CULTURA › EL ESTRENO DE “NIETOS”, UN DOCUMENTAL SOBRE LA IDENTIDAD Y LA MEMORIA
“Yo quería saber a quién me parezco”
La semana próxima se estrena Nietos, un film documental dirigido por Benjamín Avila, hijo de desaparecidos y hermano de un chico recuperado por las Abuelas de Plaza de Mayo. Testimonios del drama que no terminó.
Por Mariano Blejman
Generar la duda, pero guiar la pregunta hacia un destino cierto: acabar con el misterio de una identidad truncada por las atrocidades cometidas desde el terrorismo de Estado. No son pocos objetivos para una película como ésta: Nietos, del realizador Benjamín Avila, cuenta la historia de hijos apropiados durante la dictadura militar (1976-1983), en el mismo momento que dos apropiadores –Miguel Etchecolatz y Jorge Bergés– empiezan a ser juzgados en La Plata por el secuestro y sustitución de identidad de Carmen Gallos Sanz, nacida en cautiverio. “Todo esto sucede porque nunca hubo justicia”, dice Avila en entrevista con Página/12. Y la cuenta desde el lado más íntimo que puede contarse la historia: desde la sensación de la ausencia de un hijo por sus padres. Obviamente, tampoco es una fecha casual el día de estreno: 25 de marzo, a 28 años del aniversario del golpe. En esta nota, además del director, hablan Horacio Pietragalla Corti y Claudio Goncalves, hijos de desaparecidos que recuperaron su identidad, y que ahora dan la cara en la película que surgió desde el vientre de Abuelas de Plaza de Mayo, con la producción de Daniel Cabezas.
–¿Qué busca con Nietos?
Benjamín Avila: –Queremos lograr un proceso de identificación a partir del documental: que lo vean los chicos y se identifiquen, que se comprenda desde otro lado. Tengo un hermano que era bebé cuando fue expropiado, lo encontramos gracias a Abuelas en 1985. El se crió en una familia distinta a la mía. Pero había algo que no le cerraba en su historia. Motivar la duda en aquellos que tengan preguntas.
–¿Cómo llegó a dirigir esta película?
B.A.: –El productor Daniel Cabezas viene haciendo la comunicación audiovisual de Abuelas de Plaza de Mayo desde hace tiempo. Lo conocí en el 2002 en Italia, cuando fui a recibir el premio Taormina, por el corto La gotera. El presidente del jurado era Kierostami. Daniel, casualmente, había cuidado a mi hermano en México, cuando tuvimos que exiliarnos. Mi mamá era pareja de Horacio Mendizábal, yo estuve exiliado en Cuba –fui profesor en la escuela San Antonio de los Baños– y mi otro hermano, Martín, estuvo exiliado en México. Un día, Daniel me llamó y me dijo: “Estoy terminando esto, pero no me gusta cómo está quedando. Quiero hacerlo de nuevo”. Y la hicimos de nuevo.
–¿Mostrarse es un paso en la reafirmación de su identidad recuperada?
Claudio Goncalves: –Se trata de contar la historia a partir de la verdad. De saber en carne propia el peso que tiene, para uno, sentirse identificado. Nosotros sabemos que esta película es resultado de una historia difícil, pero puede servirle a otro.
Horacio Pietragalla Corti: –Es necesario concientizar. Yo me crié en Lugano, un barrio donde el 80 por ciento de la gente quería que volviesen los militares. Hay que mostrar la realidad y el dolor, y contar lo que pasó. Pero además, hago terapia con esto. Nosotros tenemos que hablar, por los nuestros, por los que ya no tienen voz.
–¿No les preocupa el nivel de exposición?
B.A.: –Claudio trabajó en la producción, sabe bien que en muchos casos queríamos que hablara gente que no quiere hablar. Pero no se puede forzar a nadie para que hable, porque uno pone su vida. Con los entrevistados logramos situaciones muy íntimas, donde se develan muchas sensaciones.
C.G.: –Mi hija tiene tres años y medio, le estoy hablando de a poco del tema. Hace unos meses viajé con la “Red por la identidad”. Desde Abuelas se intenta facilitar el acercamiento de gente que tiene dudas sobre su identidad y vive en el interior. Esa gente, si quiere hacer una consulta confidencial en Abuelas o la Conadi, tiene que venir hasta Buenos Aires, tiene que mentir en su casa. Entonces vamos a buscarlos. En uno de esos viajes Martina, mi hija, me preguntó dónde iba y le dije que iba a buscar a unos chicos que unos señores se habían robado. Cuando volví me preguntó: “¿Encontraron a los chicos?”. Ellos sí van a crecer con la verdad.
–Es la generación de los bisnietos...
B.A.: –Los bisnietos son la mejor prueba de que la vida continúa. Ellos se van a parar ante la historia, los hijos, nietos y bisnietos. Nuestra generación, la gente que está entre los 20 y 35 años, vamos a ser quienes pongamos nuestras ideas, con el anhelo de no estar divididos.
–¿Cuáles son los recuerdos de su infancia?
H.P.C.: –Me acuerdo de los padres que no fueron mis padres. No tengo recuerdos felices de mi niñez. Esto no va muy bien, hubiese querido algo más sano. Recién empiezo a entender lo que encontré hace un año y la experiencia de estar en esa familia que me crió es difícil.
C.G.: –Teníamos millones de preguntas...
–En Nietos hay un testimonio estremecedor: una abuela tiene en sus manos un grabador. De ahí sale la voz de su hija, desaparecida, quien le habla a su propia hija, que también continúa desaparecida. El relato parece guionado...
B.A.: –Si hubiese hecho una película de ficción, hubiese tenido que sacar esas palabras porque el guión sería inverosímil. La mujer se llamaba Martina Ruiz Deschand, y hacía escuchar un casete que tenía guardado. Esa mujer tenía 17 años y le habla a su hija, le dice que todo lo que hacen es por ellos, por la revolución, que vendrá un futuro mejor. Yo creo que el cine documental tiene que ser fuerte, que la imaginación no puede llegar mucho más allá. A veces, lo intelectual no es realista. Es impresionante tener la voz de tu mamá, cuando te la arrebataron.
H.P.C.: –Cuando escuché este testimonio, era como si me lo dijeran a mí. Uno tiene un sentimiento muy compartido de compañerismo.
–Mi reino por un recuerdo...
B.A.: –Exactamente. Siempre que encuentro gente que conoció a mis viejos, les pregunto cómo era mi mamá. Envidio a la gente que tiene filmaciones. Nací en Ramos Mejía, mi tío era médico y solía filmar los partos que hacía. En algún momento se pensó que mi parto podía estar filmado, pero buscamos y buscamos y no encontramos.
H.P.C.: –Alguien filmó a mi vieja en un casamiento de una tía mía. Un día me dieron el video, llegaba de trabajar y puse el video... y me atraganté. La vi a mi vieja bailando, fue impresionante. Lo más impresionante es encontrar las cosas de uno en alguien, lo que buscaba estos años: a quién me parezco.