CULTURA › A LOS 78 AÑOS, MURIO AYER HAMLET LIMA QUINTANA

Adiós a un poeta militante

Fue uno de los impulsores del Movimiento del Nuevo Cancionero. Llevan su firma unas 400 canciones folklóricas y 29 libros de poesía.

El poeta Hamlet Lima Quintana marcó una época, seguramente menos frívola que la actual, e intentó inmortalizarla con una obra difícil de abarcar, que podría definirse a partir de una de sus poesías, popularizada por Mercedes Sosa: “Zamba para no morir”. En lo terrenal falleció ayer a los 78 años, víctima de un cáncer de pulmón, dejando atrás una trayectoria de artista al servicio de la música popular y el canto con fundamento. “A la tarde regresó del hospital en el que estaba internado a su casa, donde murió aproximadamente a las 15. El cáncer de pulmón le había provocado una metástasis en cerebro que se detectó a principios de enero”, confirmó su hijo Martín Lima. Hamlet Lima Quintana, uno de los poetas claves del cancionero argentino, consideraba que “la música es el vehículo natural de la poesía, ya que la poesía nació para ser cantada y colectiva”.
Descendiente de la tribu de Coliqueo por vía materna y de varias generaciones de criollos por la paterna, Lima Quintana nació en la ciudad bonaerense de Morón el 15 de setiembre de 1923 y se crió en los campos de Saladillo. Fue uno de los impulsores del Movimiento del Nuevo Cancionero que en la década del ‘60 fundaran en Mendoza Armando Tejada Gómez, Tito Francia y Oscar Matus. Autor y compositor, Lima Quintana registró más de 400 canciones, entre las que pueden destacarse “La amanecida”, “Los pueblos de gesto antiguo” y “Juanito Laguna remonta un barrilete”. También trabajó como periodista profesional durante varios años, en United Press International y Clarín, además de dirigir varias revistas especializadas. En agosto del 2000, Lima Quintana editó junto al músico Oscar Cardozo Ocampo y el cantante Jairo el disco Diario del regreso, referido a la etapa en que se descubren los restos de Ernesto “Che” Guevara en Bolivia y su posterior viaje hacia su morada final en Cuba. La obra, de gran contenido épico, fue estrenada el 14 de junio del año pasado en la mismísima Santa Clara, Cuba, sobre el memorial que guarda los restos del Che. En la isla profesaban una gran admiración por Hamlet, a quien invitaban periódicamente para participar de recitales de poesía y encuentros políticos. Silvio Rodríguez lo contaba como uno de los poetas más queridos.
Desde 1954, Hamlet editó 29 libros, con los que obtuvo varios premios, entre ellos la Faja de Honor de la Sade por El octavo pájaro. En abril saldrá publicada su Antología personal. Vivió en España en 1978, exiliado porque sus obras habían sido prohibidas por la dictadura militar. Era uno de los ilustres integrantes de las llamadas “listas negras”. Nunca disimuló su militancia política, y se internó en innumerables debates y polémicas por sus ideas. Hasta su muerte fue miembro del Comité Central del Partido Comunista, y su último recital fue en el Luna Park, durante el acto de cierre de la campaña por la consulta popular organizada el 12 de diciembre por el Frenapo (Frente Nacional por la Pobreza). Tuvo siete hijos, nueve nietos y seis bisnietos. “Hasta que Gutemberg abarató la impresión de libros, la poesía se cantaba a través de los juglares y servía para contar lo que pasaba”, sostenía el poeta que se negaba a eludir la realidad.
“Todo el silenciamiento alrededor del canto con fundamento pasa por un problema de difusión, porque el capital se defiende de los elementos que son dolorosos para él silenciándolos o montando un show alrededor de ellos para bastardearlos”, opinaba el poeta. Si se lo consultaba acerca del surgimiento de una nueva estética dentro del cancionero popular argentino, Hamlet explicaba que “uno no hacía esas cosas para revolucionar nada, sino que salía así por una necesidad de expresión que acabó siendo una suerte de mandato popular”. En los últimos años se manifestaba desconcertado ante el boom del llamado “folklore joven”, por lo que él consideraba una falta absoluta de rigor en la lírica. Era riguroso y metódico a la hora de escribir, tanto sus poemas destinados a ser publicados en libros como las letras que serían musicalizadas. En el disco El árbol de la vida (1987), que el autor consideraba “una síntesis de lo bueno, lo malo y lo mediocre”, Lima Quintana interpretó sus propios poemas. Allí contó conarreglos de Cardozo Ocampo (fallecido el año pasado, luego de un accidente automovilístico) y la colaboración del pianista Manolo Juárez.
Lima Quintana sostenía que “los movimientos culturales responden siempre a los ciclos sociales de una sociedad, no crecen porque sí como una flor en el desierto”. Estaba convencido de que “los movimientos de creación son siempre producto de lo que una sociedad está determinando y ordenando, lo que pasa es que a veces el creador se hace el distraído y mira para otro lado. Nosotros, en cambio, fuimos una generación que hizo de la canción social un objeto hasta de ternura dentro del combate”, reivindicaba.

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Lima Quintana con su amigo y colega Silvio Rodríguez.
El poeta acompañó su obra con una militancia que nunca abandonó.
 
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