CULTURA › PRESENTACION DE LA REBELION DE LAS PALABRAS
Los estímulos de la lectura
Andrea Ferrari dio a conocer su nuevo libro frente a chicos de cuarto grado, quienes la bombardearon a preguntas.
Por Silvina Friera
En la librería Cúspide de Belgrano, un grupo de alumnos de cuarto grado, desparramados sobre una alfombra y rodeados de libros, bombardearon de preguntas a la escritora Andrea Ferrari, que presentó su nueva novela La rebelión de las palabras (Santillana), acompañada por María Fernanda Maquieira, editora de literatura infantil y juvenil. “Este libro empezó siendo un cuento para mi hija sobre una nena que no podía evitar hablar en rima”, les contó Ferrari. “Como por ese entonces no pensaba en escribir ficción, lo guardé. Mucho después se me ocurrió que existiera una familia entera (los Clum) a la que se le rebelan las palabras de extrañas maneras.” La escritora, que tiene otros tres libros publicados –Las ideas de Lía, El complot de las Flores (premio Barco de Vapor de España) y Café solo–, dijo que la pregunta más insólita que le hizo un chico en su recorrido por escuelas españolas fue si era cierto que en Argentina había tantas vacas como personas. Entonces, los chicos empezaron a levantar sus manos, como si estuvieran en clase, y demostraron que unos cuantos podrían ser futuros periodistas.
“Este libro es el que más disfruté escribiendo”, respondió Ferrari. “Era como si tuviera las palabras adentro y las fuera escupiendo.” “¿Alguna vez te rechazaron un libro?”, preguntó uno de los chicos. “El primero me costó publicarlo. Al principio es difícil, porque las editoriales no te conocen.” Ferrari, periodista de Página/12, señaló que las ganas de escribir ficción aparecieron mucho después de su inclinación por el periodismo. Pero consideró que no había conflicto entre ambos oficios porque varios de los temas que trabaja en periodismo suelen funcionar como puntos de partida para escribir un libro para chicos y adolescentes. “No puedo escribir dos historias al mismo tiempo porque no encuentro la manera de concentrarme”, respondió la autora. Camila, alumna del colegio Belgrano Uno, dijo que quiere terminar de leer La rebelión de las palabras, pero pide que no le anticipen el final. “Es divertido hablar en rima, por eso me gusta el personaje de Valentina”, cuenta. No es la única; también Ariel comentó que le gusta ese personaje, que tiene once años y descubre que las palabras le surgen de manera inesperadamente rimada: “A mí el frío me da ganas de saltar como las ranas” o “Leer en el desayuno me parece inoportuno”. Para Ariel, “Valentina habla raro”. En cambio, a Florencia le gustó el personaje de Marcio, que no puede pronunciar la letra “o”.
“Uno aprende a escribir leyendo y escribiendo. Pero hay que escribir mucho hasta que se mejora y se puede publicar”, les recomendó Ferrari a sus inquietos oyentes. “Primero pienso el tema o el problema y después busco los personajes –contestó a una pregunta–, aunque ambos van casi juntos. A veces uno piensa una situación buenísima y no sabe cómo resolverla.” Respecto de la publicación de El complot de las Flores en España, Ferrari contó que aunque “ellos hablan de tú, y no de vos, aceptaron mantener la forma en que hablamos y sólo hicieron algún cambio cuando había alguna palabra que no se entendía, como ‘vereda’, ya que dicen ‘acera’. En algún caso, como con la palabra ‘pochoclo’ no quise cambiarla por ‘palomitas de maíz’: preferí en vez cambiar la comida y que tomaran helados”.
–¿Va a continuar La Rebelión...?
–Por ahora no.
Pero nunca se sabe, especialmente al comprobar que son los propios chicos los que piden o se interesan en la posibilidad de prolongar una historia en donde “son las palabras las que hacen juegos con las personas”, como señala la autora en el prólogo. La nueva novela de Ferrari es un extraño y bello juguete que le permite reflexionar sobre el lugar que ocupa la comunicación entre las personas. Publicada en la colección “Leer es genial”, la forma elegida para presentar La rebelión de las palabras –los chicos no dejaban de interrogar sobre el proceso de la escritura, qué cosas le inspiraban una historia, cuánto le llevaba escribir un libro o qué escritores leía– resultó un buen ejemplo del estímulo que implica leer y engancharse con una historia.