CULTURA › ELVIO VITALI Y HORACIO GONZALEZ Y EL DESAFIO DE PONER A FUNCIONAR LA BIBLIOTECA
“El cambio pasa por ofrecer un servicio público”
El miércoles, Elvio Vitali asumirá formalmente como nuevo director de la Biblioteca Nacional. Mostrando ya en las vísperas otra modalidad como director, prefirió compartir la entrevista con el sociólogo Horacio González, su asesor junto a un grupo de prestigiosos intelectuales y bibliotecarios. Se preparan para una gestión que combine la excelencia con una Biblioteca abierta al público en general.
Por Silvina Friera
El sillón que alguna vez ocuparon Paul Groussac y Jorge Luis Borges podría desbaratar la suspicacia del imaginario colectivo y echar por la borda buena parte de los mitos construidos en torno de la Biblioteca Nacional. El prestigio que supone sentarse en ese lugar, acaso uno de los más codiciados y conflictivos de los últimos años, no se traduce en el mobiliario austero ni en los gestos de las nuevas autoridades. Ese espacio simbólico de la cultura argentina se revela formalmente como una silla más, en una oficina confortable ocupada por un librero –fundador de la librería Gandhi–, con experiencia en la gestión cultural, devenido en director, y un sociólogo y profesor universitario, que por primera vez asume un cargo político. En un país articulado sobre la tradición personalista, acostumbrado al magnetismo de una figura excluyente, el director y subdirector prefieren resolver los problemas endémicos que arrastra la institución, funcionando en equipo junto con los dos consejos consultivos honorarios, integrados por intelectuales y especialistas en bibliotecología (ver aparte). Detrás del escritorio, el busto de Manuel Mujica Lainez vigila a Elvio Vitali y a Horacio González, mientras dialogan con Página/12.
Desde la renuncia de Horacio Salas, el edificio de la calle Agüero, diseñado por el arquitecto Clorindo Testa, fue el epicentro de una polémica que emergió como un problema sindical, para luego extenderse y adquirir dimensiones insospechadas: el ámbito por excelencia de conservación y custodia del patrimonio se transformó en una caja de resonancia cultural. Si la gestión de Vitali y González es exitosa, dejarán una marca perdurable en la vida cultural argentina. “No imagino que exista un único hombre capaz de armar la ingeniería que solucione los problemas de esta institución. Hace falta el compromiso de la sociedad, de los saberes técnicos, de los bibliotecarios y de los trabajadores. La puesta en acto del pluralismo no es una astucia política, es una necesidad real –esgrime Vitali, que asumirá el próximo miércoles a las 11, en la sala Borges–. La sociedad se preocupa por lo que pasa con la Biblioteca, pero también debe involucrarse en la resolución de las dificultades. Este binomio quiere sumar a mucha gente, porque no hay Mandrake que la salve. Así como la clase dirigente nunca pensó en negociar con el Fondo Monetario de forma digna, el país y las necesidades cambiaron, y la Biblioteca está empezando a dar los primeros pasos.” González opina que se está viviendo el fin del ciclo del gran profesor o intelectual. “La idea que me cautiva es que la Biblioteca pierda el estilo solemne”, propone el sociólogo.
El director y subdirector se reunieron con los tres sindicatos que representan a los trabajadores de la Biblioteca, ATE, Soeme y UPCN, para prolongar la política de diálogo y pacificación iniciada por el secretario de Cultura, Torcuato Di Tella. “Queremos inaugurar una nueva época con un acuerdo de trabajo fundacional. La Biblioteca tiene mucho ausentismo por diversas razones, y esto hay que revertirlo y superarlo. En el terreno de las relaciones laborales las cosas están encaminadas, pero las condiciones salariales son duras. Hay mucha gente que gana muy poco”, subraya Vitali. “El saber bibliotecario existe, está en manos de la gente que trabaja en la Biblioteca y de este consejo asesor ad honorem que hemos armado con lo mejor del mundo bibliotecario académico. Aparece como prioritario el tema de la microfilmación, que sería la forma más práctica, acabada y estratégica de preservar ciertos documentos y libros. Pero la capacidad instalada es escasa para acelerar estos procesos”, aclara Vitali.
–¿Pidieron un incremento del actual presupuesto de la Biblioteca, que apenas araña los 7 millones de pesos?
Elvio Vitali: –No. Si bien el presupuesto es importante por las cuestiones de equipamiento, catalogación e inventario que tenemos que implementar con urgencia, lo fundamental es el cambio de actitud y de postura de todos los trabajadores de la Biblioteca respecto del servicio al público. Por ahí pasa el inicio del cambio. El Presidente nos ha prometido ayuda sobre la base de requerimientos concretos. Ante un programa como la microfilmación, se le elevará el pedido para poder ponerlo en funcionamiento.
–Pero siempre está el ministro de Economía para decir que no puede incrementar las partidas presupuestarias...
E.V.: –El ministro de Economía es sensible al mundo de los libros. Tiene conocimiento integral de las necesidades del país y sabe que la investigación es una pieza clave para el desarrollo. Por lo tanto esperamos comprensión en ese ámbito.
