CULTURA › CULTURA UNA NOVELA DE L. DIAZ MINDURRY, MAÑANA CON PAGINA/12
Sobre la realidad como imposible
Hace miedo aquí forma parte de la colección de literatura fantástica que está entregando los sábados este diario. Su autora, Liliana Díaz Mindurry, se basó en una frase de Lacan.
Por Silvina Friera
Liliana Díaz Mindurry traspone un límite fundando un estilo; para ella, la literatura produce un conjuro que transforma la maldición en una bendición: la escritura. La autora de Hace miedo aquí, novela prologada por Laura Massolo que Página/12 entrega a partir de mañana, singulariza y profundiza la extrañeza de lo imperfecto con una historia que transcurre en un lugar designado como “Ciudad Oscura”. En ese complejo espacio urbano, un puñado de seres desvalidos y enajenados se espanta con la sola mención de la palabra Uniformados. Como si fuera real, o casi, la escritora configura una trama impecable –con un lenguaje surcado por la poesía– en la que los protagonistas bien podrían ser los mismos sujetos anónimos que caminan por las calles de Buenos Aires o por cualquier sitio del mundo en donde las fisuras de la realidad, el dolor, los desgarros y la desmemoria estén naturalizadas. El protagonista de esta novela, sin embargo, intenta amortiguar el peso o el abismo insondable de su existencia, buscando el poder en la posesión de un jardín.
–La frase de Lacan, “yo hablo de lo Real como lo imposible”, ¿fue el disparador de esta historia?
–Sí, justamente esta reflexión es la que me lleva más hacia la literatura fantástica porque considero la realidad como algo imposible. A mí me interesan las historias que transcurren al borde, en un límite donde todo puede ser concebido como un pensamiento, como una cuestión psicótica o una realidad que da para más. Prefiero explorar más este punto de enganche entre lo real y no real que lo absolutamente fantástico.
–En este punto de enganche, ¿qué representa el poder?
–Esta novela es una ironía sobre el poder, de alguien que busca el poder y nunca lo tiene. Todos los personajes son un poco títeres, entre otras cosas. Mi tema, a través de todo lo que he escrito, siempre está relacionado con el poder, pero en este libro se nota más. Ese “hace miedo aquí” del título podría entenderse como “hace miedo” que no tengas poder. El miedo aparece por la falta de control, el temor a que no se pueda operar sobre la realidad. El problema es que creemos tener (o ejercer) el control sobre los otros aunque, en definitiva, lo más inquietante es la ausencia del poder sobre uno mismo.
–Más allá del anclaje con la realidad argentina que cada lector pueda establecer, los personajes de la novela están paralizados por el miedo, que funciona como un infalible regulador social...
–Sí, es cierto. Es un mundo virtual semejante a Buenos Aires, una manera de mostrar que en la realidad argentina ha prevalecido la impotencia. Siempre hemos sentido que nos manejaban, que nos amordazaban, que nos silenciaban. En el fondo, mi novela es una simbología de la sociedad argentina, pero también puede leerse como una metáfora del mundo. Esa atmósfera de miedo que se vive en “Ciudad Oscura” o los Uniformados tienen lazos ineludibles con la dictadura militar. La historia argentina pertenece al género de terror sobrenatural (risas). Habría que escribir un libro de historia como una novela gótica. Además, mucha gente con la que he hablado en el exterior mira la historia argentina como una historia gótica.
–¿Qué significa para usted lo fantástico?
–La metáfora es la primera posibilidad del ser ante lo fantástico. La palabra nace del deseo imposible; al principio creo que estoy en una unidad, pero en algún momento aparece la ausencia y el deseo empieza a producir la palabra. En cuanto surge la palabra, aparece la maldición, o sea maldecir: digo mal y no digo lo que quiero decir. Con esta maldición irrumpe precisamente la metáfora, que es una expresión acabada del maldecir: no encuentro la palabra y tengo que dar un rodeo para llegar a ella. Este es un punto de nacimiento de lo fantástico. La literatura profundiza el maldecir, la imposibilidad de representar, la falta de comunicación, la posible mentira, la ambigüedad. Esa maldición metafórica es la que produce una especie de conjuro o una transmutación. Lo que consigue la magia de la literatura es transformar esa maldición en bendición, en escritura.
–Uno de los personajes advierte que “hemos inventado las palabras para mentir”. ¿Hay un pacto entre el escritor y el lector basado en la mentira?
–La literatura es una mentira tácita, un “como si”. Pero es mucho menos mentira que las cosas que decimos a diario con pretensiones de verdades absolutas, cuando la literatura no tiene más pretensión que la de conocer la maldición del maldecir. Yo diría, como Blanchot, que la literatura es esa mentira que dice la verdad.
–¿Hay un renacimiento de la literatura fantástica en la Argentina?
–En el Río de la Plata siempre nos picó el bicho de la literatura fantástica. Autores llamados realistas, como Onetti, trabajan en una especie de frontera entre la hiperrealidad y la fantasía. Puede ser que éste sea un momento especial. Lo que no me parece es que la literatura fantástica sea una forma de evasión, porque lo fantástico es una literatura que, por otras vías, denuncia cosas.