ECONOMíA › PLAZOS FIJOS A SIETE DIAS PARA COMPETIR CON EL DOLAR

El cortoplacismo retorna triunfal

Diez años no es nada. Ausentes desde 1992, los miniplazos en pesos y en dólares regresan como opción. Despiste sobre las tasas y muchas dudas sobre la reacción de un público escaldado.

 Por Julio Nudler

Después de casi diez años, volvió el cortoplacismo. El Banco Central consagró ayer su retorno al autorizar de nuevo los depósitos a siete días, tanto en pesos como en moneda extranjera, aclarando que no quedarán atrapados en el corralito. El ahorrista que, venciendo la generalizada aversión a los bancos, deposite dólares en cualquiera de ellos podrá retirarlos una semana después, salvo que voluntariamente, y por esas cosas raras, elija recuperar su capital en pesos, al tipo de cambio que convenga con la entidad. En cuanto a las tasas con que los bancos saldrán a captar este dinero caliente, la desorientación era tal en la víspera que Página/12 recogió números que variaban entre 18 y 50 por ciento anual en pesos. Como elocuente anécdota, una fuente oficial, que aventuró tasas de entre 18 y 20 por ciento, se sintió obligado a aclarar que eran anuales. La confusión es tanta que da lugar a que se dude si una tasa es anual o mensual. Se supone que, en dólares, el ahorrista podrá aspirar a por lo menos cuatro veces la tasa internacional, lo que de todas formas suma apenas un 6 por ciento. Pero sólo se trata de presunciones.
La respuesta del público ante las tasas que se le ofrezcan le servirá al BCRA para tantear el mercado y no salir a ciegas cuando próximamente lance letras a 24 horas, destinadas a captar sobrantes de liquidez que queden overnight en los bancos. De todas formas, la intención del Central no es ofrecer determinada tasa sino licitar la captación de cierta suma de dinero, exponiéndose a que le pidan una exorbitancia, la que en tal caso sugeriría un embarazoso grado de desconfianza. La misma, desde luego, que sentirá cualquier tenedor de fondos ociosos, guardados en una caja de zapatos o en un cofre bancario, ante la tentación de volver a gozar de una renta financiera.
Las autoridades monetarias reconocen, oficiosamente, que no esperan una significativa captación de dólares, pero algunos banqueros abrigan mayor optimismo. Creen que alguna gente que atesoró divisas las apostará a siete días, aunque en realidad con la idea de ir renovando la colocación, reservándose la opción de retirarse del juego si el clima se enrarece. Pero ese horizonte de más largo plazo es fundamental para los bancos, que son obligados a emplear esos dólares exclusivamente en la financiación de exportaciones, créditos que se conceden por períodos de varios meses. Este fondeo local debería sustituir, aunque sólo sea en modesta proporción, el cierre de las líneas externas de crédito por el default argentino. Por otra parte, al determinar que los dólares captados sólo puedan usarse para financiar a exportadores, el BCRA quiere evitar recaer en el descalce característico del bimonetarismo implantado en 1991, que dio lugar a que particulares y empresas con ingresos en pesos se endeudasen en dólares. Con el Estado pasó otro tanto.
La resurrección de los miniplazos fijos fue pedida por los propios bancos, desesperados por recapturar los fondos que pierden por el drenaje del corralito, desagote que se aceleró con la masiva pesificación de los plazos fijos en dólares. En su afán por reducir el goteo, algunos bancos instruyeron a sus huestes para que le sugieran a la clientela no pesificar, y en lugar de ello presentar un recurso de amparo.
Algunos expertos en finanzas esperan una pobre reacción del público por su rechazo a los bancos. Sugieren, además, que en dólares se necesitaría una tasa descomunal para que el ahorrista note la ganancia en unos pocos días y ella le compense el riesgo de entregar su plata en una ventanilla. A ello se suma la extrema incertidumbre respecto del tipo de cambio y de la tasa de inflación. Pero, como quiera que sea, el sistema necesita definir una tasa de interés en moneda local y crear instrumentos financieros que operen como una alternativa a la demanda de dólares. La tasa es, en este sentido, una herramienta indispensable –y hasta ahora ausente– para una política monetaria cuya ancla sea una cierta meta de inflación. Después de la recreación de los “placitos” fijos, la próxima novedad consistirá en la oferta de cédulas hipotecarias, opciones de inversión que estarán garantizadas por la cartera de hipotecas, que pesa gravosamente en el activo de algunos bancos.

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¡Ah, aquellos tiempos en que el microcentro hervía de ahorristas que renovaban cada semana!
El BCRA necesita que haya una tasa en pesos como instrumento de su política monetaria.
 
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