a cerrar por una huelga de sus empleados, que advertían sobre los riesgos que corrían las piezas del Museo debido a los recortes. Un mes después, los peores temores de sus empleados se cumplieron. Como en una grotesca comedia italiana, a plena luz del día y aprovechando las deficiencias de seguridad, una o varias personas robaron una estatuilla griega de más de dos mil años de antigüedad, tasada en unas 30 mil libras esterlinas (46 mil dólares aproximadamente).
Este último hecho tuvo el involuntario efecto de alertar a las autoridades sobre la necesidad de actuar. En el presupuesto de abril hubo un ligero incremento en las partidas y una promesa de más recursos. “Entre eso y los recortes creemos que para el próximo año no tendremos déficit”, indicó a este diario Hana Boultonh. El robo atizó una polémica de mucho tiempo: la de los mármoles de Elgin. Estos mármoles del Partenón, el templo más importante de la antigua Grecia, fueron llevados ilegalmente a Gran Bretaña en 1816, pleno apogeo imperial, por lord Elgin, embajador en el país que entonces estaba dominado por los turcos.
La justificación “cierta” del hecho fue que los mármoles corrían peligro bajo el Imperio Otomano, que entonces dominaba la cuna de la democracia y mostraba poca inclinación a cuidar tesoros históricos de pueblos invadidos. Sin embargo, a partir de la independencia de Grecia en 1829 no ha habido gobierno heleno que no reclamara (sin éxito) la restitución de los mármoles. Desde la década de los ‘80, con la actriz Melina Mercuri a la cabeza, el diferendo se convirtió en un tema nacional para los griegos, que vienen haciendo una intensa campaña pública para que los mármoles vuelvan a estar en su lugar de origen. Esta campaña ha encontrado un creciente eco en sectores británicos. El año pasado, un grupo liderado por el diputado liberal demócrata Richard Allan y la actriz Vanessa Redgrave inició la campaña Partenón 2004, para que los frisos regresen a Grecia a tiempo para la iniciación de los Juegos Olímpicos en Atenas.
La posición oficial, en tanto, no ha variado. “Creemos que los mármoles están donde deben estar. Es decir, en un museo que tiene alcance universal. El Museo es un compendio de la cultura universal que anualmente visitan más de tres millones de turistas. Se necesita un lugar así en el mundo donde pueda visitarse la historia de la humanidad”, dice sin ruborizarse Hana Boultonh.
La Tablilla Cuneiforme de Irak, conocida también como Tablilla del Diluvio (el texto más antiguo que conserva la humanidad), ejemplifica mejor que nada las contradicciones entre esta apropiación de tesoros históricos, que en muchos casos permitió salvarlos de una casi segura desaparición, y el poder imperial que lo hizo posible. Si la tablilla no hubiera estado en el Museo Británico, probablemente habría desaparecido durante la guerra de Irak, como tantas otras piezas milenarias rapiñadas en el museo de Bagdad por la desesperación de la gente, el oportunismo de los ladrones y la pavorosa negligencia de las fuerzas estadounidenses. Claro que si Gran Bretaña y Estados Unidos no hubieran invadido el país, los objetos de la civilización más antigua de la humanidad que se encontraban en los museos iraquíes no habrían sufrido mella.