Horacio González: –El lenguaje de la Biblioteca es el atesoramiento, por la existencia de bienes de un enorme valor que no se mide en términos de mercado sino que ingresa en el campo de la memoria. La Biblioteca aparece como un cuerpo de dilemas que deben ser resueltos para estimular la solución de otros dilemas que hay en el país. No hay nadie que no vea en su vida un destino de lector. No quiero excederme en una especie de borgismo irresponsable, pero la Biblioteca es una institución central de la historia del país, porque vivir es un vivir lector.
–¿Qué perfil aspiran darle a la institución?
H.G.: –Habrá un doble reconocimiento. Uno hacia los trabajadores de la Biblioteca que saben mucho de libros. Tenemos conocimientos encerrados que deben desarrollarse y expresarse. El segundo reconocimiento es el de la sociedad hacia la Biblioteca, que tiene que reconstituir sus lazos con la sociedad argentina, que es una sociedad lectora. Y aunque pueda parecer indiferente, también está interesada en la Biblioteca Nacional, porque sabe que esta institución es lo que está presente en todos los momentos de la historia nacional, es una de las más viejas instituciones del país y por eso carga con todo el dramatismo de la historia nacional. Ahora se está creando un espíritu de expectativa favorable: recuperar la dignidad del trabajo en la Biblioteca, que se cree un marco adecuado para que se expongan de una manera más decidida todos los conocimientos, que son muchos más de lo que todos sospechan. Es necesario recuperar la trama cultural viva y contemporánea, porque la Biblioteca es un pacto entre los incunables, los libros más viejos, los libros del tesoro y la cultura contemporánea, que es otro tesoro de circulación diferente. Una de las más antiguas trabajadoras de la Biblioteca nos dijo que el papel tiene memoria. Esta frase no está relacionada con la fácil utilización del concepto de memoria en los debates contemporáneos, sino en tanto material de la consulta. El acto de la consulta también tiene un cierto dramatismo y supone proteger el papel, que tiene una forma de hablar y de quejarse.
–Otras de las preocupaciones es la falta de inventario de muchos de los libros que, al no estar registrados, son robados. ¿Qué planes tienen para normalizar esta situación?
E.V.: –Hay libros inventariados y catalogados que forman lo que es la oferta de la Biblioteca. Pero hay una cantidad de libros provenientes de los depósitos históricos de la antigua Biblioteca Nacional que todavía no fueron inventariados, a los que se suman los libros donados. Hay que acelerar ese proceso, por lo menos realizar un primer ingreso, aunque no tenga todos los requerimientos propios de la catalogación. Para esto hace falta recursos humanos. Estamos viendo la posibilidad de establecer un sistema de pasantías con escuelas de bibliotecología, sujeto a que haya un soporte técnico para darle cabida a esta actividad. La voluntad es registrar; yo como librero tengo una obsesión con este tema porque es fundamental que todo lo que ingresa a la Biblioteca quede registrado y que se pueda acceder al material. La Biblioteca tiene un funcionamiento que hay que mejorarlo, y para esto hace falta un nuevo pacto laboral, que supone muchas cosas, entre ellas, volver a prestigiar la pertenencia a la Biblioteca.
–A partir de la renuncia de Salas resurgió la cuestión de cómo tiene que ser la Biblioteca Nacional de cara al siglo XXI. ¿Con cuál de las dos visiones están más de acuerdo: que sea sólo para los investigadores o que combine público en general y especialistas?
E.V.: –Hay muchos estudiantes que consultan libros de la escuela secundaria y la universidad. La Biblioteca tiene que ser para todos los argentinos porque así lo establece la ley. Debemos resolver en términos eficaces el servicio específico que tiene que brindar a los investigadores, porque la investigación es una herramienta de desarrollo imprescindible para el país. Necesitamos que los investigadores encuentren en la Biblioteca el apoyo logístico, de conocimiento y de información para las investigaciones que hoy requiere el país para salir de la pobreza.
H.G.: –La Biblioteca irradia para toda la ciudad y es nuestra obligación ampliar esa irradiación a todos los barrios. Es interesante mantener todos los estratos de lectores: desde el de iniciación hasta el lector especializado en la Divina Comedia, de Dante. Extender el arco de lectores dignifica a una Biblioteca. Por eso queremos instalar un foro de debate sobre los usos sociales y culturales en la ciudad, y en el resto del país. Además, la Biblioteca tiene que ser un ámbito de reconocimiento a las grandes tradiciones literarias y culturales del interior del país. Queremos invitar, en este sentido, al escritor e intelectual cordobés Oscar del Barco (autor de Memoria de aventura metafísica).
–¿Qué otros debates se proponen instalar en la sociedad?
H.G.: –La Biblioteca desarrollará varios foros de reflexión, de apoyo y de iniciación de proyectos. Vamos a editar una revista, que se llamará como la de Groussac, La biblioteca. Esta institución debe tener una revista importante, un espacio de reflexión sobre el mundo de los libros y de la Biblioteca, con un enlace con las formas de la crítica y la reflexión sobre la cultura de nuestro tiempo. Ya en la época de Groussac se planteaba si la revista tenía que ser específica, sobre el cuidado de los libros como un hecho cultural esencial de la sociedad, o si podría incorporar artículos de reflexión acerca de la cultura en general, tratados por los especialistas del tema, pertenezcan o no al mundo de esta biblioteca. En el fondo, lo que se discute es el uso de los bienes de la cultura: qué sectores sociales lo utilizan y qué interrogación les hacen.